The Extremist: Máscaras que liberan, rostros que esclavizan

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Edición original: sep./dic. 1993; Vertigo (DC Comics).
Edición España: nov. 2003; Recerca Editorial.
Guión: Peter Milligan.
Dibujo: Ted McKeever.
Entintado: Ted McKeever.
Portadas: Ted McKeever.
Color: Tom McCraw.
Rotulista: John Costanza.
Precio: 9,25 € (Rústica, 104 pags.)

 

Pongámonos en situación. Es 1993 y el guionista irlandés Peter Milligan, tras un brillante comienzo en 2000 AD y un paso afortunado por Eclipse Comics –para la que concibió Strange Days junto a otros escritores– tiene desde hace cuatro años un trabajo estable en una de las dos grandes: DC Comics. Así, en plena resaca de la llamada «Invasión Británica», Milligan desarrolla con bastante libertad creativa miniseries como Skreemer o Skin, guioniza series regulares de la talla de Shade, el hombre cambiante y Animal Man, e incluso se permite el lujazo de marcar los tiempos al mismísimo Hombre Murciélago. Y en éstas, siguiendo su estilo personal e inclasificable, produce dos de los trabajos más convulsionantes de la década de los noventa para un pequeño sello, de reciente creación dentro de DC, y que estaría llamado a convertirse en bastión de las obras personales de muchos creadores: Vertigo. ¿Los cómics en cuestión? Nada más y nada menos que Enigma (de la que hablaremos próximamente) y este The Extremist, que analizamos hoy y que, vista con perspectiva, resulta el trabajo favorito de su propio autor aún hoy en día.

Descrita como un «thriller erótico» –tan salvaje por otra parte como para que su verdadero creador, Brendan McCarthy, le pasara el encargo a su amigo Milligan diciéndole que «era incapaz de hacer el esfuerzo de dibujarlo»– The Extremist se publicó acompañado de no poca polémica al otro lado del Atlántico. Aclamada por la crítica, pero con unas ventas mediocres, el boca-oreja no pareció funcionar y sus derechos se quedaron en el limbo, descartándose la edición española…

… hasta que en 2003, Alecta/Recerca suscribe un pacto con DC Comics y Norma Editorial según el cual adquire los derechos en nuestro país para algunos trabajos «que parecían tener una difícil edición en España». Y como Norma seguía teniendo los derechos del logo de Vertigo, desde la editorial se sacaron un sello de creación propia –De entre los muertos, en honor a la película de Hitchcock– para sacar adelante el proyecto, escogiendo como primera publicación precisamente el tebeo de Milligan.

Por supuesto, The Extremist está hoy descatalogada y aunque puede conseguirse en algunas tiendas que todavía la conservan, quedan muy pocos ejemplares. Una auténtica lástima, porque tanto su potencia argumental como la edición que realizaron los chicos de «la R que mira» es una auténtica gozada: papel de un gramaje excelente, una reproducción cuidadísima, portadas originales, una traducción estupenda (excepto un par de giros, pero es despreciable y se entienden) y un máximo gusto. La única pega es la ausencia de más extras, pero bueno… tampoco hay que ponerse muy puntillosos. ¿Merece una reedición? Mi respuesta es un rotundo SÍ.


Portadas originales de los cuatro números que componen la miniserie

Argumento

Cuando el aparentemente anodino Jack Tanner muere asesinado en extrañas circunstancias, deja tras de sí un legado vital que cambiará la vida de sus más próximos allegados: unas cintas que delatan que en realidad, ejercía en secreto como The Extremist, una figura simbólica que es a un tiempo icono, protector y regulador de una «orden» que, regentada por el enigmático Patrick, se dedica a satisfacer los más voluptuosos e íntimos deseos de sus miembros.

A partir de esa herencia, la serie nos irá mostrando las consecuencias que acarrea su descubrimiento: la búsqueda de su asesino por parte de su esposa, Judy Tanner, que se hará pasar por su difunto esposo bajo la máscara y el disfraz del que había sido su alter ego; la preocupación de su vecino, Tony Murphy, al descubrir los peligros constantes a los que se enfrentaba la pareja; y las tribulaciones de Patrick, empeñado en salvaguardar los secretos de su sociedad secreta al tiempo que ansioso por encontrar un rápido sustituto para el puesto que Jack dejó vacante. Lo que ninguno sospechará es que la sordidez, la liberación y la sensualidad que acarrea el cuero y la espada del traje de El Extremista pueden resultar enormemente atrayentes y vívidas… más incluso que la propia identidad porque «El Extremista no es una persona. El Extremista no es un estado mental. El Extremista es una forma de vida».

La forja de un extremista

NOTA: Aunque la autoría de esta sección me pertenece, no habría podido hacerla sin la entrevista que David Fernández (con preguntas propias y de Toni Boix) le realizara a Peter Milligan con ocasión del Expocómic ’06; entrevista que nunca llegó a ver la luz por una serie de problemas y que me he encargado de rescatar. Realmente no hay mucha documentación respecto a la obra en internet, por lo que la disponibilidad de dicho documento me ha sido tremendamente útil. Un saludo y mi agradecimiento.

No es habitual encontrarse a un autor que, cuando habla del Cómic con mayúsculas, afirme que no se sentía especialmente atraído por el medio cuando era pequeño, sino que en vez de acercarse a Stan Lee se dedicaba a leer a Rimbaud. Tampoco es frecuente que, cuando se le pregunta a un guionista acerca de sus referentes, cite el Finnegans Wake de Joyce, tal vez la obra más compleja –con permiso de su Ulysses– del genial irlandés. Y así, tampoco es muy común que alguien absolutamente consagrado se muestre en conversación tan interesante y didáctico como accesible, amable y para nada pedante.


Portada de Bad Company

Pero, con todo y con eso, tal cúmulo de anómalas cualidades se reúnen en un solo nombre: Peter Milligan, cuya mejor etapa siempre ha sido como poco problemática y, como mucho, convulsa; pero siempre fascinante. Problemática porque, de toda la oleada de autores ingleses que renovaron en la década de los ochenta el panorama americano del Noveno Arte tal vez sea el menos conocido por la enorme exigencia intelectual de su obra. Donde Moore o Gaiman planteaban niveles de lectura, la obra de Milligan es un examen para su lector desde el primer comienzo; un examen difícil y sin concesiones.

No en vano, el (también) irlandés afirma ser un lector consumado «no sólo de cómics, sino de literatura en general» que se vio atraído por el tebeo en base «a las posibilidades de su componente visual para narrar las historias que quería contar». Y así, aunque admite que la primera avalancha de autores provenientes de su país supuso un vehículo de lanzamiento importante para los que le siguieron, se muestra igualmente presto al afirmar que, a nivel de influencias, dichos guionistas poco tuvieron que decir en su camino, puesto que lo que gestaron Brett Ewins, Brendan McCarthy y él mismo en Eclipse Comics «fue un ángulo totalmente diferente».

Pero también afirmábamos que Milligan trae consigo el caos y la convulsión, al igual que su compañero Grant Morrison, con el que siente especial afinidad (que no similitud). De hecho, si una palabra repite el guionista en las entrevistas, si un objetivo imprime a su obra voluntaria y conscientemente, ese es el de «subvertir». Milligan no escribe sobre superhéroes ni sobre superhumanos; los usa para hablar de lo que quiere gracias a «su enorme capacidad para el drama y la controversia, siempre en balance con los prejuicios que llevan a pensar que son algo trivial». Y aún así, sólo los usa cuando toca, siendo capaz de gestar una serie tan excelente como Blanco Humano únicamente a partir de personajes normales.


Portada de Skreemer (may. 1989),
su primer trabajo en DC

Subversión. No es precisamente una palabra que se lleve bien con mainstream. Tal vez por eso cuando se le pregunta acerca del tema no duda en decir que Vertigo es su hogar creativo, una patria que ni siquiera llega a ser adoptiva en tanto en cuanto cuando empezó a trabajar allí muchos de sus escritores eran británicos, sus productos eran muy británicos e incluso su humor era británico… pero también incorpora a su discurso el hecho de que «nadie es completamente libre y menos cuando trabaja en una gran empresa […] En el mainstream más puro y duro [refiriéndose a su etapa en Marvel con excepción de X-Force/X-Statix] me resulta difícil introducir mi alma creativa, ésa que siempre busca subvertir. Así que acabo por no decir lo que me interesa».

O en otras palabras: es personal, es independiente, se aburre con lo corriente, y es extremadamente subversivo. Y ya se sabe que la subversión no es plato para el consumo de las masas. No les interesa o, peor… se escandalizan demasiado pronto como para comprender nada.

The Extremist y la trayectoria de Milligan (por Toni Boix)

NOTA: Este texto se publicó originalmente bajo el título «La vida para Milligan, ese estático montaje extremo» en una de las primeras versiones de Zona Negativa. Como los diversos avatares de remodelación acabaron por hacer perder todo ese contenido, he visto bien rescatarlo para este artículo, honrando así al propio documento y a su autor, Toni Boix. Desde aquí, muchísimas gracias.

La sombra de Nietzsche es alargada. Uno no puede por menos que planteárselo después de leer algunas de las obras de Peter Milligan. Human Target: Montaje final (Norma Editorial). The Extremist (Recerca editorial). X-Statix (Planeta). En estas tres obras, de muy distinta factura y planteamiento, se distinguen con facilidad los conceptos principales de la filosofía nietzscheniana.


Portada de X-Statix #1 (sept. 2002)

La vida como absurdo y mentira sería un común denominador en las tres obras. Esa vida pequeña y moral que cada día vivimos, con sus sueños mediocres y sus ilusiones, no es más que una falacia. Christopher Chance, el Blanco humano, resulta ser el paradigma de la vacuidad. Alguien capaz de suplantar a cualquiera, pero incapaz de reconocerse a si mismo. Un portador de máscaras y máscaras que ocultan el vacío, la nada. El Extremista denuncia y acaba sin piedad con las pobres vidas, insulsas, desperdiciadas, de todo aquel que se le cruza al paso. Los componentes del grupo X son un fenómeno mediático donde todo es apariencia, producto que pugna por ser comprado y vendido.

La vida como voluntad de poder es afirmada sin reparos en El Extremista. A mi parecer la más personal de las tres obras. La pasión, el frenesí, la amoralidad, la vida llevada al extremo que se impone ante lo débil… son estas las vibraciones que nos llegan de esta obra ilustrada por Ted Mckeever con la sordidez requerida.

El eterno retorno de todo también puede reconocerse en las tres obras. Christopher Chance resurge de entre sus vendajes repetidamente (lleva ya a manos de Milligan una miniserie, esta Novela gráfica y una serie continuada). La Judy Tanner de El Extremista es sólo un eslabón más en la sucesión de enfundados verdugos de negro; un papel también del que acaba resultando ser incapaz de desprenderse. La franquicia X perdura más allá de los componentes que en cada momento la sostengan. Aunque aquí cabría decir que el eterno retorno de todo parece ser norma de subsistencia de la industria norteamericana del cómic, donde pocos productos nuevos consiguen cuajar y se perpetúan los mismos personajes que mueren y renacen una y otra vez. Tres historias, un mismo autor, un sustrato de conceptos que pueden hacernos reflexionar revestidos de emoción y aventura.


Christopher Chance como
Blanco Humano (abr. 1999)

The Extremist es, como su propia nombre indica, quizás la más difícil de las tres obras. La que llega más lejos y ofrece menos concesiones. Su dibujo, su estructura argumental, lo que nos explica… todo ello se escapa de los productos al uso y la convierten en una obra que ella misma discrimina a sus lectores.

X-statix también goza de un dibujante desasosegador: Mike Allred. Tampoco esta obra resulta ser muy corriente. Pero el tono esperpéntico de lo que cuenta y cómo lo cuenta la hacen más asequible. Por no olvidarnos de la X.

Blanco Humano: Montaje final es para mí la más satisfactoria. Normalillo que es uno. Al dibujo tenemos a un Javier Pulido que nunca ha dibujado tan bien. Él mismo comentaba que nunca había tenido un guión tan bueno entre sus manos y que lo dio todo en esas páginas. ¡Ni que lo diga! Es ésta una obra preciosamente dibujada. Y el guión tiene esa posibilidad de doble lectura que permite a la vez dejarse entretener. Es una historia que entra bien y queda dentro. Entra bien porque explica una historia interesante, accesible, con las dosis justas de intriga y suspense. Queda dentro porque cuenta mucho más de lo que aparenta contar y nos lleva, junto a Christopher Chance, ante el espejo de nuestras casas.

Análisis conceptual

Peter Milligan es un guionista que siempre ha desarrollado sus creaciones propias a partir de tres ejes conceptuales, estructurables en forma de pregunta, que podrían considerarse casi una obsesión: ¿cómo se conforma nuestra identidad? ¿cómo se conforma nuestra psique? y ¿cómo se relaciona la moral con esas dos abstracciones? O dicho de otro modo… Milligan es un freudiano filosófico, a la eterna búsqueda de la estructuración metafísica del ello (los impulsos y pulsiones primigenios que conforman el motor del comportamiento humano), el superyo (las construcciones morales y éticas que contrarrestan al primero) y el yo (nuestra conciencia e identidad; o cómo nos definimos y qué ofrecemos al mundo para que vea).


Enigma (1993)

Pero claro, Milligan toma de Freud los conceptos, pero no le gustan las respuestas que el psicoanalista le ofrece. Así, donde el austriaco afirma que el ser humano es un iceberg de consciencia que oculta una parte mucho mayor de inconsciencia, el irlandés reniega y se adscribe directamente al existencialismo que Jean-Paul Sartre tan bien expusiera, y cuyas máximas son que «el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y después se define. El hombre, tal como lo concibe el existencialista, si no es definible, es porque empieza por no ser nada. Sólo será después, y será tal como se haya hecho. Así pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla. El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia. El hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el primer principio del existencialismo.» Es decir, el hombre tiene la capacidad de forjar su identidad, de crear su destino y de elegir qué quiere ser. Si opta por reprimirse, esas represiones aunque derivadas de la moral serán totalmente volitivas, coyunturales… derribables. E incluso, a poco que uno reflexione, conscientes.

En efecto, la teoría filosófica que más ha influenciado a Peter Milligan es el existencialismo, como él mismo confesó durante la entrevista que David Fernández le realizara, al tiempo que negaba adscribirse claramente a las corrientes nietzschenianas. Pero ¡ah! el existencialismo estricto no define cómo es o debe ser la propia naturaleza que el hombre tiene la libertad de crearse… sólo nos dice su estructura y define las condiciones en que ésta se crea. Y la única condición es que no hay condiciones: elegimos, libremente, lo que queremos ser; elegimos, libremente, lo que queremos mostrar a los demás; elegimos, libremente, lo que queremos desear; y elegimos, libremente, las reglas que nos deben cercenar. En definitiva: creamos nuestra identidad, tanto a nivel interno como externo definiendo como somos y como queremos que los demás nos vean.


Shade, el hombre
cambiante
(1990)

Partiendo de esta base, podríamos afirmar sin duda que la obra cumbre en la trayectoria del guionista es Blanco Humano en tanto en cuanto es ahí donde crea un personaje que le permite explorar esa identidad humana conformándose y recreándose continuamente en una tabula rasa constante, conseguida a base del metodológico «realismo psicológico» de Stanislavski. Christopher Chance no posee identidad, pero es capaz de recrear las preexistentes con un grado de coherencia interna mucho mayor que las originales, incluyendo también en ese paquete la moralidad. Es el juego definitivo, la pirueta constante, la pieza angular en una trayectoria de un autor sobresaliente.

Porque, si la moralidad puede recrearse e intercambiarse, eso quiere decir que no está predefinida… y si no está predefinida, depende del momento y de lo coyuntural. Esto nos lleva a que Milligan está –y esto también es una confesión durante la entrevista– muy influenciado por el relativismo en sus dimensiones moral, cultural e histórica… algo plenamente comprobable cuando afirma que, además de Joyce, la mayor influencia filosófica para Skreemer fue Giordano Bruno y su concepción cíclica de la historia de los acontecimientos del mundo. Si algo es cíclico, por fuerza no ha de llevar a ninguna parte; y si no lleva a ninguna parte, entonces no podemos hablar de evolución, propósito ni mejora. Sólo de contexto.

Pero, volviendo a The Extremist, ¿podría decirse que esta obra es nietzscheniana? Supongo que sí, pero creo que hay lecturas más acertadas. El núcleo argumental en el tebeo –que no su motor– es una sociedad conocida como La Orden que reniega de todo principio y propósito moral, abrazando la satisfacción de todos los placeres imaginables y aprobando la consumación de cualquier deseo. Dicha Orden –parecida a lo que pudimos ver en el Eyes Wide Shut de Kubrick– tiene una especie de protector frente a intromisiones externas y filtraciones internas que es a un tiempo máxima expresión de su estilo de vida: El Extremista, que lleva a su más alto grado la perversión de las normas morales a través de ese SexDeath que Milligan ya ha empleado otras veces.

SexDeath. Sexo y Muerte. Los dos tabúes principales en las sociedades occidentales y las dos principales fuentes de catarsis física (el orgasmo sexual) y metafísica (el poder de arrebatar otra vida). Desde el Marqués de Sade o el Crash de Cronenberg en el primer caso, hasta La soga de Hitchcock o el actual Dexter de Showtime, el cine y la literatura nos ilustran cómo obtener placer a través de la unión de ambos conceptos, usando el dolor como heraldo psicológico del segundo de los citados.


Original en B/N del personaje
(nótese como las sujeciones
sobre la argolla crean una cara de felicidad)

¿Qué tenemos, por tanto, aquí? Bajo mi punto de vista, dos escuelas filosóficas que siempre se han dado la mano: el nihilismo y el hedonismo cirenaico, bajo clave sadomasoquista. Pero bajo ningún concepto a Nietzsche; un pensador que, aunque iconoclasta y destructor de la moral, no tenía por meta tal destrucción, sino que la veía como paso previo a la forja de una nueva, basada en una «voluntad de poder», y que atacaba ferozmente el nihilismo. He ahí la gran pega para decir de The Extremist que es nietzscheniana… el nihilismo busca la destrucción para sustituirla por el vacío, mientras que Nietzsche la busca como fuente de renovación para nuevos valores.

No en vano, cuando en muchas ocasiones Judy Tanner a lo largo del cómic reflexiona, dice sentir una maravillosa sensación de vacío, liberadora y degradante a un tiempo. Y ya sabemos lo que decía Nietzsche del vacío y sus abismos: que cuando «lo miras, te devuelve la mirada»… Exactamente como un espejo. Sobra decir que lo comentaba con desprecio.

Aspectos técnicos I: Estructura y personajes

Pocas veces veréis en mis reseñas un apartado comentando la estructura de los tebeos dado que, sea ésta lineal o no, más allá de una vacía fragmentación o los consabidos flashbacks, pocos cómics en Vertigo se apartan de un desarrollo convencional. Pero The Extremist es una excepción, ¡y vaya excepción!

No obstante, no me sorprende. En la obra de Milligan, la forma de la narrativa siempre se interconecta con su fondo: el armazón caótico de Shade, el hombre cambiante se antepone a la sobriedad de Blanco Humano y a la compleja construcción que vemos aquí. En palabras del propio guionista: «todo depende de la historia que estés contando».


El desencadenante de la trama

El vehículo argumental de The Extremist es un traje de cuero que ofrece la oportunidad a su poseedor de trascender las normas sociales y los tabúes morales. Implica, como en el subtítulo de la canción con el mismo nombre de Joe Satriani, una vida en el límite que aporta las sensaciones más vívidas. Pero exige a cambio un precio alto –la desaparición de las emociones (para evitar así la culpabilidad y la degradación)– y conlleva una consecuencia funesta: la destrucción de la propia personalidad; una personalidad mediatizada por las restricciones y los convencionalismos a la que nadie quiere volver tras probar la libertad total.

Es por eso por lo que podemos afirmar que el protagonista del cómic es, en realidad, el Extremista, sea quien sea su alter ego. Y sí, no me he equivocado. En el fondo da igual quien lo vista, porque él es la constante y todo el que lo porta pasa a ser él y a disfrazarse de normal cuando lo deja en la percha, como en la metáfora sobre Superman de Kill Bill 2. Es momento oportuno ahora para recordar cuando Milligan decía que disfrutaba mediante «la subversión del concepto de superhéroe», pues la redefinición que hace de los disfraces como entes que parasitan a su portador (al más puro simbionte alieníena de Spiderman), del concepto de «Legado» o de cómo las dobles vidas siempre encubren una realidad original anodina es sencillamente brillante.


Las cintas vehiculizan el Legado

Sea como fuere, el motor argumental, lo que posibilita la existencia de dicho legado, es la existencia de unas cintas de audio que cada portador –uno en exclusiva para cada uno de los cuatro números que componen la miniserie– obtiene de forma casual del anterior, viéndose empujado de esta forma y sucesivamente a una espiral de degradación y fascinación hasta convertirse en el siguiente Extremista. Esas cintas, junto con las omnipresentes voces en off, suponen un peso importante en la narrativa, hasta el punto de superar a los diálogos. Por si fuera poco, los tres portadores se conocen en la vida real, y el orden de los episodios no es cronológico, sino que hace gala de unos saltos en el tiempo –cliffhangers sublimes y nada gratuitos de por medio– impresionantes. En definitiva, y aclarando, podríamos decir que una buena sinopsis de cada entrega sería ésta:

  1. Número uno (transcurre en diciembre de 1993). Dedicado a Judy Tanner, esposa del segundo Extremista conocido (Jack Tanner) y que encarna la seguridad y el abrazo absoluto por la propuesta amoral del cómic.
  2. Número dos (transcurre en junio de 1993). Dedicado a Jack Tanner, que encarna la duda derivada de la persistencia de ataduras morales y emocionales. Tanner a su vez extrae conocimiento e inspiración de los libros y cuadernos del Extremista que le precedió.
  3. Número tres (transcurre en julio de 1993). Dedicado Judy Tanner y al proceso de seducción/corrupción/liberación en el que se ve inmersa cuando indaga en la vida de su marido fallecido. Nuevamente, Judy encarna la aceptación.
  4. Número cuatro (transcurre en enero de 1994). Dedicado a Tony Murphy, vecino de la casa desde donde los diversos Extremistas operan y tienen sus posesiones. Murphy encarna la negación a la propuesta amoral, al tiempo que permite una relectura de todos los sucesos de la obra.
Aspectos técnicos II: Maquetación y grafismo

Si alguien etiquetase la composición de página en The Extremist como caos ordenado no iría muy desencaminado: 6-7 viñetas por página de tamaño medio, con formas irregulares (cuadradas, trapezoidales, poligonales irregulares) que encajan entre sí sobre un espacio interviñeta blanco a modo de puzzle, muy complejo especialmente en el caso del primer número (el único en el que abundan las superposiciones). El orden radica en que, aunque exigente, la narrativa es correcta y el tebeo se sigue con relativa facilidad en cuanto a nivel visual se refiere; como si fuera la expresión gráfica de la psique convulsa pero no desestructurada de los personajes que pueblan el cómic.


Muestra de la composición de página

Ahora bien, cuando la lectura se hace tremendamente chocante es al analizar el dibujo del americano Ted McKeever, un desconocido por aquel entonces –aún hoy cuesta ubicarlo en la trilogía Elseworlds decera– que venía de publicar Transit para Vortex o los doce números de Metropol para Epic.


McKeever: Expresionismo
en el comic

Sin duda, McKeever imprime al tebeo un estilo personal, profundamente expresionista y deudor en gran medida de Otto Müller: deformación de la anatomía y los volúmenes, dinamismo, expresividad acentuada y un uso muy llamativo del trazo, considerablemente grueso, irregular y, por otra parte, sintético. Sólo en las escenas de voltaje erótico deriva a una composición y unas formas más realistas, tal vez por la casi imposibilidad de resultar sugerente y mantener lo grotesco de su estilo en estas ocasiones.


Ciertos detalles no admiten
personalismos

Por último, tanto el entintado como el color se integran perfectamente con el resto. Destaca en este punto una paleta que juega a ser simple y limitada, a base de tintas planas, cálidas y no gradadas de gran intensidad y plasticidad.

Valoración personal

The Extremist es una obra potentísima con un dibujo muy peculiar –algo chocante, aunque perfectamente integrado– que resulta interesante tanto por evaluar los inicios temáticos de Milligan como por su contenido en sí. A nivel argumental es sobresaliente, a nivel narrativo compone un puzzle complejo aunque comprensible con un poco de atención, y la forma que tienen de engarzarse unos relatos con otros a partir del traje del icono que da título al cómic y de unas cintas de audio es original y atrayente, así como también lo son los saltos temporales entre los distintos números.

PERO, no es una obra para todos los públicos. En primer lugar por su mensaje, que cala pero que no posee niveles de lectura simples. En segundo lugar, porque la perenne voz en off puede suponer un escollo para los aficionados al cómic que gusten de una narrativa centrada en diálogos, más que en reflexiones. Y en tercer lugar porque aunque las triangulaciones de los personajes están ejecutadas con maestría, el carácter empático del tebeo es limitado.


El Extremista en acción

No obstante, no sé si eso es un defecto o una virtud. Si bien es cierto que resulta difícil tener afinidad por una de las cuatro figuras principales de The Extremist, resulta igualmente cierto que esto se compensa con la capacidad de las mismas para vehiculizar el argumento filosófico que Milligan nos plantea; capacidad que viene de la mano de la existencia de esas figuras como conceptos encarnados. La duda, la seguridad, la aceptación o la negación de los no-principios morales que se ¿critican? en la obra (a tal punto llega la ambigüedad) son sus verdaderos protagonistas y, de otra forma, se habrían perdido entre la marea de emociones que hubiera sido lógico –aunque más corriente– ver entre las páginas de El Extremista.

En resumen… ¿me ha gustado? Mucho; de hecho, me ha encantado. ¿La recomendaría? Sí… especialmente a todos aquellos que hayan sufrido alguna vez, y hayan precisado reconstruirse desde las entrañas de sí mismos; a esos otros que cada vez aprecian más su mundo interior respecto a la sociedad que los rodea; a los que empieza a horrizarles la perspectiva de una vida acomodada y burguesa, pero no son capaces de hacer nada al respecto; o a ésos que se preguntan constantemente por qué el sexo siempre ha de mezclarse con el amor. A todos aquellos, en definitiva, que comprendan que las máscaras son en muchas ocasiones más seguras que la piel desnuda y que, a veces, a fuerza de no quitársela, una careta puede convertirse en un rostro mucho más cómodo para ofrecer al mundo. A todos los demás, puede que este tebeo os guste… tal vez.

Páginas recomendadas

Página de la Wikipedia en inglés dedicada a la serie y la tradicional ficha en Comic Book Database. También resultan interesantes las entradas en la primera de Peter Milligan y Ted McKeever.

Página oficial de Ted McKeever y una enorme y completa galería dedicada a su obra. Y la joya de la corona: una magnífica entrevista a Peter Milligan en tres partes (1, 2 y 3) realmente increíble.

Reseñas de Skreemer, Shade, el hombre cambiante, Enigma, Girl y Blanco Humano. Además, también tenéis disponible un artículo sobre el tomo Vivir en Amerika –perteneciente a la última serie citada– a cargo de Toni Boix.

Última actualización de este artículo: 23 de enero de 2010

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Cannonball
6 junio, 2008 8:27

Chapeau!!!

Parasiempre
Parasiempre
6 junio, 2008 9:57

Si, yo compré El Extremista.
Era un día en que no me llamaba nada la atención de lo que había en la tienda, ya sabeis, en aquella época el ritmo de publicación no era tan bestial como ahora. Así que una vez comprados los mensuales, lo demás o no me llamaba o ya lo tenía.
Total, que vi lo de El Extremista, lo primero que mellamó la tención fue la portada, tras la portada, el guionista y tras el guionista el precio.
Primer comentario mío al librero: «Entre que es de Milligan y el precio, parece de Vértigo», no da tiempo a que me conteste el librero y lo veo en los créditos de dentro del cómic: era Vértigo.
Nunca jamás antes de ese momento había oído hablar de El Extremista ni sabía que leches pasaba con los derechos de Vértigo, que los tenía Norma.
La edición del cómic era genial y, como he dicho antes, la relación calidad/precio tampoco era mala. Me lo llevé. Antes de leerlo investigué un poquitín y ya pude enterarme que los de Recerca editaron dicha serie porque Norma no quería hacerlo.
Y la verdad, no lo entiendo. Si hay una serie que sorprende, que incomoda, que no se lo pone facil al lector, que no puedas dejar de leerla, que veas y leas cosas que igual no te gustaría leer ni ver pero que ya lo has hehco y ya estás enganchado, esa es El Extremista.
De lo mejor, repito, de lo mejor que, a mi juicio, Vértigo jamás ha editado.
Es un asalto a los sentidos, un golpe bajo a la moral, un escupitajo al status quo, una sorpresa malsana a la rutina.
Milligan consigue transmitir de una manera tan magistral la sensación de que una vez que has sido El Extremista nuca jamás podrás volver a ser otra cosa, que asusta.
En definitiva, un comic que no deja indiferente a nadie. Muy, muy, muy recomendable.
Y si, debería reeditarse, porque seguro que hay muchísimos que no tiene esta obra. Por mi parte, yo no compraría dicha reedición porque como bien dicen en el post la edición de Recerca es bastante buena, pero que la reediten, esta obra debería llegar al gran público.

el incisivo
el incisivo
Lector
6 junio, 2008 11:17

Pues sí, genial extremist. No tanto enigma, aunque también está bastante bien. A ver si recuperan Skin, Egipt y otras cosas de la mejor época de Milligan que todavía se han quedado pendientes de publicar.

rorschach
rorschach
6 junio, 2008 12:15

Bravo.
The Extremis es el V de Vendetta particular de Milligan. Skreemer sería Watchmen, a pesar del fljo dibujo. Esta última es quizás la que más me gusta.

Espero con ganas otro superanálisis con Enigma.

Phantomas
Phantomas
Lector
6 junio, 2008 12:42

Y yo que pensaba que siendo la obra que es y hablando José de Niestzche, Cannonball habría dejado un comentario inmenso…

Cannonball
6 junio, 2008 12:52

Es que apenas tengo tiempo, estoy preparando el guion de un programa de radio y no puedo enrollarme tanto como me gustaria…

Cannonball
6 junio, 2008 13:28

Ah, y gracias por dedicarme la reseña, yo sigo en busqueda y captura de «Las aventuras de Luther Arkwright»

Phantomas
Phantomas
Lector
6 junio, 2008 13:35

¿Del comic?

Creo que yo lo he visto en Norma Castellón, ¿lo miro más despacio?

La Perse/Werewolfie
6 junio, 2008 16:56

Coincido en que The Extremist es uno de los tres o cuatro mejores trabajos de Milligan, y eso es decir mucho… Y la edición de Recerca, fantástica; lástima que la editorial parezca haber pasado a mejor vida… Lo que no creo que haga tanta falta es mencionar a Nietzsche, Freud o Sartre a la hora de comentar el tebeo; Milligan se abstiene, con muy buen criterio, de explicitar ese tipo de referencias midcultistas en su obra, y la analogía superficial no creo que aporte demasiado al análisis (con esto veo la paja en el ojo ajeno, que yo soy la primera que caigo en estas trampas 😉 ). Por lo demás, enhorabuena por el estudio de la obra, realmente fantástico, muy bien documentado y escrito; además, la obra lo merece. Shalom!

La Perse/Werewolfie
6 junio, 2008 18:38

Tienes razón, José, pero no es lo mismo hacerlo en la propia obra que al comentarla. En la obra, si no se hace de modo inteligente, suena a veces rollo: «mira qué listo soy y que cosas tan cultas leo» (recuerdo que en una de las introducciones de The Sandman alguien, creo que Moorcock, le echaba en cara algo parecido a Gaiman, no sin razón). Al comentarla es distinto, y en todo caso tienes que estar segur@ de que dominas aquellas referencias de las que hablas, ya que estás cara a cara con un o unos interlocutores que podrían saber acerca del tema y ponerte en evidencia. De todos modos, no es tu caso, José, repito que el artículo está excelentemente escrito y muy bien informado; a mí, desde luego, me ha encantado. De nuevo, buen trabajo. 🙂

David Fernández
6 junio, 2008 21:07

Ante este artículo sólo cabe quitarse el sombrero: mi más sincera enhorabuena, José! 😀

Beat_Ali
Beat_Ali
6 junio, 2008 21:16

Éste es un tebeo único.No hay nada igual.Milligan suele tratar de hacer cosas q «se salgan de la norma» aunque no siempre consiga buenos resultados pero yo se lo agradezco.Y no soy seguidor de Milligan…

Toni Boix
7 junio, 2008 10:20

Ay, José, ya me estás dando otra vez pa’l pelo. Sigh. Bueno, si al menos sirve para construir propuestas tan interesantes como la de este artículo, me doy por compensado. Conste que yo nunca he tenido acceso a esa entrevista que David le realizó a Milligan 🙁 …y que el artículo que reproduces se escribió hace mucho y antes de esa entrevista… ay, no sé cómo salir de la situación de «evidencia» en la que me has dejado 🙂

redronin1b
7 junio, 2008 10:45

Milligan, como los buenos futbolistas, es capaz de lo mejor y de lo peor (esa Catwoman Desafiante, maremia…). Sin lugar a dudas, Milligan es el mejor escritor de comics. Alguno de sus monologos de Shade, por ejemplo son pequeños microrrelatos en si mismos. El articulo, genial, por cierto, pero una preguntilla: ¿Por que nadie ha mencionado a los carnivoros, una de las obras mas «divertidas» de Milligan?). Saludos!!

Adgalo
Adgalo
7 junio, 2008 17:37

«…una reproducción cuidadísima…»

Hombre, precisamente éste es el aspecto más flojo de la edición, ya que en DC por lo visto no tenían los materiales de reproducción y tuvieron que usar escaneos.