ZN entrevista a Quim Bou

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Un tesoro para celebrar diez años de trabajo

Fueron hechos coincidentes. Por un lado, Raúl López – buen amigo – nos alertó de que pronto celebraríamos nuestro décimo aniversario como web de información sobre cómic y que cada uno de nosotros debía preparar algo especial. Por otro lado, Quim Bou – autor admirado – me entregó el borrador final de una entrevista iniciada pronto hará dos años. La cosa estaba clara. Aquella entrevista – que hasta cierto punto simboliza y culmina mi periodo más cualitativamente fecundo como redactor de Zona Negativa – sería mi regalo para vosotros.

Primero, porque Quim es un gran autor y su obra – de una gran calidad – os merece como lectores exigentes que sois.

También, porque para mí lo más grande de lo que Zona representa siempre ha sido esa posibilidad de constituirse en puerta abierta al descubrimiento de un interlocutor humanamente interesante – en vosotros nuestros visitantes, en los autores, en las muchas personas que conforman esta industria – que, desde su cariño por la historieta, devenga compañero de caminos nuevos, tal vez incluso de afectos fraternos.

Así, pues, desde el agradecimiento a tantas y tantas personas que me habeis demostrado que estabais ahí, al otro lado, cuando públicamente decidía expresar mi entusiasmo por un personaje, por una obra o por un autor, os ofrezco esta entrevista con todo mi cariño (si es que soy un ñoño)

LA entrevista

Toni Boix: ¿En qué momento te das cuenta de que quieres ser un contador de historias?

Quim Bou: Pues creo que me viene de muy pequeño. No sabría decirte el momento concreto, pero por algún rincón guardo algunos de los cómics que hice de niño. Mi familia estaba subscrita al Cavall Fort (una revista catalana de cómic infantil, especialmente franco-belga). Se puede decir que crecí leyendo a Peyo y Franquin, a parte de los Astérix y Tintín que tenían mis hermanos mayores.

O sea que desde muy pequeño me puse a copiar e imitar lo que leía. No creo que se me diera especialmente bien dibujar, pero me pasaba horas y horas dibujando y fantaseando.

TB: Atendiendo a tu biografía, se observa que tu formación artística se desplegó en distintas instituciones. ¿Te costó encontrar el tipo de tutelaje que buscabas?

QB: Bueno, de pequeño, mis padres vieron que eso de dibujar me gustaba, por lo que me apuntaron al taller de escultura y pintura de Emília Xargay. Allí estuve muchos años aprendiendo; sobre todo, educando la vista. Aún recuerdo claramente una anécdota que nos contó Xargay mientras pintábamos bodegones: ella estaba en la peluquería, mirando un armario que había delante suyo. Tras un rato, Xargay le dijo a la peluquera:

– “Este armario está torcido.”

Y, tras un pequeño diálogo, lo midieron. Y resultó que el armario estaba torcido… un milímetro! Sea exactamente así, o un poco exagerado, me impresionó como alguien puede analizar y comprender las formas que está observando. Así que seguí pintando bodegones y naturalezas muertas (algo de lo más aburrido) durante unos cuantos años más sin rechistar. Creo que si tuviera que destacar a un solo maestro, seguramente sería una persona muy alejada del cómic como Emília Xargay. Me enseño a ser constante y a trabajar, más que en confiar en la inspiración o el talento.

Más tarde, es cierto que llegué a entrar en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, pero fue algo muy fugaz. Yo era un marciano dentro de esa facultad… y hablando de Bellas Artes, es mucho decir. No sé cómo, llegué a conocer la escuela Joso, y vi claramente que era eso lo que buscaba. Allí encontré a varios profesores que me enseñaron mucho y, sobre todo, un ambiente muy majo.

TB: ¿Por qué te sentías un marciano dentro de Bellas Artes?

QB: ¡Jajaja! Bueno, antes de nada tendría que hacer algunas puntualizaciones. Lo primero, es que yo desde muy pequeño supe que quería ir a Bellas Artes… ¡sin ni tan siquiera informarme de cómo era aquello! Yo iba muy desinformado.

Lo segundo, que estoy seguro que mucha gente ha disfrutado y aprendido cosas muy interesantes en Bellas Artes.

Pero mi experiencia fue de lo más frustrante. Aparte de algunas clases interesantes, tuve a tres o cuatro profesores de lo más inútiles y descorazonadores. Unos, gastaban una mala leche increíble si no les lamías el trasero, y otros eran simplemente unos “artistas natos”. ¡Incluso había alguno que era las dos cosas a la vez! ¿Cómo le puedes decir a un alumno de dieciocho años que experimente? ¿Y la base técnica, quién se supone que te la iba a enseñar? En todo caso, levantarse a las siete de la mañana, coger el metro lleno a rebosar para ir a “experimentar” no me pareció una idea muy atractiva, la verdad.

Tardé algunos meses en comprender que allí yo no aprendería nada que me interesase, que no era para eso para lo que me fui a vivir a Barcelona. Seguramente que de haber aguantado más tiempo me habría adaptado, habría encontrado algunas clases y profesores interesantes, pero ese ambiente de “artista” no cuaja demasiado conmigo ni con lo que me gusta hacer. Además, solo de aterrizar en la Joso comprendí que aquello se parecía mucho más a lo que yo buscaba.

Charlando con mi amigo Juan Antonio Rodríguez Armas, de Santa Cruz de Tenerife, que hizo Bellas Artes en las Canarias, siempre siento algo de envidia. Él tuvo la suerte de tener aún, como profesor, a un miembro de la vieja escuela. Alguien que les enseñó anatomía. Seguro que no fue ni divertido ni experimental, pero ahora sabe más de anatomía que yo.

TB: Durante los inicios de tu trayectoria participas en varios concursos de cómic. ¿Qué recuerdo guardas de aquella etapa?

QB: Es verdad que en los 90 me dediqué a participar en todos los concursos que pude. Supongo que en parte aún no sabía hacia donde tirar y en parte, como es lógico, me atraían los premios. Sin embargo, quizá lo más importante fue la dosis de moral que te da ser finalista o ganar un premio. Que alguien de tu mundo reconozca tu trabajo es algo que no tiene precio. Hay que recordar que por entonces, sobre todo a principios de los 90, yo no tenía internet. Ahora es mucho más fácil no sentirse aislado.
El caso es que más adelante, cuando he hecho de jurado en algunos concursos de cómics, me doy cuenta de lo injusto que son estas cosas. Por muy bien que quieras hacer de jurado, siempre me he quedado con la sensación de no poder premiar o reconocer el trabajo de unos cuantos participantes.

Muestra de un concurso en el que participó Quim Bou… para mi desgracia, porque yo también participaba y fue él quien se llevó el premio

TB: ¿En ese momento la dedicación a los cómics era algo que vivías desde un cierto aislamiento?

QB: Depende un poco del año concreto, pero sí. Aparte de los años que estuve en Barcelona estudiando en la Joso, al volver a Girona me quedé bastante aislado. Seguro que mucha gente que lea esto y no viva en una gran ciudad sabe a lo que me refiero. El mundo del cómic es muy minoritario, y donde más se nota es en una pequeña ciudad o un pueblo. Suerte que en Girona siempre ha habido al menos una tienda de cómics (hubo hasta tres, en un momento dado). Todo un santuario de los aficionados…
Seguramente yo debo ser de los autores que por generación han vivido el gran cambio de sistema de trabajo que ha conllevado internet. Unos años antes, quizá hubiera tenido que irme ido a vivir a Barcelona. De hecho, por esas épocas, bajaba un par de veces al mes, mínimo, a Barcelona a buscar o llevar trabajo.

De todos modos, personalmente, aunque Barcelona me gusta como ciudad, no me veo viviendo allí. Me gustaba vivir en una pequeña ciudad. Y aún más me gusta ahora vivir en un pueblo.

El caso es que primero por el fax (¿quién se acuerda del fax?) y, sobre todo, luego vía internet, me permitió seguir viviendo alejado del centro de trabajo. Pero esta decisión te aleja del grupo de amigos autores y de la gente de las editoriales: es inevitable.

TB: En muchos de esos concursos una de las condiciones que se imponen es que los participantes no sean profesionales. ¿Cuando te surge la posibilidad de empezar a publicar profesionalmente, te produce cierto recelo dejar de tener acceso a la fuente de ingresos que suponían los concursos?

QB: Pensándolo bien, creo que de hecho, participaba en todos los concursos que podía porque no publicaba. Se trataba de ir produciendo, de no quedarse quieto y, a la vez, intentar darle algún provecho a los cómics realizados. A la que empecé a publicar más o menos regularmente, dejé de participar en los concursos.

Además, creo que es el proceso natural. Después de participar durante unos años en varios concursos, llega un momento en que vas perdiendo el interés de los concursos por sí mismos… ¡Claro que está muy bien ganar premios, por el reconocimiento y el dinero! Pero es mucho más satisfactorio publicar, de eso no hay duda. Llega un momento en que lo que te apetece es eso: publicar. Y si te dan la oportunidad de empezar a hacerlo, los concursos pasan a ser algo secundario.

Además, los concursos nunca funcionan como una “fuente de ingresos”, más bien como un regalo inesperado. Nunca se sabe quién va a ganar; depende tanto de tantos factores…

TB: ¿Y cuáles fueron las circunstancias que te permitieron empezar a publicar?

QB: Pues que simplemente los editores me dieron una oportunidad, ¡así de simple! Lo primero que publiqué en una revista como “profesional” fue en Makoki (2ª temporada). Pero se trató de una colaboración más bien irregular, y yo aún estaba muy verde. No es para menospreciar esa época, pero suelo considerar mi trabajo en La Cúpula como mi entrada al mundo profesional.

Paku Rata y compañía… la contribución de Quim a Makoki

Empecé a trabajar en La Cúpula gracias una mezcla de voluntad y suerte (como con casi todas las cosas). Con mi amigo y guionista Al, al que conocía de la Joso, empezamos a trabajar en A reventar!. Era una historia que me gustaba mucho, y no se alejaba demasiado del Paku Rata que había estado haciendo hasta el momento (al menos no tanto como la aventura fantástica que hago ahora). Como es lógico, Al y yo pensábamos en dónde se podría publicar, y llamamos a la puerta de La Cúpula. Nuestra idea era intentar publicar en El Víbora. A eso nos dijeron que no, pero en cambio, iban a abrir una nueva colección: los Brut Comics. A eso nos dijeron que sí.

O sea que ya nos tienes a Al y a mí trabajando para publicar nuestro primer cómic. Eso pasa casi siempre: hay que estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Hay que insistir en tu trabajo, pero hay un gran % de suerte de coincidir con lo que el editor quiere publicar ese momento.

TB: Como tú mismo apuntas, el tono urbano de tus inicios en La Cúpula se aleja mucho de la aventura fantástica que has venido haciendo después, a partir de tu vinculación con Dude. ¿Esa etapa más “urbana” tuya venía marcada por imperativos de La Cúpula?

QB: No, más bien al contrario. En el caso de A reventar! buscamos la editorial a partir del proyecto. Sí que es verdad que en el caso de Muerte Animal o La Sibila los hice ya consciente de que podían encajar en La Cúpula. De todos modos, siempre fueron proyectos que me apeteció hacer en su momento.

Una de las conclusiones curiosas sobre lo que he ido publicando es que parece que yo haya tenido dos etapas muy diferenciadas: la social/urbana y la fantástica. Y, sin embargo, siempre me han gustado ambos géneros, y siempre he hecho alguna cosilla de cada. Pero, por cuestiones de línea editorial, empecé publicando en Makoki y La Cúpula con el género social/urbano. Pero guardo dibujos y proyectos de aventura fantástica de esa época que no supe mover para llegar a publicar.
Luego, llegó un momento en La Cúpula que me veía algo estancado, aunque reconozco que me lo pasé muy bien haciendo AKA Bruno. Tampoco creo yo que encajara al 100% en la línea editorial de El Víbora, y no acababa de ver claro volver a publicar en los Brut. Por eso, fui dejando este personaje.

Más tarde, en Dude, es verdad que acabé tirando hacía la fantasía, pero no hay que olvidar que hice cómics de otros géneros (Lobo Mateyo o Haciendo Café). Pero la libertad de Dude de escoger género me llevó, poco a poco, a trabajar más en lo que más me apetecía dibujar, que es, precisamente, la fantasía.
Por eso, es cierto que desde hace unos años he limitado mi producción a la fantasía, pero se debe simplemente a que como dibujante es donde mejor me encuentro. Como guionista, disfruto tanto de un género como de cualquier otro. Y no dudo que tarde o temprano haré de guionista en algún cómic que no sea fantástico.

TB: Buf, después de este repaso que has hecho por tu propia cuenta y riesgo del grueso de tu obra, ¿qué tal si nos detenemos un poco en algunos títulos concretos? Como tú explicas, empiezas profesionalmente de la mano de un guionista, Al García. ¿No te veías lo suficientemente maduro como guionista?

QB: No, no creo que tenga nada que ver la madurez. Se trata más bien de ser seducido por un proyecto concreto. El guión de Al me pareció muy interesante. Recuerdo que lo explicó a un grupo de amigos en el bar de la Joso. Me interesó su idea y enseguida nos pusimos a hablar y planificar cómo podría ir todo el proyecto.

El protagonista de A Reventar! y Cercanías parece hacer balance de su vida… antes de acabar de echarla a perder

Creo que hoy en día no trabajo con otros guionistas por escasez de tiempo. Si tuviera más tiempo, como entonces, seguro que encontraría muchos proyectos interesantes. Pero por ahora, hago más guiones de los que puedo llegar a dibujar. Creo que se trata de esta simple razón: por aquel entonces, tenía más tiempo.

TB: Imagino que tu ideario de entonces estaba bastante apartado de la ideología neonazi que retratasteis en esas dos obras que realizaste con Al García, A reventar y Cercanías. ¿Qué os llevo a querer adentraros en ese sector social hasta el punto de empatizar con su protagonista?

QB: Sí, tanto antes como ahora me considero al otro extremo de todo lo que representa un skin neonazi. Y creo que Al te diría lo mismo.

Quizá fue eso lo que realmente me atrajo del guión: no se trataba de hacer un panfleto. Se trataba de introducirse y explicar el proceso de un chaval, más o menos normal, que acaba siendo un skin-head. Es todo mucho más complejo que decir: “esos son los malos y punto”. Cualquier colectivo es complejo: siempre hay muchos matices entre los miembros y sus historias. Me parece que como reto es muy interesante: hacer un retrato humano y denunciar una realidad, todo a la vez, sin caer en visiones simplistas y estereotipadas. Al menos, fue lo que intentamos… Porque una cosa es humanizar a personajes, y otra cosa justificar sus acciones.

Página de Cercanías

Puede que el lector acabe empatizando con el protagonista de A reventar!. Es una reacción normal, de cualquier persona sana mentalmente, que se pone en la piel de alguien que sufre. Y, sin embargo, estoy seguro que la gran mayoría de lectores no querrían a ninguno de los protagonistas como vecinos de piso.

TB: De Cercanías a tu siguiente cómic, Muerte Animal, se observa una constante que se repetirá a lo largo de toda tu obra: No te mantienes anclado en un mismo acabado gráfico. ¿A qué se debe la variedad de acabados que pueden observarse en tu trayectoria profesional?

QB: Sinceramente, es algo muy poco consciente de mi parte. Ocurre que cuando hago el guión ya me los imagino diferentes! No suelo hacer demasiadas pruebas gráficas. Me limito a probar tres o cuatro cosas, para que pueda centrarme un poco, pero eso es todo. Es un proceso que hago mentalmente cuando hago el guión.

Lo curioso de esta pregunta es que citas al único cómic que me tomé muy a conciencia el estilo gráfico que iba a aplicar. La excepción que confirma la regla, vaya. Hice tres versiones, con tres estilos diferentes, de dos páginas de muestra del cómic. Los enseñé a la gente de la Cúpula para discutirlo. Es la única vez que he hecho algo así. Aún guardo las tres versiones, y queda muy curioso…

El caso es que el estilo con que finalmente hice Muerte Animal era el que yo pensaba que era la peor versión de las tres! Estas cosas pasan…

Las tres versiones aportadas por Quim de las páginas 10 y 11 del primer número de Muerte Animal. En la editorial prefirieron quedarse con la última de las tres pruebas (imágenes ampliables con un click)

Pero hice bien en seguir los consejos de la gente de La Cúpula: el trazo más irregular y esbozado queda bien con una historia de terror. Los otros dos estilos son más parecidos a A reventar!.

TB: En Muerte Animal también introduces, como motivo secundario a la trama del thriller, tu preocupación por el trato que reciben los animales en nuestro mundo de hombres. ¿Crees en el poder sensibilizador de la ficción?

QB: De manera muy genérica sí, pero no a un nivel tan concreto. No creo que Muerte Animal ni ningún otro cómic ni otro tipo de ficción pueda influir directamente en el lector/receptor.

Sin embargo, el conjunto de leyendas y mitos de una sociedad influyen directamente en la forma de entender el mundo de esta sociedad. Esto de “mitos y leyendas” puede sonar muy arcaico, pero la gran mayoría de ficciones de hoy en día se basan en los mismos arquetipos desde que el hombre es hombre. Hace poco había una exposición del MNAC (Museu Nacional d’Arqueologia de Catalunya) con el sugerente título de: D’Hèrcules a Superman.

¿Qué son los cuentos infantiles, sino una manera directa de influir sobre los valores de los niños?

Desde siempre, las sociedades se interrelacionan con sus historias y leyendas, de modo que no sabemos si las historias de un pueblo son fruto de sus valores o son generadoras de estos valores. Seguramente un poco de todo.

Así que, en el fondo, yo creo que cualquier autor de ficción está aportando su granito de arena a la estructura de valores de la sociedad.

TB: De hecho tu siguiente trabajo, El mes del dragón, versa sobre el tema del racismo. No obstante, decides de vehicular esa temática mediante una historia de género, con elfos y demás criaturas del imaginario de Tolkien. ¿Por qué esa decisión de tratar un tema tan actual bajo esos ropajes tan alejados de nuestra cotidianidad?

QB: El Mes del Dragón fue un encargo de una ONG para tratar el tema del racismo en los institutos. Me ofrecieron un formato cerrado (3 comic-books a todo color), que iba destinado a material de lectura de los chavales, mientras ellos hacían un dossier para el profesor.

Al cabo de unos días, tenía algunos guiones esbozados, pero no me acababan de convencer. Es un tema muy delicado: o tiendes a caer en tópicos, o a generalizar demasiado. Es muy fácil, desde una óptica ”occidental”, caer en paternalismos…

Lo tenía complicado, vaya. Además, se trataba de ofrecer varias situaciones para que los jóvenes razonaran, dar diferentes puntos de vista para discutir…
Y de pronto, se me encendió la bombilla.

¿Y porqué no ofrecer un relato fantástico? Hay igualmente muchas razas, diferentes situaciones político-económicas, etc… Y sobre todo, no hay una opinión previa. Si relato como un ciudadano sub-sahariano viaja en patera hasta Europa, la gente ya tiene una opinión preestablecida sobre como leer la ficción. Desde un adolescente racista hasta un adolescente “papeles-para-todos”, todos los lectores ya habrán reflexionado sobre la situación. Pero, ¿y si hablamos de seres amarillos y azules? Es mucho más fácil partir de cero… creo que el lector puede identificarse mejor con personajes opuestos.

El mes del dragón

Y, además, para qué negarlo… tenía poco tiempo, unos cuatro meses, y eso son muchas horas de trabajo por delante. Me encajaba a la perfección dibujar algo en lo que me siento cómodo. Y terminé a tiempo, por cierto.

El mes del dragón

TB: Acabas de decirnos que esbozaste varios guiones para ese encargo. Precisamente queríamos preguntarte sobre ese punto. Tanto en tu siguiente obra – La Síbila (a.k.a. Bruno) – como en la próxima que realizas en lo que a fantasía se refiere – El Corazón Negro – huyes de la linealidad en la trama para así transmitir con mayor fuerza la enjundia de cada relato, estableciendo vínculos entre momentos distintos y favoreciendo las sorpresas. ¿El esqueleto argumental dentro del cual estructurar este tipo de tramas “complejas” es algo que se te ocurre sin más o demanda una elaborada planificación?

QB: Es complicado de contestar. Supongo que depende de cada argumento en concreto. En general trabajo el guión literario de manera muy caótica: a partir de una idea muy genérica hago cuatro apuntes, los olvido, vuelvo a empezar, recojo alguna idea anterior… Pero pasa algún tiempo hasta que no puedo concentrarme en otro trabajo. Sin duda, es la parte del trabajo que más me desgasta.

Es cierto que utilizo mucho los flash-backs y giros argumentales. Creo que se puede decir que soy un autor al que le gusta “putear” al lector. Jajaja! Dicho así parece negativo, pero es que confío mucho en que los lectores les interesará un guión algo complejo… un guión “adulto” en el buen sentido de la palabra (si es que el otro es malo). Perdonad mi arrogancia, pero es algo a lo que dedico mucho esfuerzo y, lo consiga o no, al menos lo intento. Pero no es algo que haga conscientemente, no me planteo: “voy a hacer un cómic con un guión complejo”. No, es como una exigencia sin la cual no me sentiría a gusto trabajando.

En hacer el guión de 96 páginas puedo tardar una o dos semanas. Pero para dibujarlo, tardaré meses. Así que intento que mis guiones sean lo más trabajados posibles.

Me encanta dejar cabos sueltos y hacer trabajar la imaginación del lector. También espero que el público disfrute de la dualidad de los personajes y de las situaciones ambiguas. Creo que una correcta mezcla de todo esto hace que el lector disfrute más con la historia que le ofreces. Y ese es el objetivo.

En esta ilustración de La Sibila vemos cómo el asesino llamado Bruno se cruza con Quim Bou y su pareja

TB: Tras de El Mes del Dragón y La Sibila, donde cuentas las peripecias del asesino profesional llamado Bruno, arremetes con Haciendo Café, una historieta que se aleja enormemente de lo que habías hecho hasta entonces y de lo que suele ser habitual ver publicado en este medio. ¿Cómo surge esta historia y la posibilidad de realizarla?

QB: Esta historia surge de una propuesta de la editorial Dude. Yo contacté con ellos para publicar un proyecto de fantasía, pero, mientras lo planificaban, me ofrecieron colaborar en la Huella Futura. Se trataba de publicar una serie de cómics costumbristas y intimistas, y me pareció bien aprovechar la oportunidad para hacer un paréntesis y experimentar un poco.

La idea de raíz de Haciendo Café surge de una simple conversación. Hace muchos años, hablando con Xavi “Hampry”, el dependiente y amigo de Comics 22 de Girona, me comentó que había un cómic que transcurría en un solo escenario, en un bar. La verdad es que nunca leí ese cómic, ni sé el título ni el autor, pero me pareció una idea muy interesante. Limitar tanto el escenario conlleva un esfuerzo suplementario al construir la narración.

Así que cuando Dude me planteó la posibilidad en la Huella Futura, entendí que era el momento y el lugar adecuado. Soy un autor tremendamente clásico formalmente, tanto en guión como en dibujo, y creo que lo más experimental que he hecho ha sido Haciendo Café. Pero para mi fue un reto.

Fragmento de la portada de Haciendo café

Luego está el entorno en que se mueve Haciendo Café: la muerte. Algo que tenemos en común todos los lectores y humanos en general, y por tanto, algo que nos une y nos “interesa” a todos. Un buen tema de donde sacar una historia. Hace un tiempo, en La Semana Negra de Gijón, Normán Fernández me señalaba la fijación que tengo con la muerte. Normán Fernández es un tipo muy inteligente… creo que ha analizado con más profundidad mi obra que yo mismo. Y es verdad: casi todos mis personajes tienen este punto en común, de Orn a AKA Bruno, pasando por cualquiera de Oro Rojo… y naturalmente, Haciendo Café. La verdad es que hay tanta razón en este comentario de Normán como falta de consciencia de haber sido hecho aposta.

El caso es que Haciendo café es uno de los cómics que más dudas tuve mientras lo hacía. Es difícil de saber si estás haciendo algo interesante o un tostón. Es lo que tiene el costumbrismo: la línea que separa lo uno de lo otro es muy fina, hay que moverse con cuidado.
Pero, al final, estoy bastante satisfecho del resultado. A parte del premio del Diario de Avisos, los comentarios del público fueron bastante positivos, cosa que me alegró especialmente.

Haciendo café

TB: ¿Experiencias particulares tuyas han marcado la manera que tienes de aproximarte al tema de la muerte en tus trabajos?

QB: Sí, seguro. Pero no solo la muerte, sino cualquier tipo de experiencia. Todas las experiencias: relaciones personales, trabajos, viajes, etc.. son las que van influyendo a cada persona de modo diferente.
La manera en que yo intento hacer los cómics es sin duda algo muy determinado por mi modo de ser. Igualmente, la manera en que cualquier lector lee un cómic está bastante determinado por su propia experiencia.
La gracia y la dificultad de la ficción viene determinada por eso, creo yo. Que un autor, desde su prisma personal, pueda atraer al lector narrando una historia lo suficientemente universal para atraer al máximo número de lectores y, a la vez, mantener suficientes dosis de elementos reconocibles y cotidianos para el lector. Creo que es así como se crea la empatía entre el autor y el lector.

Pero todo esto parece mucho más complejo de lo que es… En el fondo, es un mecanismo muy intuitivo, según mi opinión.

TB: Tras Haciendo Café nos descubres el Continente de Môm, donde transcurren diversas historietas tuyas otra vez bajo el paradigma de la fantasía. Recientemente ha sido reeditado por Dolmen Editorial tu cómic El Corazón Negro, perteneciente a dicha saga. En esa reedición haces el siguiente comentario: “Este cómic que tienes en las manos es una reedición de El Corazón Negro, cuatro cómic-books que salieron en el año 2.000. Personalmente, el dibujo de este cómic no me acaba de convencer. Pero aspectos más importantes, creo yo, como la narrativa o el guión, creo que siguen teniendo la misma validez que cuando se publicó por primera vez.” ¿Crees que, en la historieta, el dibujo es algo secundario?

QB: Dicho así suena algo despectivo, que es una idea que no me gustaría transmitir. Pero tengo muy clara una cosa: para mí, un excelente dibujo con un pésimo guión hacen un cómic insulso, pero un pésimo dibujo con un excelente guión hacen un cómic interesante.

Los dos protagonistas de El corazón negro

Lo que sí está claro es que para hacer un buen cómic se necesita de un buen guión bien relacionado (narrado) con un buen dibujo. Porque no hay que olvidar que el cómic es básicamente “narración”. Formalmente puede ser tan bonito como sea posible, pero la esencia del cómic es el argumento.

Para mí, el cómic tendría este paralelismo: el dibujo es el cutis de una persona, la narración, los músculos, y el argumento, los huesos.

A primera vista, un cutis sano es atractivo. Pero para que el cuerpo pueda moverse necesita una musculatura que active ciertos resortes, tense de un lado y destense de otro. Y, finalmente, el cuerpo necesita de un esqueleto fuerte, que aguante la presión de todo el conjunto.

TB: No tengo muy claro si te he entendido (risas). ¿Restas importancia a la dimensión estética del dibujo, pero no así a la dimensión narrativa del mismo y a su grado de adecuación al guión?

QB: Jajaja! No, si es por algo que me dedico a dibujar cómics, no a teorizar sobre ellos… No es que le reste importancia al dibujo, es que creo que es “sólo” una parte del cómic. El dibujo es importante, pero no es lo principal. Lo principal, según mi opinión, es que dibujo, narración e historia vayan al unísono y estén equilibrados.

El cómic es en esencia: “Explicar” (narración) “historias” (argumento) “en dibujos” (aspecto gráfico). Si falla una de las tres partes, el cómic se queda cojo.

Es mi humilde opinión… Tampoco no soy una persona muy dada a teorizar. Mis conocimientos sobre el cómic se deben básicamente a mi faceta de lector y a la limitada experiencia que he ido acumulando como autor. No estoy ni pretendo estar a la altura de conocimientos teóricos de muchos de los críticos de cómics ni de maestros del cómic que llevan décadas en este arte… Vaya, que yo sería incapaz de hacer nada del estilo del Understanding Comics de Mccloud.

TB: Vale, vale, intentaré no ponerte más contra las cuerdas. Junto con tu periplo por el Continente de Môm, realizas el unitario El Lobo Mateyo, donde recuperas ciertos elementos ya presentes en Muerte Animal como el entremezclar, en una historia de terror, una cierta dimensión de lo sobrenatural defendiendo un entorno natural y salvaje. ¿Eres aficionado al género de terror?

QB: La verdad es que no especialmente. Me gustan las ficciones con un punto de terror… Sobre todo mezclado con la acción, por ejemplo Alien 2, o la primera mitad de El Guerrero Nº13,… pero del género de terror puro y duro no tengo apenas ni cómics, ni libros ni dvds.

Y, de hecho, tanto Lobo Mateyo como Muerte Animal creo que son una mezcla de géneros. Lo que me atrae del género del terror son los mecanismos que utiliza para atrapar al lector/espectador. Pero no me imagino haciendo una Matanza de Texas

Respecto a lo que comentas de lo sobrenatural defendiendo un entorno natural y salvaje, es cierto que tanto Lobo Mateyo como Muerte Animal hay una especie de “naturaleza vengativa”. Pero… ¿es realmente una “naturaleza” externa al ser humano? Creo más bien que se trata de un reflejo de los propios personajes. Todos tenemos algo de “monstruo malvado”…

Lobo Mateyo

TB: Finalmente, llega el “proyecto Orn” a tu vida… ¡¡y todavía sigues en él!! ¿Cómo surge Orn y por qué no integraste estos relatos, también de corte fantástico, en el marco del Continente de Môm?

QB: ¡Me temo que lA respuesta va a decepcionarte! Entre dos cómics de El Continente de Môm, quise hacer un comic-book divertido de leer y dibujar. Algo más ligero y no tan pesimista como Môm. Así que Orn nace de un puro divertimento!

Me apetecía dibujar animales antropomórficos, me apetecía dibujar un ambiente medieval-fantástico… simplemente, sin nada más detrás.

Pero solo de empezar con los esbozos y las primeras ideas, me di cuenta que podía pasarme años dibujando eso. Y así ha sido (y seguirá siendo, espero).

Varias páginas de Orn: Historia Universal 1 (ampliables con un click)

TB: ¿Dirías que frente a los relatos de Môm, donde el argumento parece mandar sobre los personajes en muchos momentos, en Orn son los personajes quienes condicionan el desarrollo de la narración?

QB: Hombre, la serie de Orn está limitada por el mismo hecho de que se mueve en torno a un personaje. Esto limita bastante los guiones, es cierto. En Môm puedo crear guiones con personajes y situaciones partiendo de cero. Orn tiene una personalidad concreta que no puede cambiar… pero tampoco eso me limita mucho. En La Isla Hormiga (Orn, Historia Universal #2) me pongo a narrar tres historias, dejando de lado a Orn. Creo que a más de uno le sorprendió este enfoque. Y seguramente no es demasiado comercial… pero dentro de la saga puse este álbum justo donde yo quería.

Repaso histórico del mundo de Orn en La Isla Hormiga

Tengo pensado la saga de Historia Universal como un todo… puede que algún álbum, leído independientemente, de la sensación de cojear… Por eso siempre digo que, si tuviera que recomendar un solo álbum a un lector, le diría La Isla de la Mano.

La Isla de la Mano

TB: Has planteado Orn. Historia Universal en 13 entregas. Llegados a esa última entrega, ¿Orn se habrá agotado como personaje o esperas que todavía tenga muchas más cosas que contar?

QB: Uf, Orn dará para mucho más… Por ahora, sólo he planteado dos pequeños periodos de la vida de Orn (Dos Espadas e Historia Universal).

Muchas son las luchas – interiores y exteriores – que debe afrontar Orn, tal como nos muestra este bello flash-back de Orn: Dos espadas

Antes de Dos Espadas hay mucho que contar de Orn. Y entre Dos Espadas e Historia Universal hay otra saga en medio… en la que salen dragones! Y después de Historia Universal habrá más historias, seguro. Algunas ya rondan por mi cabeza. No sé cuantos años estaré activo como autor, pero no creo que tenga tiempo de hacer todo lo que quiero de Orn. Voy mucho más lento dibujando que no imaginándome argumentos nuevos. A este paso… ya os digo, no voy a terminar nunca! Jejeje…


Algunas secuencias de Orn: Historia universal 3

TB: Durante este tiempo, mientras proseguías con Orn. Historia Universal, te viste implicado como dibujante en la adaptación al cómic de la teleserie catalana Serrallonga, sobre un bandolero del Siglo XVI. ¿Cómo valoras el proyecto y tu participación en él?

QB: Una buena experiencia como autor. ¡Como persona, una putada, porque estuve todo el verano del 2.008 encerrado en casa! No, es coña. Hay algunas páginas que ahora retocaría… me hubiera gustado mimar más el dibujo, pero la fecha tope estaba limitada por la emisión de la serie de TV, así que era o eso o nada. Al final, todos, desde la guionista hasta el de la imprenta corrimos como locos, y lo logramos. Y tuvo bastante éxito. Un gran acierto del editor.

Además, conocí a Niqui Navarro que, aunque era nueva en los guiones de cómics, ya tenía mucha experiencia como guionista. Me gustó trabajar con ella, creo que nos entendimos bien. Es bastante posible que repitamos.

Serrallonga

TB: Me consta que la mayor parte de tus ingresos provienen del campo de la ilustración, mientras que como autor de cómics y a pesar de tu dilatada trayectoria profesional en este campo, desde hace años que publicas tu trabajo en editoriales “pequeñas” que pagan poco por página realizada. A tenor de eso, no puedo evitar preguntarte acerca de la polémica iniciada por Sergio Bleda sobre los perjuicios que ocasiona para el colectivo que los mismos autores de cómic “regalen” su trabajo.

QB: Uf! No sé, yo solo soy un “ninotaire”… Entiendo la postura de Bleda, pero también la del chico joven o del abogado o arquitecto que regala su trabajo porque le hace ilusión verlo publicado. Si me permites… creo que todo esto es una discusión que no lleva a ningún lugar. El problema real del estado español es que la industria del cómic, la poca que existe, es muy débil. Por no decir paupérrima. Así que sin una industria, los autores tienen que emigrar o regalar sus cómics, muchos fans crean sus pequeñas editoriales de las que no sacan ni un duro de beneficios, etc…

¿Cómo se arregla esto? Ni idea. Yo me limito a hacer los cómics lo mejor que sé.

TB: Ni que lo digas, Quim. Muchísimas gracias por todo el tiempo y el interés que has invertido en responder a esta entrevista que nos dará la oportunidad de conocerte un poco mejor y valorar más en su justa medida el gran trabajo que realizas como historietista.

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Tildoras
Tildoras
2 octubre, 2009 1:19

Absolutamente magistral entrevista y repaso a la obra de este autor. Naturalmente me quedo con Orn ya que estoy disfrutando de la grandiosa Historia Universal y si Quim dice que la cosa va para mucho más de los 13 álbumes planificados yo simplemente cogeré buen sitio y a disfrutar.

A ver si alguien me puede ayudar y me pone una lista de todo lo que Quim ha hecho de género fantástico y si ha salido ya el recopilatorio de Oro Rojo, que fue anunciado y nunca lo he podido encontrar.

Quim Bou
2 octubre, 2009 10:32

Hola, Toni!
He, he… me has pillado en la pàgina de AKA Bruno, eh? 🙂
Gracias por esta magnífica entrevista.
Salut!
Quim

jorge ivan argiz
2 octubre, 2009 11:48

Una gran entrevista.

El recopilatorio de ORO ROJO saldrá, claro que sí, pero aun saldrá antes (muy pronto) el cuarto volumen de ORN: HISTORIA UNIVERSAL

juanan
juanan
Lector
6 octubre, 2009 19:10

Genial la entrevista.
Un saludo al entrevistador y al entrevistado 😉

Por cierto Quim, yo tengo más que envidiarte a tí, que hay que ver lo que has progresado a lo largo de estos años