El gusto del cloro

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Edición original: Le goût du chlore (Éditions KSTЯ, 2008).
Edición nacional/ España: El gusto del cloro (Diábolo Ediciones, 2009).
Guión, Dibujo y Color: Bastien Vivès.
Formato: Novela Gráfica 144 págs. (cartoné).
Precio: 17’95€.

 

En unos pocos años el francés Bastien Vivès se ha labrado una reputación sólida como el nuevo estandarte del cómic galo, gracias a obras personales como El gusto del cloro, En mis ojos o Polina, pero también a coqueteos con la acción (La gran odalisca), el peplum (Por el imperio) o el erotismo (Los melones de la ira). Poseedor de un trazo suelto, vivaz, en la senda abierta por maestros como Edmond Baudoin (El viaje, Piero, Arlerí), Vivès es ya, pese a su juventud (nació en febrero de 1984), uno de los nombres imprescindibles del panorama internacional. El anuncio de cada nuevo proyecto despierta expectación repartida entre sus seguidores y los jurados de los más prestigiosos certámenes franco-belgas. Como unos pocos elegidos, ha pasado de joven promesa a referencia del mundo de la viñeta en el tiempo que se tarda en deletrear su nombre, fulgurante carrera que aquí el compañero Sergio Morales glosó en 2009. Aunque fue su cuarta obra publicada, la ascensión al Olimpo comenzó con El gusto del cloro (galardonado con el premio Essentiel Révélation del Festival de Angouleme en 2009), un depurado ejercicio de estilo alrededor de las prácticas de natación de un chaval un miércoles a la semana.

El gusto del cloro se lee en un suspiro y deja detrás esa misma evanescencia de las cosas fugaces, de esas que pensamos, por un momento, que podemos retener, aprisionadas en un hábito, pero el tiempo, implacable, nos burla, y las hemos perdido antes de haberlas tenido siquiera. Esa es la propuesta del autor y sabe Dios el trabajo que le habrá llevado conseguirla, por no mencionar el talento necesario. Vivès, como un matemático del instante, como un músico de la forma, selecciona pacientemente la imagen que contiene a las demás, que vuelve innecesarias las tomas intermedias. Las viñetas discurren como una melodía, con su propio tempo, con un algo de dulce ensoñación. Es fácil quedar asombrado con el despliegue gráfico, tan capaz de pormenorizar un gesto atrapado al vuelo como de resumir un movimiento con una mancha de color, y, sin embargo, lo realmente difícil es articular esos hallazgos para trascender la estampa costumbrista. La historia queda depurada hasta la anécdota, simplificada y a la vez engrandecida, como un símbolo. Conmueve porque ya la hemos vivido. Construida con emociones sencillas, como el roce fugaz de un beso en la mejilla, Vivès apela a esos recuerdos insignificantes pero vivificadores, de los que están hechos los vicios y las costumbres, pero también las ilusiones, frágiles como una gota de agua. Evita los nombres propios. Quiere proporcionar ese aire de chisme vecinal de “le ocurrió a un amigo de un amigo”. Así nos resulta doblemente mítica y cercana, pues le podría haber pasado a cualquiera, incluido a nosotros. Y, en cierta forma, nos sucedió años atrás, excepto por uno o dos detalles de la biografía particular de cada uno.



Con gran inteligencia, el autor busca la sinestesia entre el azul verdoso de su paleta y el sabor del agua clorada. Curiosamente, en mí no despertó el gusto sino el olfato y, mientras pasaba las páginas, evocaba la fragancia de la piscina donde aprendí a nadar de niño. Cada nadador es distinto, un catálogo de tipologías humanas, y aún de actitudes. Vivès alardea con el protagonista, a quien mueve con soltura a lo largo y ancho del cómic, pero a la joven nadadora le pertenecen las ilustraciones más precisas, retratada con el embeleso, entre mundano y sobrenatural, del enamorado. Particularmente afortunada es la cámara subjetiva (que llevaría al paroxismo en En mis ojos) a la que confía los momentos más emotivos y, también, los cómicos (los pocos que hay).

No se insistirá lo bastante sobre las deliciosas ilustraciones, la inteligencia de su elección, la delicadeza de su trazo, la sensibilidad de una mirada, en esencia, juvenil, pero que ya ha aprendido el sinsabor de la vida. En una profesión donde abundan los atajos, donde puede triunfar (y a menudo triunfa) quien aprende a dibujar muñequitos musculosos con los dientes apretados, Vivès acude al apunte del natural (del amigo, no del modelo) y lo sublima en una perfecta síntesis entre el realismo y la línea clara, con unas figuras que tanto podrían hermanarse con Chaland o Sempé, de lejos, como ser el retrato veraz de una adorable vecina, en el plano corto. La aparente sencillez de la composición esconde arteramente la sabia elección de encuadres, certeros y hermosos en los planos acuáticos, donde esa soledad característica del hombre en un medio inhóspito es reproducida con insultante verosimilitud.



Al final -que os conozco- la cuestión que flota en el aire es: ¿vale realmente los 18 euros que cuesta? Es una pregunta compleja. Para mí, atendiendo a la experiencia que proporciona, sí, sin duda. Pero es cierto que no es un relato de madurez, como pudieran serlo Los ojos del gato o Arlerí, ni profundo, como Historia de una rata mala o El almanaque de mi padre, sino frugal, como un escarceo veraniego. Además, aunque la calidad de reproducción es necesaria para hacer justicia a la belleza de las ilustraciones, y el tomo de Diábolo cumple sobradamente, podemos encontrar en el mercado ediciones cuidadas de material similar con precios más ajustados, incluso en tapa dura. En definitiva, como todo, es una opción personal. Sus 140 páginas pasan volando y alguno puede sentirse dolido de ello tras el desembolso; también es verdad que se disfrutan -y se recuerdan- más que otros tebeos que duran el doble y se olvidan a la mitad. Ustedes deciden.

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Tachuela
Lector
2 septiembre, 2013 11:39

Siempre me deja muy preocupado el machismo de Bastien Vivès, ese rollo adolescente de mostrar a la mujer como misteriosa e inaccesible, como un «eso» en vez de una persona. Sus chicas siempre se muestran desde la visión del hombre, con poca personalidad y mucha sensualidad. No es algo malo, pero me parece preocupante que siempre se hable de la estética y poquísimo de la ética.

Elokoyo
Elokoyo
Lector
2 septiembre, 2013 11:49

Yo me lo leí en su momento prestado de la biblioteca de mi pueblo y como dicen más arriba en la reseña, se lee en un suspiro. ¿Mi impresión? Que es una lectura anecdótica, que también despertaron mis recuerdos de cuando hacía natación, de cuando entrenaba para las competiciones, etc… pero de forma muy liviana y superficial.

Yo no conecté con la obra a un nivel tan íntimo como indícan en la reseña, ni le ví tantas bondades como describen. Estoy de acuerdo que a nivel de dibujo está muy bien y la paleta de colores está muy bien aplicada, pero a nivel de guión me dejo muy frio.

Para mí una lectura pasajera y que no vale los 18 € que cuesta el tomo en cuestión. La sensación con la me quedé después de leerlo fue «que no había pasado nada».

De hecho lo había borrado de mi memoria hasta que lo he visto reseñado aquí.

Mr. X
Mr. X
Lector
2 septiembre, 2013 11:52

Pues mire, Sr Tachuela, estoy bastante de acuerdo, pero con un matiz. No creo que en los cómic la perspectiva con la que se ve a las mujeres sea tanto “machista” como “adolescente” e inmadura. Porque tampoco hay que olvidarse que aunque sea un monstruo dibujando y narrando, el autor es un chavalín. Y no es lo mismo El gusto del cloro que Polina, unos años posterior, cuando ya, aparte de crear, por así decirlo, unas determinadas sensaciones, llega a crear un personaje (y que además es una chica) de una forma bastante emocionante.

Mathieu
Mathieu
Lector
2 septiembre, 2013 14:12

Pues de Vives tan solo he leido su última gamberrada (y primera me parce) que es Last Man. Muy entretenido. No tengo el placer de leer ninguna de sus otras obras. Por cierto que tal «Por el impreio» o sus cómics de humor?

Bueno Javier, un placer que nos traigas por estos lares un poco de bandee dessinée.

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
4 septiembre, 2013 8:39

Pues no había leído nada de Vivès aún; al final, animado por esta reseña me he leído este album. Y me ha encantado, joder. Es cierto que se lee en un suspiro pero también es verdad (o al menos es la impresión que me ha quedado, vaya) que es de esos tebeos que pueden leerse de dos formas; o devorándolo, o aceptando el ritmo que propone el autor y paladeándolo con calma, disfrutando las sutilezas de los gestos y los encuadres. El dibujo y el uso del color me han paeecido magníficos, pero lo que me ha encantado es la naturalidad que desprende. Porque considero que una de las cosas más difíciles de plasmar en una historia es el representar lo cotidiano con absoluta naturalidad y hacerlo atractivo sin imposturas o artificios (una de las razones por las que disfruté tanto Portugal, por ejemplo). Vamos, que me ha gustado, vaya; y, al menos yo, no me he quedado con la sensación de «no ha pasado nada».

Lamentablemente, lo que no ha hecho es despertarme recuerdos de la niñez o la adolescencia; consecuencias de haber aprendido a nadar pasados los treinta, je.

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
5 septiembre, 2013 7:19

Baudoin sigue en la pila de momento. Pero, sí, en cuanto le eche la mano te cuento. Faltaría más.

Y, por supuesto, gracias una vez más, Agrafojo. Suena a peloteo, pero lo cierto es que sin tus reseñas aún seguiría sin leer ciertas obras que, aún llamándome la atención, que por uno u otro motivo habría dejado pasar.

facurojas
facurojas
Lector
26 enero, 2016 0:21

Hace unos días me tope con este comic…
y lo único que me queda por resolver, es que le dice debajo del agua!
alguien tiene idea?
por ahí leí que le dice «je t’aime» …alguien tiene idea? y en las ultimas viñetas que dice?