El Héroe: libro uno

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Edición España: abril de 2011; Astiberri Ediciones (Colección Sillón Orejero).
Guión, dibujo, entintado y color: David Rubín.
Formato: tomo de 280 págs. encuadernado en cartoné.
Precio: 25,00 €.

 

Durante el último lustro, David Rubín (Ourense; 1977) ha construido una sólida bibliografía en la que, más allá de inevitables influencias y confluencias, reivindica un estilo personal e intransferible; en lo relativo al trazo y a la inconfundible línea de tinta, pero también a su prosa y al aspecto emocional de una obra impregnada de cierto halo de melancolía… pero también de una férrea determinación, una fe y convicción en sus propias posibilidades y un espíritu combativo e inconformista, demostrado en la sempiterna voluntad de dar un paso más allá de las expectativas del lector. Así, Rubín parece renunciar una y otra vez a la tentación de acomodarse en fórmulas que domina, descartando la posibilidad de atenerse a la literalidad de un estilo y una temática con las que ha alcanzado un merecidísimo reconocimiento. Al mismo tiempo, e independientemente de que se traten de historias cortas –recopiladas o publicadas en fanzines y revistas–, de adaptaciones de material ajeno, o de obras unitarias, conjuga ese inconformismo con la fidelidad a una sensibilidad artística y emocional que impregna su particular universo ficcional.

Este ánimo, esta actitud beligerante e inconformista frente a la página en blanco, es llevada al extremo en El Héroe: libro uno, donde se enfrenta la primera parte de su particular odisea autoral. Y atendiendo a las líneas que inauguran esta obra –sumadas a la preciosa página introductoria–, enseguida queda puesta de manifiesto su voluntad de rendir tributo a un “sentido de la maravilla” del que Jack Kirby es el máximo exponente:

¡Reina la ficción! Dando forma a un mundo a caballo de lo mítico y lo humano. Donde lo imposible es sinónimo de cotidiano y lo increíble, dogma de fe. Saltan al escenario decenas de vidas reimaginadas, reinventadas con el firme propósito de emocionar, de enternecer. Nuevas miradas desde las que poder juzgar acontecimientos una y mil veces vistos.

Vaya por delante que éste, su proyecto más ambicioso hasta la fecha, no se queda en mero tributo a los cómics que durante su infancia le acercaron al medio, sino que parece tener algo de contundente golpe sobre la mesa. Todo un punto de inflexión en su carrera, advertencia sonora de por dónde discurrirá la misma a partir de este momento: por donde le dé la gana, ni más ni menos. Sin complejos, trabas, ni cortapisas y contando con la complicidad total de una editorial ya conocida –la bilbaína Astiberri–, en la que parece sentirse especialmente a gusto; y sin dejarse intimidar por el hecho de que tamaña empresa haya requerido transitar derroteros antaño desconocidos. No en vano, El Héroe se configura como un cómic de aventuras que aborda elementos de la mitología griega, centrándose de forma concreta en la historia de Heracles y las doce pruebas a las que lo sometió su primo Euristeo. Pero en lugar de decantarse por la fidelidad más absoluta, Rubín opta por introducir numerosos anacronismos y cambios respecto a la leyenda original, alimentando así una descontextualización que posibilita conjugar géneros, estilos y temáticas: ciencia-ficción, superhéroes, mitología clásica, crítica social., etc. Un sorprendente y divertidísimo pastiche que ofrece diferentes niveles de lectura, todos ellos consistentes y enriquecedores.

Dos páginas interior de El Héroe, extraídas de la edición digital de El Mundo
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

Tanto la temática abordada como la extensión de la obra –sumando el segundo libro rebasará las 500 páginas– permiten al ourensano introducir no pocos cambios en su estilo. En lo que al aspecto narrativo se refiere, destaca sobremanera la posibilidad de explayarse en la secuenciación de largas escenas de acción. Toda una novedad, teniendo en cuenta que el tono y la trama de tebeos anteriores no permitían plantear una acción tan física, en la que la elaboración de las “coreografías” le obligan no solo a elegir cuidadosamente los planos y ángulos más adecuados, sino también a “mover” de forma variada a los personajes y, por extensión, los emplazamientos en los que se desarrolla la acción.

Para alcanzar este fin, Rubín se decanta por una imaginativa diagramación de página, cuya variedad en la disposición de viñetas no es fruto del mero capricho ornamental, sino que obedece a los requerimientos de la historia; prima pues la funcionalidad, sin por ello renunciar a un notable atractivo estético en la composición de unas páginas que también llaman la atención por la limpieza de su trazo, privado de las manchas de tinta, de las masas de negro tan características de obras anteriores. Así, tanto el enfretamiento contra las aves del Lago Estinfalia -a ritmo del Heroes de David Bowie-, como la batalla contra el Toro de la Isla de Creta, o el episodio onírico de Teseo en la Ciudadela de las Amazonas, son memorables. También destacan pasajes en los que el autor inserta pequeñas viñetas dentro de otras que ocupan el ancho de página, de forma que el conjunto integra una misma secuencia, natural y fluida. Un recurso que parece alimentado por la experiencia adquirida durante la realización de Cuaderno de tormentas, obra a medio camino entre el cómic y el relato ilustrado, donde hizo auténticos juegos malabares con el aspecto compositivo y narrativo de cada página… Pero también con el coloreado, que en El Héroe adquiere una importancia decisiva; no solo a nivel volumétrico, en la definición y separación de planos, iluminación y creación de ambientes –físicos y emocionales–, sino también en la propia secuenciación, en el acompañamiento al lector, contribuyendo a marcar el tempo de cada escena.

Página 74 de El Héroe, en sus fases de lápiz, tinta y color
(haced click sobre la imagen para ampliarla)

Para terminar de rizar el rizo, se anima a sacar un gran partido a una de las herramientas que no por ser de las más representativas de este lenguaje, dejan de infrautilizarse -e incluso despreciarse-, como son las onomatopeyas. Les da forma de viñeta, las integra en el entorno y las adapta gráficamente en función de lo que requiere cada situación y personaje u objeto al que aluden, siempre teniendo en cuenta la oportuna gradación de su morfología y tamaño, para definir la intensidad de los sonidos que pretende evocar. En definitiva, con esta obra Rubín incorpora multitud de nuevos recursos a su repetorio, y explota todo su potencial -del que parece plenamente consciente- de otros de los que ya echó mano en el pasado.

También podríamos comentar los numerosos guiños, homenajes e influencias apreciables en este cómic: unos más evidentes, otros condicionados por el ojo del lector. Pero no parece descabellado observar detalles reminiscentes de Dragon Ball, Astérix, The Ultimates, Astro Boy, la DC Comics más clásica, e incluso el rastro de autores de los que el historietista gallego es confeso admirador, como Jack Kirby, Frank Miller, Paul Pope, Osamu Tezuka, Chris Ware, o Max. En cualquier caso, puestos a comentar este catálogo de curiosidades, parece imprescindible valorarlo en su justa medida, sin que quede lugar a dudas de que quien escribe estas líneas está firmemente convencido de que el autor ha conseguido integrar de forma totalmente orgánica y natural pinceladas de esas influencias en su propio estilo, depurándolo, puliéndolo y perfeccionándolo hasta el punto de que con El Héroe parece haber alcanzado un dominio de su “caligrafía” que le permite afrontar con confianza decisiones creativas muy arriesgadas. Un brutal salto cualitativo con el que no solo es fiel a su «voz» autoral, construida durante los últimos años, sino que además la eleva unos cuantos decibelios.

Ciertamente, «reimagina» el género de aventuras, y dirige una “nueva mirada” hacia una historia mil y una veces contada. La historia «del niño que creció sin amor, el hombre que amó a los demás más que a sí mismo. Del campeón que, con todos sus logros y errores, antes ahora y siempre será conocido como… El Héroe«. La historia que, de algún modo, cierra el ciclo iniciado con la serie mitológica Olimpus (revista Humo, Astiberri). La historia que, por méritos propios y con independencia del final que reciba durante el año 2012, se postula como una de las obras españolas más contundetes, meritorias, reivindicables y recomendables del presente año. Sin lugar a dudas, todo un tebeazo.

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Íñigo Aguirre
Lector
11 junio, 2011 10:50

Una joya!

Juan Bauty
11 junio, 2011 11:11

Pintaza!!

Huckleberry
Huckleberry
11 junio, 2011 12:44

No me cansare de decirlo (y en Zona Negativa ya comienzo a ponerme pesado) pero este tebeo es UNA PA-SA-DA.

Pandoranachios
Lector
11 junio, 2011 13:01

Voy a ser una nota discrepante, si bien estoy de acuerdo en términos generales con lo expuesto en el artículo. La obra en sí es muy meritoria pero tengo que decir que para mi no supera su anterior obra Cuaderno de Tormentas.
Creo que le sobran algunas escenas que rozan la ñoñez más absoluta, como la del cordero del principio, o el intento de mezclar cosas del mundo actual, véase el mundo del famoseo, con la épica del héroe que quedan un poco impostadas, cómo el cambio de idiosincracia de algunos personajes mitológicos que no tiene nada que ver con los originales en los que están inspirados y que se podrían llamar así como ser de nuevo cuño.
En cuanto a técnica hay que destacar absolutamente el uso del color y la narración de algunas escenas.
Pese a las expectativas que tenía, en mi caso además de fan del autor soy fan de la mitología griega, tengo que decir que me ha dejado una sensación agridulce.

Chervi
Chervi
11 junio, 2011 13:27

Pues cuaderno de tormentos fue un quiero y no puedo.

Pandoranachios
Lector
11 junio, 2011 13:35

¿En qué sentido dices que fue un quiero y no puedo Cuaderno de Tormentas Chervi?

José Torralba
11 junio, 2011 19:07

Una grandísima historieta. Destacaría tres cosas: su satisfactoria condición de pastiche (como destaca el artículo), su desbordante imaginación a la hora de componer y jugar con la página y, por encima de todo, ese sentido de la maravilla aplicado a un héroe clásico. Y es que, al contrario de lo que muchos opinan, yo no creo que Rubín sea iconoclasta para con la esencia del mito; más bien al contrario: se adivina un profundo estudio y una reducción al mínimo común denominador, a la esencia de Heracles, que le permite al artífice del cotarro cambiar todo lo accesorio y mantener lo nuclear. El Heracles de Rubín sigue siendo Heracles pese a la cantidad de licencias que se toma el autor. Por cierto, brillante reseña, David. Tan buena como el cómic 😉

Poppy Fresco
13 junio, 2011 9:19

Qué pintaza brutal tiene esto. El dibujo de Rubín siempre me había echado un poco para atrás… pero a éste le eché un vistazo en la feria del libro y ¡ay, madre! Qué gozal. Sí, sí, gozal. No me lo compré pero debería hacerlo, además, todo lo que leo son excelentes críticas.
Por cierto, espectacular el artículo.

Chervi
Chervi
13 junio, 2011 9:30

Pues que se le veían buenas intenciones, pero se quedó en eso. Quiso darle tanta profundidad y relevancia que a ratos me resultaba ridículo, y todo dentro de un imaginario muy pobre y con muy poco fuelle.
Es un libro muy atractivo, eso hay que reconocerlo, con una edición bastante mimada; un buen reclamo, vaya. Pero cuando lo lees es otra historia. Entonces te das cuenta de que te la ha vuelto a colar.

JAVIE
JAVIE
Lector
13 junio, 2011 15:13

Para mi esta Novela grafica es un «must have» desde hace mucho,espero que su nivel cumpla con las expectativas que tengo sobre ella.

Octavio B. (señor punch)
Octavio B. (señor punch)
13 junio, 2011 18:14

Me alegra que a David le impactase´El Héroe’ tanto como, creo, a todo Dios (salvo excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, muy respetables): Muy de acuerdo con su artículo de pe a pa, así como con lo que José Torralba comenta: no, de iconoclasta nada, esto es una disección MUY pura de lo que es el heroísmo y ser un héroe, «EL Héroe», em mayusc, el Molde de todos los demás.

Por cierto, se ha hablado del hecho de descontextualizar, que podemos disfrutar en este cómic, y lo antropomórfico… yo tengo mi teoría (no la compartí con el autor para ver si es acertada, pero la tengo…): David, por edad, fue un chaval en un momento en que Dragon Ball arrasaba en la Telegaita. Pero arrasaba, como el 1,2,3 en los 80, a lo bestia. Loveía todo cristo. Yo era estudiante de Hª, y era la comidilla entre los veinteañeros. Y entre los chavales de instituto, ya ni te cuento. Y todos conocemos cómo las gastaba esa saga, que mezclaba tradición, dioses, ciudades hipertecnificadas, bichejos antropomórficos… vamos, que creo que es un clarísimo punto de partida para entender todo este gusto de Rubín por sacar de contexto todo. pero además, es que en El Héroe este hecho tiene su función, porque nos aleja de cualquier lugar, época o realidad: El Héroe habla de figuras simbólicas: este tebeo es eso, la disección de un símbolo purísimo.

Jojo, por cierto, yo pasaba del anime de Toriyama :0

José Torralba
13 junio, 2011 18:34

Jejejej, pues sí, Octavio. De hecho a medida que lo leía me gustaba pensar que Rubín partía de un prototipo de héroe clásico y lo descontextualizaba lo justo para que, aun conservando la esencia de Heracles como mito, alcanzara de lleno el arquetipo heroico (más como lo describe Eliade que Jung). O a lo mejor es que me he flipado por estar releyendo la Historia de las creencias y las ideas religiosas, que todo puede ser.

Y joder, sí, Dragon Ball marcó una época. A mí me pilló de crío totalmente y la echaban en el Canal Sur. De ahí a la serie blanca, el estraperlo de las fotocopias (no encuentro una manera mejor de describirlo), los cromos, la serie roja, etc. etc. fue todo una. Aún hoy día cuando mi primilla chica la pone en Boing guardo buenos recuerdos, especialmente de las etapas en las que el prota era crío. Pero me voy por las ramas: juraría que Rubín ha suscrito por ahí la influencia de Dragon Ball, aunque diría que no de forma tan providencial y junto a muchísimas otras referencias (las menciona David en el texto). ¡Un saludo!

Octavio B. (señor punch)
Octavio B. (señor punch)
13 junio, 2011 18:39

sí claro, una influencia, nada más, que quede claro… quiero decir que eso, en una generación fue un anime… imposible de ignorar. Y ahí lo veo, pero como un ingrediente más, claro 🙂

Pepo
Pepo
13 junio, 2011 11:09

Estoy de acuerdo, José. El héroe es una grandísima novela gráfica

Pepo
Pepo
13 junio, 2011 12:41

José, pero si te he dicho que estaba de acuerdo contigo. Que estaba de acuerdo. No pretendía “provocar” ningún debate, como dices, ni discutir sobre la novela gráfica. Te he dado la razón, comparto tu opinión sobre El Héroe. Usa el término que prefieras, yo ahí no me meto, pero déjame que yo también use las palabras que me parezcan bien, ¿no? He llamado novela gráfica a El héroe porque creo que es exactamente lo que es, igual que lo dice el mismo David Rubín:

“No es un tebeo que se pueda encasillar fácilmente en un género. Le llamaría novela gráfica porque desde el punto temático y artístico lo he abordado con libertad total, sin trabas y sin ningún modelo preestablecido. No es un tebeo de superhéroes al 100%, pero hay mucha acción. Y no es un cómic sobre realidad social, aunque toca muchos temas”,

http://www.elmundo.es/elmundo/2011/03/10/comic/1299763001.html

No entiendo esa fijación conmigo ni esas maneras, aunque te dé la razón y esté de acuerdo contigo. Si lo sé, no digo nada. Que es lo haré en futuras ocasiones aquí. Un saludo.

Pepo
Pepo
13 junio, 2011 14:57

Ok, era eso, que te caigo como tres patadas. Está bien saberlo, ahora lo entiendo.

Sobre lo demás, no sé de qué hablas. Yo no leo tus artículos, luego difícilmente podría contestarte a ellos, en Twitter o donde sea. Estás completamente confundido, de verdad. Si tienes algún problema personal conmigo, lo siento mucho, pero yo no tengo ninguno contigo. De hecho, te había dado la razón hoy, en mi primer comentario, porque comparto tu opinión y también por aquello de coincidir. Lo del boxeo y la paranoia ya es cosa tuya.

No sé qué edad tienes, ni si eres de mi tierra o de otra, pero tu educación sí me ha quedado bien patente. Nada más.

José Torralba
13 junio, 2011 13:26

Mira Pepo, no sé cómo se hará esto por tu tierra pero en la mía se hace así: no me caes bien por muchos motivos que no voy a enumerar aquí por educación. Es más, me caes como tres patadas en los cojones. Y sinceramente, pensé que un tío de cuarenta pasaría de estos jueguecitos de “ahora comento”, “ahora te respondo en un blog con pseudónimo”, “ahora pregunto que quién escribe en el Twitter de Zona Negativa”, “ahora me hago el ofendido”, “ahora te contesto a un artículo que has publicado por Twitter pero no te nombro y después me hago el ignorante”, “ahora me río con mi panda de amiguitos en plan jijijijiji ha dicho esto, esto y lo otro”. Son actitudes que me parecen de adulto de patio de colegio, la verdad.

Si quieres evitar mi fijación por ti, lo mejor que podrías hacer es seguir los buenos consejos de tu “hermano mayor” y no darme la vara. O dármela, pero por derecho y por delante y no con tonterías que no veo desde los quince años. Vaya, que cuando publique un texto vienes, me lo comentas y discutimos. Por favor, no te lo tomes como un reto porque nada me fastidiaría más que publicar un artículo y que me lo jodiera tener que discutir contigo. Apreciaría infinitamente que me ignoraras. Y eso incluye entrar a comentar en el artículo de un compañero y comenzar tu primer comentario con un “José” para luego decir que –me parto– tengo fijación por ti. ¿Qué le voy a hacer? Tengo educación y si alguien me habla y encima me parafrasea, contesto. Por cierto, no creo haberlo hecho (antes) de malas maneras. Y por si no te dabas cuenta, decía que El Héroe es perfectamente una NG acorde a mis razones. Déjame tenerlas, si te place. Y ahora saluda, di “adiós” y no tengas los santos cojones de venir a boxear conmigo en un texto en el que David ha puesto el alma.

Ciao, Pepo.

José Torralba
13 junio, 2011 12:25

Bueno Pepo, aquí no vas a “provocar” ningún debate porque, ¡cierto! es una gran novela gráfica: publicitada como tal, autoral y editorialmente etiquetada como tal (aunque Astiberri prefiera llamarla cómic-río superheroico), directamente en tomo (de 17×24 cms además, el estándar), de extensión media-larga y con voluntad de acceder al mercado de librerías generalistas. Para ti lo será por otros motivos, pero conste que para mí El Héroe también se acoge perfectamente a la etiqueta de novela gráfica.

Pero como me ha parecido tan cojonuda, decir de ella que es una buena novela gráfica se me quedaba corto. Todas las novelas gráficas son historietas, pero no todas las historietas son novelas gráficas. Y quería destacar que El Héroe no es sólo un grandísimo trabajo entre los de su especie sino también a la luz de la forma artística de los cómics en general. ¿Para qué compararlo con unos cuantos si puedo ser preciso y compararlo con todos? Un saludo y gracias por pasarte.