#ZNStarWars – Las galaxias en colisión: la influencia de Star Wars en Dragon Ball

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Las sociedades contemporáneas han tenido desde principios del siglo pasado una dependencia cada vez mayor en su relación con la cultura. Las consecuencias directas de la industrialización, los hallazgos y avances científicos aplicados a la vida diaria, y los cambios sociales, lentos pero progresivos, como el acceso generalizado a la educación, lograron exportar a las clases medias y bajas el concepto de ocio. La mejoras en las técnicas de impresión acercaron al gran público las publicaciones periodísticas, las novelas pulp y los cómics. El descubrimiento del cine arrastró a las familias a las salas para disfrutar de sus historias, primero mudas y en blanco y negro, y luego en color y esplendoroso sonido. La economía capitalista siempre atenta a generar necesidades haría el resto, desligando por primera vez palabras como cultura y privilegio. Luego llegaría la televisión para acabar de «democratizar la cultura», un medio que conquistaría los hogares de todo el mundo después de la Segunda Guerra Mundial, con sus noticias y programas informativos, pero también con sus espacios para el puro entretenimiento que adaptaron con éxito el formato de serial radiofónico y cinematográfico a las nuevas reglas catódicas. Nada volvería a ser igual.

En este tiempo la cultura se ha ido adscribiendo cada vez más a las normas del mercado, las leyes de la oferta y la demanda que hoy parecen incluso sobrepasadas, y los medios de comunicación, y la llamada sociedad de consumo, han logrado encumbrar y convertir en verdaderos iconos, reconocidos a nivel mundial, historias y personajes de todo tipo. Desde Superman a Harry Potter o Los Juegos del Hambre, desde Drácula a Mickey Mouse o Jack Sparrow, desde el Che Guevara a Los Beatles o Madonna. Todos ellos, personajes reales o de ficción, historias basadas en hechos reales o imaginados, han pasado a formar parte de un pensamiento colectivo, referentes capaces de definir perfectamente una época, independientemente de su fuerza o capacidad para transformar o adaptarse a su realidad. Hoy vamos a hablar de dos ellos, Star Wars y Dragon Ball, universos y galaxias distantes pero al mismo tiempo cercanos por la influencia que una ha podido tener sobre la otra.

Star Wars y Dragon Ball, fenómenos de la cultura popular

Pero, primero de todo, antes de entrar de lleno en el tema del artículo debemos plantear una pregunta. ¿Cómo llega una creación determinada a formar parte de la cultura popular de masas? ¿cómo se define un referente cultural de las características de Star Wars y Dragon Ball? ¿las claves de su éxito? No, eso se nos escapa. Habría muchos motivos para el análisis en estas preguntas, muchas implicaciones a tener en cuenta, y muchas respuestas podrían ser válidas pero no nos servirían para establecer un patrón. No obstante, si nos acercamos a algunos de estos iconos en su marco y contexto originales seguramente seremos capaces de observar en ellos una destacada capacidad de síntesis, explícita en algunas ocasiones, simbólica y metafórica la mayoría de veces, sobre la idiosincrasia y valores de la sociedad en la que se produce su nacimiento y su posterior adopción. Las mayores y más influyentes historias y personajes del siglo pasado recopilan lo que hubo antes de ellos y prometen en su aventura algo nuevo y diferente, un sentimiento que propicia comprensión, emoción, aventuras y épica y, sobre todo, grandes dosis de evasión respecto del ingrato día a día.

De esta manera, si volvemos sobre el citado Superman, creado a finales de los años cuarenta por parte de Jerry Siegel y Joe Shuster, veremos en él un heredero de la tradición pulp anterior llevaba hasta el siguiente nivel, al mismo tiempo que sus valores y virtudes reflejan los de una época necesitada de héroes sobrehumanos capaces de defender una justicia social en la que ni siquiera las instituciones eran capaces de creer. El nombre de Elvis Presley, el Rey del rock and roll, o el de la popular modelo y actriz Marilyn Monroe, fueron en los años cincuenta un auténtico boom, estrellas de la música y el celuloide cuyas personalidades trascendieron el medio para convertirse en estereotipos e iconos sexuales de una sociedad, la estadounidense, obsesiva, conservadora y propensa a la autocensura. Hoy tenemos un colapso de producciones adolescentes de ciencia ficción, historias del palo de Los Juegos del Hambre, Divergente o El Corredor del Laberinto, con un trasfondo social y político que refleja la crisis existencial a la que se ven abocadas las nuevas generaciones, enfrentadas a un mundo y un futuro que no parecen tener mucho que ofercerles.

Este análisis también se puede aplicar a Star Wars y Dragon Ball. El estreno en 1977 de la primera película ambientada en el universo galáctico concebido por George Lucas produjo todo un terremoto a nivel mundial del que todavía estamos intentando recuperarnos. La epopeya de joven Luke Skywalker recuperaba el sentido y el gusto por la ciencia ficción pulp de décadas pasadas, y lo hacía en el momento perfecto, captando la necesidad del público estadounidense por un cine más ligero, alejado del que habían devorado en los años de la Guerra Vietman, el movimiento hippie y el cómic underground más comprometido con la lucha por los derechos civiles. Las nuevas generaciones descubrieron con Star Wars, y las producciones de Steven Spielberg, el cine de evasión, y las productoras lo explotaron con enorme éxito durante los años ochenta, sentando las bases de una rentable fórmula que de pura repetición y estiramiento ha producido su misma hipertrofia. El compañero Samuel Secades comentaba este tema en más profundidad ayer mismo en su artículo El Despertar de la Nostalgia que ha servido de perfecta apertura a nuestra Semana Star Wars.

Es también en los años ochenta, más concretamente en la distópica fecha de 1984, cuando se comienza a publicar en Japón los primeros capítulos de una historia que también habría de marcar un antes y un después: Dragon Ball. El popular manga de Akira Toriyama pronto captó la atención del público nipón, y con su adaptación al anime saltó todo tipo de barreras y aduanas para convertirse en todo un fenómeno que haría reconocibles a sus personajes a nivel mundial. Esta obra sirvió para acabar de dar a conocer el manga en muchos países occidentales que abrieron sus puertas a todo un mundo de nuevas historias con un aspecto, una sensibilidad y temáticas diferentes a las que este público estaba acostumbrado a ver en el cine, la televisión y los cómics de procedencia principalmente anglosajona y europea.

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La historia de amor de Akira Toriyama con Star Wars siempre ha estado ahí

La gran acogida de Dragon Ball, primero por los espectadores, y más tarde por los lectores, tuvo mucho que ver, entre otras características de esta historia, con su accesibilidad, un relato de aventuras y autodescubrimiento, con grandes héroes y peores villanos, como en Star Wars, representativa de las particularidades de la cultura japonesa, pero al mismo tiempo capaz de rendir tributo a una herencia de origen occidental con la que se podían identificar los aficionados de todo el mundo. Posiblemente, teniendo en cuenta películas, series de televisión, videojuegos, figuras, cromos, y todo tipo de merchandising y parafernalia, Star Wars y Dragon Ball sean las dos sagas más reconocidas de la presente cultura popular. La influencia en ella de Star Wars parece clara, y podríamos estar hablando horas, posiblementge días sobre ello, la de Dragon Ball apenas acaba de empezar a dejarse ver en el concepto de acción sobredimensionada del cine de Hollywood de principios de este siglo XXI.

Los orígenes de la obsesión de Akira Toriyama

Pero ha sido Dragon Ball la que ha contado con la ventaja de contar con Star Wars entre sus referentes; el maestro Akira Toriyama nunca ha escondido su pasión por la saga, especialmente por la trilogía original, rellenando sus trabajos de guiños y homenajes a las aventuras narradas por George Lucas. Los préstamos visuales y alusiones a la saga galáctica están ahí de la misma manera que los vinculados a otros iconos occidentales, sobre todo cinematográficos y televisivos, como pueden ser Alien, Terminator, Star Trek o King Kong. Todas ellas comparten espacio con otras influencias de carácter oriental, pero reconocidas a nivel mundial, como Godzilla, Mazinger Z, Bruce Lee o los Power Rangers.

Todo este bagaje sería objeto de estudio para otro artículo, hoy simplemente nos basta con saber que en este equilibrio de referentes es donde Dragon Ball mantiene uno de sus más jugosos atractivos. El resultado es una historia que refleja el nuevo espíritu aperturista de la sociedad japonesa de la segunda mitad del siglo XX, en su voluntad por expiar sus pecados y transformar un pasado traumático, determinado por la guerra y el pánico nuclear, en algo definitivamente positivo y esperanzador. La mentalidad japonesa llega a la conclusión después de los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki, y su desastrosa salida de la Segunda Guerra Mundial, de que toda energía desarrollada por el ser humano puede ser utilizada para hacer el Mal, pero también el Bien. La comprensión de este hecho creará una búsqueda de equilibrio que s transmutará en una actitud recelosa de lo militar, Japón apostará por una política enfocada únicamente a la defensa, rechazando el desarrollo de armas nucleares y manteniendo un férreo control civil sobre sus fuerzas armadas renunciando «a la guerra como un derecho soberano de la nación y a la amenaza o uso de la fuerza como medio para resolver disputas internacionales». La dualidad en esa compresión del equilibrio se puede apreciar muy bien en la serie de Akira Toriyama, cuando Son Goku utiliza su Kame Hame Ha o reúne la fuerza de los habitantes de la Tierra para despachar al malo de turno, generando a su vez una violencia que sirve como ejercicio de catarsis para los espectadores.

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Mysterious Rain Jack (1978), uno de los primeros trabajos de Akira Toriyama.

Esa energía empleada por los personjes de Dragon Ball deprende un halo familiar, asimilable a la Fuerza de la que se sirven los jedis, un concepto metafísico que a los aprendices capaces de entenderla y usarla les otorga habilidades capaces de mejorar sus condiciones físicas y mentales. Es también una fuente de poder con una personalidad dual pues puede ser utilizada de igual manera para hacer el Bien y el Mal. No es este un concepto revolucionario, se puede rastrear en las antiguas creencias panteístas y budistas, pero resulta curioso cómo estas filosofías tan similares, y con interesantes puntos en común, se canalizan en dos mitologías de ficción tan dispares en otros apartados. En la obra maestra de Akira Toriyama estas ideas se desarrollan de una forma natural, limpias de cualquier tipo de complejidad, y ofreciendo una dimensión diferente a las elegantes ideas y reglas que George Lucas plasma en sus películas. Lo códigos son distintos, Son Goku lleva en sus genes el honor de los samuráis, los jedis de Star Wars tienen más relación con las antiguas órdenes de caballería.

Pero a efectos prácticos, la energía, el Ki, y la energía, los miriclodianos, tienen una raíz semejante. Para muestra la llamativa condición de un personaje como Piccolo en sus primeras apariciones, un ser del que descubrimos ya en la primera mitad de la serie que en realidad está compuesto por dos entidades. La primera representa el equilibrio, el poder responsable y bondadoso, y la otra mitad identifica lo maligno, un ser caído en desgracia, en el lado oscuro, que tendrá una segunda oportunidad de escapar de las tinieblas después de conocer a Son Gohan y sacrificarse por salvar su vida, exactamente como Darth Vader haría por su hijo Luke Skywalker. Esto más que una inspiración es una conclusión lógica y una exposición práctica de la filosofía y la mitología implícita que manejan las dos sagas.

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¿Eso, al fondo del laboratorio de Bulma, son R2D2 y y un modelo en miniatura de la Lanzadera T-4a Lambda?

No obstante, el coqueteo de Akira Toriyama con Star Wars, como ya decíamos, viene de lejos; en una de sus primeras obras, Mysterious Rain Jack, en la que también se encuentra la génesis de Dr. Slump, la influencia se encuentra más a flor de piel que nunca. Lo podéis comprobar en la portada de la publicación que habéis visto más arriba. Por su parte, en la comentada Dr. Slump podemos encontrar homenajes en la misma línea, como ese miembro del cuerpo de policía de la entrañablemente absurda Villa del Pingüino que bajo su casco reglamentario llevaba a su vez uno de stormtrooper, o el laboratorio del malvado Doctor Mashirito que tiene la forma de la cabeza del dicharachero R2D2. Posteriormente, en Dragon Ball encontramos la evolución de este curioso edificio en la central de la Capsule Corporation, una planta que sigue recordando su origen pero de una manera más sutil.

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De arriba abajo: R2D2 en Star Wars, el laboratorio del Dr. Mashirito en Dr. Slump y la central de Capsule Corp. en Dragon Ball

En otras ilustraciones realizadas por Akira Toriyama para esta cabecera es habitual encontrar a personajes caracterizados como héroes y villanos de Star Wars, así como tampoco es extraña la presencia de otros elementos propios de su mitología. Todos ellos escondidos a primera vista, de igual manera que otros tributos, más gratuitos, o más insertados en sus tramas, deudoras de conocidas producciones del cine estadounidense de los años setenta y ochenta por el cual, como ya hemos dicho, Akira Toriyama siempre ha manifestado su fascinación, especialmente a la hora de hablar de ciencia ficción. No sorprende pues reconocer en la llamada saga de Namek, el epicentro dramático de la serie, una space opera en la que el aire pulp acaba sustituido por batallas de resonancias épicas, la personal interpretación de Akira Toriyama del ecosistema de Star Wars.

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¿Cuántos personajes de Star Wars reconoces en esta ilustración de Akira Toriyama?

En 1999, coincidiendo con el estreno de Star Wars: La Amenaza Fantasma, el inicio de la segunda trilogía de la saga, la revista Weekly Shōnen Jump de la editorial Shūeisha quiso rendir homenaje al avento y sus mangakas más reputados realizaron algunas ilustraciones especiales y comentaron sus impresiones sobre el próximo estreno. El creador de Dragon Ball se despachó con un dibujo en el que se podía apreciar su interpretación personal de un joven Anakin Skywalker, mientras detrás de él se podía ver un droide montado en una plataforma de ataque. En el texto que acompaña la ilustración el autor comenta lo siguiente:

«¡Uf! ¡Ha parecido una eternidad pero finalmente, Star Wars está de vuelta! Por no hablar de la historia, la atmósfera de su mundo y sus maravillosos diseños. Soy de los que han sido picados por el gusanillo y estoy rebosante de emoción. Ha sido una laaaaaaarga espera para la cuarta película. ¡Estoy muy emocionado!

Personalmente, no tengo mucho interés en los personajes de esta serie, así que Darth Vader aparezca de niño no me dice mucho a mí (solo estoy esperando a Ewan McGregor). Pero viendo el tráiler, los mechas, robots, alienígenas y demás, todos tienen muy buenos diseños. Los efectos especiales también lucen considerablemente impresionantes. ¿Va a ser realmente fantástico! ¡No puedo esperar!».

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El homenaje de Akira Toriyama a La Amenaza Fantasma
Dragon Ball: un uiverso de referencias a Star Wars

Para entonces el manga de Dragon Ball hacía casi cuatro años que había sido abandonado por su creador, legando un trabajo, con sus virtudes y defectos, destinado a marcar el camino a seguir para la siguiente generación de mangakas. Las historias de Eiichiro Oda (One Piece), Masashi Kishimoto (Naruto), Mitsutoshi Shimabukuro (Toriko) o Yoshihiro Togashi (Hunter x Hunter) son deudoramente referenciales a la obra de Akira Toriyama en la misma media que la de este puede serla de Star Wars. En las aventuras de Dragon Ball hay muchos elementos visuales que recuerdan al universo de Star Wars, empezando por sus lugares comunes, sus planetas y sus ciudades de arquitectura ovalada, o sus peculiares desiertos, tan habituales tanto de un planeta como Tatooine, como en muchas de las regiones de la Tierra y localizaciones de la rica cosmogonía de Dragon Ball.

En una de las muestras más particulares a la que podemos recurrir en este caso cabe mencionar la Torre Sagrada de Karin y el Palacio del Todopoderoso que podrían formar parte de la misma planta de la Ciudad de las Nubes del planeta Bespin en la que reside Lando Calrissian, el héroe y dueño original de el Halcón Milenario que interpretó el actor Billy Dee Williams en El Imperio Contraataca y El Retorno del Jedi. ¿El mismo diseñador y arquitecto?

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Parecidos razonables: la Ciudad de las Nubes y la Torre de Karin

En otro apartado destacado tenemos los vehículos, y otros medios de transporte, por supuesto de corte futurista, que pueblan todos los rincones del universo de Dragon Ball. Estos son modelos sorprendentemente funcionales concebidos por Akira Toriyama de una forma magistral y cuya inspiración se puede rastrear en las naves y plataformas de repulsión magnética habituales de Star Wars. En el anime el diseño de naves, transportes y armas se explota aún con más decisión. En una de las secuencias especialmente desarrolladas para la serie de televisión, situada en la lucha de Son Goku contra la Red Ribbon, con Pilaf y sus secuaces como tercera fuerza en conflicto, encontramos una batalla aérea en la cual, salvando las distancias, resulta difícil no pensar en el mítico combate en Star Wars en el que los rebeldes intentaban destruir la Estrella de la Muerte. El futuro está a la vuelta de la esquina y Akira Toriyama y George Lucas llegaron antes que nosotros a ese destino.

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¿Le robó Yamsha a Luke su X-34 Landspeeder?

Por otro lado, tanto en Star Wars como en Dragon Ball tenemos universos caracterizados por su heterogénea multirracialidad, un amplio registro de personajes, principales, secundarios y meramente presenciales, en el que se encuentran todo tipo de razas, animales antropomorfos -una debilidad de Akira Toriyama– y otro tipo de seres integrados en comunidades humanas o en sus propias sociedades, tribus o civilizaciones extraterrestres.

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Pequeñas muestras de la diversidad en Star Wars y Dragon Ball

Pero hay más, bastante más de hecho, porque Dragon Ball mantiene una constante relación sinérgica con el espíritu de Star Wars prácticamente desde sus inicios y en cuestiones no tan estéticas. Es por ello que si pensamos en la primer acercamiento a Son Goku que tenemos en la serie su situación nos puede recordar a la del mismo Luke Skywalker, uno aislado de la civilización y su propio pasado en las montañas, y el otro haciendo lo mismo en los mencionados desiertos de Tatooine, después de haber sido adoptados por una nueva familia que sufrirán a causa de sus respectivos secretos. Los dos también serán aceptados por un maestro, llámese Obi Wan Kenobi o Duende Tortuga, que le descubrirá el camino para entender su verdadera fuerza y poder latente. Es el comienzo de la aventura para estos dos héroes, aunque en el caso de Son Goku es innegable, como conoceremos más adelante en el manga, la influencia de la historia de otro personaje de la cultura popular como Superman del que también Akira Toriyama ha manifestado su admiración en muchas ocasiones (cuando no lo ha versionado, caso del ruin y cobarde Suppaman del Dr. Slump).

El destino de Son Goku le llevará a cruzarse con más de un aliado, y también adversario, con aspectos de lo más curiosos. En ese sentido, en las primeras apariciones de Chichi, la hija de Gyumao con la que en un futuro se casará nuestro héroe, esta viste con unas ropas bastante ligeras, apenas un bikini, unas botas, un casco y una capa. Es una indumentaria que dejando a un lado añadidos recuerda poderosamente a la mítica vestimenta de la princesa Leia de Carrie Fisher en su estancia como esclava en la guarida de Jabba el Hutt. La falda pasa a convertirse en una capa y las formas se simplican pero hay un sospechoso parecido, aunque si bien es cierto indumentarias muy parecidas se pueden ver en la mayoría de historias de fantasía épica y en la tradición de la literatura pulp de la que Star Wars es una hija directa y Dragon Ball un nieto con menos interés por el tema.

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La Princesa Leia y Chichi podrían ser fácilmente madre e hija

Por supuesto, si Chichi es la Princesa Leia, Son Goku debe ser en algún momento Han Solo, y lo cierto es que durante su enfrentamiento con la Red Ribbon lo podemos ver vestido con ropas de invierno con un look similar al del personaje de Harrison Ford en Star Wars durante su participación en la Batalla de Hoth, aunque mezclado con el uniforme que luce Mark Hamill en el mismo helado terreno. La relación puede parecer algo forzada pero resulta también llamativo el paralelismo entre la lucha de Son Goku contra un ejército con aspiraciones de dominación global, con la de la Alianza rebelde de Star Wars contra el Imperio identificado con el Emperador Palpatine y su mano derecha Darth Vader, y su manera de situar uno de las batallas decisivas de sus respectivos conflictos en páramo gélido y militarizado.

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¿Simple coincidencia o inspiración galáctica?

No obstante, el papel de Darth Vader sería equivalente al del villano Freezer en Dragon Ball, no tanto en lo estético, ni en su personalidad, en la que apenas comparten matices, sino en lo que representa para la trama como némesis definitiva de nuestros héroes, ahora convertidos en superguerreros, los particulares jedis que recordemos son igualmente capaces de grandes prodigios y parte de una raza/orden que fue diezmada en favor de los sueños de poder de un tirano. En esta parte de la historia los guiños a Star Wars también están presentes, uno de los que más suelen destacar los aficionados es la comparación entre las máquinas de restauración empleadas por los equipos médicos de los guerreros del espacio y las tropas de Freezer, y los tanques de bacta como el utilizado por Luke Skywalker en El Imperio Contraataca. En el anime de Dragon Ball incluso aparece un robot médico muy parecido al que atiende y monitoriza los progresos de Luke Skywalker en Star Wars.

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Los tratamientos médicos en los universos de Star Wars y Dragon Ball son similares

¿Todavía hay más? Puede ser. ¿Hay alguna conexión entre el monstruo rancor que Jabba el Hutt guarda en su Palacio para sorprender a sus visitantes, y la criatura Yakon, controlada por el mago Babibi, a la que se enfrentan Son Goku y sus amigos en la saga de Buu? El parecido fonético en los nombres de los dos personajes incluso para confirmarlo.

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Hermanos separados al nacer, y acogidos por la oscuridad

¿Y entre Bib Fortuna, el mayordomo del propio Jabba el Hutt interpretado por Michael Carter en El Retorno del Jedi, y el villano Buu después de absorber a Son Gohan? El parecido se antoja más que evidente y resulta difícil pensar que Akira Toriyama no estuviese pensando en este personaje a la hora de crear a su villano.

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Bib Fortuna de Star Wars y Majin Buu de Dragon Ball

¿Tiene su origen el scooter de los guerreros del espacio, y los secuaces de Freezer, en los implantes cibernéticos de Lobot, el ayudante cyborg de Lando Calrissian en la Ciudad de las Nubes encarnando por John Hollis en la saga? Todo es posible, nada es descartable.

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Lobot y Nappa, un par de ayudantes muy útiles
Epílogo: las galaxias se aproximan

Preguntas, y más preguntas, para seguir relacionando y comparando dos creaciones, dos sagas que han sabido marcar época. En perspectiva, mirando el conjunto, resulta fácil comprobar el interés y cariño de Akira Toriyama por Star Wars, y por el cine en general, pues su inspiración parte mayormente del ámbito cinematográfico, y en consecuencia cuesta no ver esos guiños y homenajes a una de las sagas más influyentes de la historia. Por su parte, la leyenda de Dragon Ball ha seguido viva en las últimas décadas, después de dejar una huella indeleble en toda una generación, siguiendo en la brecha con multitud de películas, como las recientes y exitosas La Batalla de los Dioses y La Resurrección de F, y nuevas series de televisión, en las que más o menos ha estado implicado su creador, como las decepcionante Dragon Ball GT y la más actual y polémica Dragon Ball Super.

¿Se puede decir que la influencia entre estas dos creaciones ha sido unidireccional como hemos estado apuntando durante todo el artículo? En el caso de Dragon Ball tenemos un fenómeno correoso, ha sido una de las series de infencia y adolescencia de muchos creadores actuales y, si nos centramos en el ámbito cinematográfico, como decíamos anteriormente, su sentido del espectáculo y la acción sobredimensionada se corresponden con el sentido del cine de acción de los últimos años. Los Hermanos Wachowski introdujeron su influencia en Hollywoond con las secuelas de Matrix, su conclusión con la lucha final de Neo y el Agente Smith en Matrix Revolutions era puro Dragon Ball, y Zack Snyder ya recogió el guante en El Hombre de Acero con su orgía de detrucción en Metropolis protagonizada por Superman y el General Zod. Estos son los casos más llamativos pero basta echar un vistazo a algunas de las producciones recientes como American Ultra, Kingsman: Servicio Secreto o las secuelas de Resident Evil para comprobar como en el cine moderno el elemento físico cada vez resulta menos humano en su relación con la acción.

¿Ha podido recoger algo de este espíritu la saga de Star Wars? La segunda trilogía precisamente se distanciaba del sentido de la acción de las películas clásicas, con un abuso de los efectos especiales síntoma de los nuevos tiempos, pero también apelando a esa sobredimensión en sus batallas y poderes de sus personajes antaño más comedidos en su uso de la Fuerza. Para ser realistas, no parece que esto fuese una influencia directa de Dragon Ball, pero sí podría ser indirectamente un acercamiento a la filosofía de la creación que sí ha calado con fuerza en las últimas generaciones, y todo ello antes del auge del cine de superhéroes con el que también tiene relación la epopeya de Akira Toriyama.

En paralelo, Star Wars vuelve en estas fechas con el inicio de una nueva trilogía, El Despertar de la Fuerza está generando un interés inusitado, como siempre que esta historia ha regresado a los cines, y nadie duda que el regreso será todo un éxito que seguirá alimentado la imaginación de los antiguos aficionados y las nuevas generaciones. Entre estas últimas tendremos que esperar para saber si está el creador de esa nueva historia capaz de convertirse en un fenómeno de masas en el futuro. Las leyendas, como ya aventurábamos en un principio, siempre llegan a serlo porque se asientan sobre lo que hubo antes de ellos y lo moldean acercándose a las sensibilidades de su nuevo público. Eso supo hacer Akira Toriyama con Dragon Ball, y también George Lucas con Star Wars, universos y galaxias muy, muy lejanas entre sí, pero aún en expansión y conectadas y vinculadas para brillar y perdurar juntas en la eternidad. En la historia, pero también en nuestros corazones de niño.

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Daniel Gavilán
15 diciembre, 2015 10:18

Si te digo la verdad, Jordi, siempre he visto más a Freezer -siempre sentado en su silla y sin apenas moverse hasta el final- como El Emperador. Vader sería más bien Vegeta, aunque este y Nappa también tienen mucho de los hijos del Barón Harkonnen de Dune

Daniel Gavilán
En respuesta a  Jordi T. Pardo
15 diciembre, 2015 10:45

Sí vamos, independientemente de que sea con un personaje u otro, que la Guerra de las Galaxias está muy presente en toda la obra de Toriyama -como también lo están Superman, Karate Kid, Kung Fu, las películas de Bruce Lee, Terminator y un interminable etc- es incuestionable. Si hasta las casas que solían salir eran como las del tío Owen y los propios Babidi y Dabura volvían a recuperar esa dinámica Emperador / Darth Vader al final. Y bueno, lo dicho, no hay nada más «Star Wars» que la saga de Namek

HenryJones
HenryJones
Lector
20 diciembre, 2015 12:18

Muy bueno lo de las similitudes y el articulo en general. Ni me había fijado con lo de Bu y Bib fortuna ,lo del coche de Yamcha o Chichi con Leia jaja menudo crack. Lo de que personaje es quien en SW o DB lo veo menos pues en el fondo hay estereotipos de buenos y malos.