Spiderman Forever… and ever, and ever, and ever…

Marvel estaba viviendo una etapa fantástica, unos años dorados como no veíamos desde los setenta, momento en que la creatividad campaba a sus anchas en prácticamente todo aquello relacionado con el arte. Y el cómic no era una excepción.

Desde aquella década, la zarpa de hierro editorial se había ido cerrando en torno al universo de ficción de la factoría, estrangulando a todos aquellos que pretendían innovar y ser más audaces en sus planteamientos en una clara política conservacionista.

Pero nada es para siempre. Y llegó un día en que Joe Quesada llegó a la dirección de la editorial. La zarpa comenzó a abrir de nuevo sus garras y toda una nueva oleada de autores pudieron desarrollar ideas que hasta aquél momento habrían resultado impensables.

De este modo, comenzamos a disfrutar de etapas míticas en algunas colecciones, con los consecuentes desarrollos de planteamientos arriesgados que conseguían devolvernos la sensación de que todo era posible en la Casa de las Ideas.

Voy a centrarme en los eventos más cercanos en el tiempo. Los Vengadores dejaban de lado su antigua formación, tradiciones y membresía para convertirse en un grupo renovado casi por entero. Daredevil pasaba por una etapa más cercana al cómic negro que al de superhéroes que situaban al Hombre sin miedo en nuevas cotas de calidad artística, algo de lo que no disfrutaba hacía mucho, mucho tiempo. El Capitán América era introducido en una trama de espionaje fabulosa y, finalmente, la máscara del héroe sería agujereada tras la muerte de Steve Rogers, el hombre que mejor había representado la bandera de las barras y estrellas, sin lugar a dudas. El cuerpo de Novas resultaba aniquilado. Spiderman se desenmascaraba públicamente. La Mansión X era recreada justo a tiempo de celebrar su nueva posición como Instituto de puertas abiertas, saliendo así del “armario”, como si dijéramos. Charles Xavier era puesto de patitas en la calle por Cíclope y Emma Frost. Y Hulk… bueno, nadie parece saber qué rayos hacer con Hulk. Eso por mencionar sólo algunas series y sin entrar en los pormenores de las diferentes macrosagas anuales que, sucediéndose una tras otra, mostraban un universo cada vez más cohesionado, entrelazado y coherente.

Los Nuevos Vengadores y el poderoso Thor

Todo esto hacía gala y resultaba fiel heraldo de un elemento invisible del que ninguno somos conscientes a tiempo completo, pero que está siempre ahí, omnipresente… la tan traída y llevada –sacrosanta me atrevo a decir– CONTINUIDAD. Y es que, esta curiosa tradición lineal es la responsable de la capacidad de adaptación y crecimiento de los personajes de cualquier universo de ficción. Incluso de uno tan grande y prolífico como el de Marvel.

Decía yo en mi –vuestro- artículo sobre el Universo Ultimate que la continuidad es, en algunas ocasiones, una carga que nos ata tanto como nos preserva, por así decir, de posibles errores de forma y de fondo. Es algo que todo autor tiene el deber de controlar más o menos –si no, más vale mantenerse al margen que meter la pata hasta la rabadilla– y que cualquier lector con cierta veteranía conoce y respeta.

Gracias a ella, los personajes habían crecido y avanzado durante los últimos años de la mano de la fecunda imaginación de los autores que se encontraban amparados bajo las alas del Sr. Quesada. Pero, amigos, insisto. Como en la canción, nunca es para siempre.

Aunque aún no es tan manifiesto como para preocuparse, comenzamos a ver indicios tremendamente peligrosos que auguran el retorno a tiempos pasados – que no necesariamente fueron mejores -.

Y es que, si bien es comprensible que donde dije digo, digo Diego es algo habitual en el mundo de ficción de los cómics, hay ciertos elementos que deberían resultar intocables. Al menos, ese es mi punto de vista. Y no me refiero a cosas aleatorias. Por poner un ejemplo, está claro que habrá opiniones encontradas respecto a la resurrección de Coloso. A pesar de haber sufrido una muerte completamente absurda y gratuita –sí, soy de los que celebran que el viejo Peter volviera de entre los muertos-, habrá personas que piensen que ya que estaba muerto, pues haberlo dejado así. Y están en todo su derecho. Pero no me refiero a algo tan fortuito como esto.

Coloso junto a sus colegas de Astonishing X-Men

Se trata de algo mucho más profundo. Se trata del crecimiento, de la evolución, de la transformación personal. Nuestros héroes, amigos míos, están condenados a vivir con un constante síndrome de Peter Pan que les imponen aquellos que manejan sus hilos. Y, francamente, a mí me hace llegar a desesperar en algún que otro momento.

Quiere decir que ni siquiera la sagrada continuidad es tan sagrada ya. Cierto es que, en un principio, no existía nada de esto. Los cómics se hacían, se leían, se disfrutaban y se olvidaban. La cosa comenzó a complicarse cuando llegamos los aficionados más sesudos y tiquismiquis. O, peor aún, cuando esos aficionados sesudos y tiquismiquis se convirtieron en autores y editores.

A nadie le gustaba leer un cómic de Batman en el que besaba a Catwoman para volver a cruzarse diez números después y pelear encarnizadamente sin hacer referencia a su anterior encuentro. Del mismo modo, un héroe no podía quedar paralítico en el número de una colección y aparecer en otra cabecera tres meses después caminando sin dar explicación alguna. Una heroína no podía casarse y medio año más tarde aparecer soltera sin que hubiera una buena razón para ello.

Obviamente, era necesario que algo o alguien controlara todo el asunto. Y ahí es donde aparece la continuidad. Como en la vida misma, todo lo que sucede a un héroe o grupo de héroes, tiene sus consecuencias y marca sus vidas en mayor o menor medida. De eso se trata la continuidad.

También hubo que establecer una constante para que esa continuidad tuviera lógica. Y ahí es donde entra en juego el tiempo de cómic –en este caso, el tiempo Marvel-, que nos dice que siete años reales vienen a ser como un año en las páginas – aunque veremos con posterioridad que esto también se lo saltan a la torera cuando quieren -.

Es normal. Un adolescente no puede absorber las experiencias de toda una vida en unos cuántos años. Primero, porque no tendría tiempo material para ello –por mucha araña radiactiva que le hubiera picado-. Segundo, porque tampoco contaría con la capacidad para afrontar y comprender todas esas vivencias. Y tercero, porque aunque pudiera, terminaría con una camisa blanca y dándose cabezazos contra una pared acolchada.

Y esto me lleva a hablaros –por si algún rezagado no ha pillado lo de la araña de antes –del tema que quería tratar en profundidad en esta ocasión: las sagas arácnidas Un Día Más y Un Nuevo Día. O cómo reventar la continuidad de un personaje que lleva años creciendo.

Spidey se prepara para lo que le espera

Peter Parker es, sin lugar a dudas, uno de los personajes más emblemáticos de la Casa de las Ideas. Su alter ego de Spiderman las ha pasado canutas y también felices desde los alegres –en teoría– tiempos de instituto en que le conocimos. Es, por tanto, uno de esos jugadores de larga trayectoria, de recorrido extenso, con los que cuenta Marvel. En él se han basado sagas, cruces con otras series, historias, e incluso otros héroes juveniles. Pero la juventud –algo que sabemos bien en el mundo real– no perdura siempre. Llega un momento en que el adolescente da paso al joven. Y llega un día en que el joven da paso al hombre adulto. Eso ha sido el bueno de Pete. Un ejemplo de maduración lenta, pero constante. Infinidad de autores han pasado por sus páginas. Y todos ellos han sabido continuar la existencia del Sr. Parker. Le hemos visto estudiar, abandonar los estudios, volver a ellos hasta licenciarse finalmente, desarrollarse profesionalmente en varias áreas, desde la fotografía hasta sus amadas Ciencias, pasando por las labores de educador. Hemos asistido a sus devaneos con las chicas, al descubrimiento del amor verdadero con Gwen Stacy, y fuimos espectadores de la muerte de la que fue la novia por excelencia del Universo Marvel y cómo nuestro héroe tenía que hacer frente a tan macabro acontecimiento. Todo esto condujo a la consolidación de la personalidad (¿definitiva?) de Peter Parker. Cada situación contribuyó a convertirlo en un personaje complejo, completo y tridimensional, esto es, capaz de escapar a sus dos dimensiones naturales para convertirse en algo más cercano. Asistimos al nacimiento de su nuevo amor, esta vez junto a la ex-alocada Mary Jane Watson. E incluso le vimos confesarle aquello que jamás había confesado a nadie, ni a sus amantísimos tíos, ni a su verdadero amor, Gwen. Él era Spiderman. Incluso fuimos invitados a contemplar su unión y les vimos salir victoriosos tras su paso por la vicaría.

Enlace de Peter & M.J y Enlace de Spider-Man y M.J.

Cuando yo era niño, me costaba aceptar este tipo de cambios en los héroes que seguía. Imagino que a las nuevas generaciones les pasará algo similar. Y es normal. Los niños conviven con el cambio, pero necesitan tiempo para aceptarlo. Algo como el matrimonio, alejaba al héroe de mi mundo infantil y lo convertía en un adulto con unas responsabilidades que yo no era capaz de comprender en toda su magnitud. Y creo que ahí está el quid de la cuestión. Ahora lo trataremos más en profundidad.

Pero de repente, sin previo aviso, y sin que el más pintado lector lo viera venir, llegó Un Día Más. Una saga que prometía que la vida de Peter Parker cambiaría para siempre. Bueno, cambiar, lo que se dice cambiar, cambió… pero está por ver si fue para mejor y, desde luego, para siempre –que visto lo visto…-.

En dicha saga, Spidey veía cómo las consecuencias de la Guerra Civil, que había enfrentado a superhéroe contra superhéroe, le alcanzaban de pleno. Tras desenmascararse públicamente por primera vez en su vida, con la firme intención de apoyar al bando pro-registro de Tony Stark –cuya relación casi paternal con Peter estuvo magistralmente tratada, desde mi humilde punto de vista-, nuestro lanza-redes favorito se percataba del enorme error que había cometido. Intentando dar marcha atrás y hacer las cosas bien, terminó uniéndose al bando anti-registro del Capitán América, que defendía las libertades civiles que se encontraban seriamente amenazadas por el Acta de Registro Superhumano que había aprobado el Congreso de los EEUU. Pero toda decisión, como decía antes, tiene sus consecuencias y una tan grave como mostrar su identidad pública ante los medios –ningún héroe de Marvel ha protegido tanto su identidad como Spidey– no podía ser una excepción.

Pete a cara descubierta… con un par

Recuerdo que los lectores que coincidíamos en las tiendas de cómics en aquellos momentos nos preguntábamos cómo iban a arreglarlo todo. Y es que, en este caso, se trataba de un imposible tan grande como había resultado en su momento la muerte de cierto kryptoniano de la Distinguida Competencia. Todos éramos perfectamente conscientes de que Marvel iba a dar marcha atrás. Lo que no sabíamos era cómo iban a hacerlo. Super-lavado de cerebros a escala global. Ya se había hecho antes –ver al mismísimo Tony Stark como ejemplo de ello-. Manipulación mental. Era factible. Trastoque de la Realidad. Probable, pero complicado. Además, la Bruja Escarlata lo había hecho hacía muy poco tiempo, y no era plan de arreglar todos los desaguisados de la misma manera. En fin, no sabíamos la manera exacta, pero todos los aficionados sabíamos que llegaría el momento en que se produciría el giro de ciento ochenta grados. Entonces, murió Steve Rogers. ¡Horror! ¡Espanto! El recuerdo del kryptoniano cobraba nuevas fuerzas en nuestra memoria. No, otra vez no… por caridad. No más muertes y resurrecciones. Pero hete aquí que el bueno del Capi se quedó muerto y bien muerto. Y en ese momento, éste que os escribe, llegó a plantearse que quizá hubiera una pequeñísima posibilidad de que Peter Parker no pudiera borrar de un plumazo lo que había sucedido y tuviera que afrontar las consecuencias de aquella decisión durante el resto de su vida.

Un momento repleto de dramatismo

Así es como llegó el siguiente punto de inflexión. Kingpin, sabiendo ahora quién era Peter –que además había tenido que poner pies en polvorosa junto a Mary Jane y la anciana tía May-, había decidido cobrarse todos los golpes que el arácnido le había asestado a lo largo de los años con uno solo, brutal, sangriento y definitivo. Contrató a un francotirador que siguió a la familia de fugitivos y, cuando se dio el momento adecuado, fue a meterle una bala a la buena de M.J. Pero, como nadie es perfecto, erró. ¿Y a quién fue a pegarle el disparo? A la venerable May.

Tú mira al pajarito, que no te va a doler tontina…

Mrs. Parker entró, mediante este acto de violencia, en un estado de coma del que no estaba destinada a recuperarse. Problemas económicos, huidas de hospitales con la nueva guardia anti-superhumana de SHIELD –burdamente apodados caza-capas– siguiéndoles de cerca y el complejo de culpabilidad constante por la situación de la deteriorada anciana que asediaba a Peter día tras día fueron los protagonistas de los siguientes capítulos del matrimonio Parker.

Un Día Más se interpone entre los Parker

Finalmente, May se encuentra a las puertas de la muerte. Nada se puede hacer humanamente por ella. Y aquí es donde entra el último protagonista del arco argumental de Un Día Más –aún en contra de la voluntad del propio guionista, Joe Michael Straczinsky-. Mefisto hace acto de presencia para tentar al Hombre Araña y a su doliente esposa, al más puro estilo mefistofélico. Puede salvar la vida de May, pero por un módico precio. Borrar por completo de la vida de Pete su matrimonio con la explosiva pelirroja, de este modo, el diablo habrá conseguido lo que pretende, terminar con un amor puro y verdadero. En fin, me ahorro entrar en detalles.

Lo que Mefisto ha separado, que no lo unan los hombres

Si bien me gusta que Mefisto se muestre como un demonio tentador, papel que debería ejecutar más a menudo desde mi punto de vista, también es cierto que huele desde lejos a solución chapucera para hacer que el camino andado por Spidey tome un atajo que le devuelva atrás en el tiempo, deshaciendo así todo lo que multitud de profesionales habían llevado a cabo a lo largo de los años. Y es exactamente lo que ha sucedido. Eso sí, ya entrando en Un Nuevo Día.

Por mal que estén las cosas siempre amanece Un Nuevo Día

Comenzamos la historia con un Peter Parker que, si bien no ha rejuvenecido físicamente, sí lo ha hecho mentalmente. Ya no es un hombre joven e independiente que tiene que afrontar la dura realidad de la vida. No, vuelve a ser aquél alegre fotógrafo despreocupado, sin ataduras, que comparte techo con su vieja tía –a la que no hay Dios que entierre. Mira que me caía bien el personaje, pero con tanta resurrección, no veo el día que estire la pata definitivamente-. ¿Qué ha sucedido tras la manipulación de la Realidad por parte de Mefisto? (Parece que al final las especulaciones de los aficionados no se alejaban tanto de la solución que nos ofreció Marvel, ¿verdad?) Pues no podemos estar del todo seguros. En teoría, sólo debían desaparecer dos hechos trascendentales. Por una parte, el desenmascaramiento de Pete. Por otro, su matrimonio con M.J. Cierto es que, de este modo, Quesada & Cia pretenden vendernos que no ha cambiado apenas nada, un par de cosas, importantes, sí, pero nos queda todo lo demás. Algo que no resulta del todo cierto. Al volver atrás y eliminar de un plumazo el casorio, por ejemplo, alteran muchas otras cosas que sucedieron, afectaron o dependieron de este hecho en particular. Es, por lo tanto, mucho más importante de lo que nos quieren colar. Además, ha servido para devolvernos a un Harry Osborn -¿en qué parte de sólo cambiamos un par de cosas encaja esto?– desmemoriado y un tanto atemporal –otro que, a fuerza de resurrecciones, tengo unas ganas de ver muerto definitivamente, oiga…- Cierto es que ha habido cambios. Claro que los ha habido, faltaría más. Tenemos todo un elenco renovado de secundarios –como ya ha ocurrido en el pasado para después ser desechados y volver a los orígenes-, como si eso pudiera dar sentido al hecho de que han deshilvanado la red de araña –si no lo decía reventaba– que ha conformado la vida de Spiderman todos estos años.

Tu asombroso vecino Spiderman regresa… ¿con más fuerza que nunca?

Comenzamos casi partiendo de cero con un personaje al que prácticamente no reconocemos o, bien mirado, reconocemos demasiado. Adiós también a la evolución de sus poderes que tuvo lugar durante la saga de El Otro.

¿Y qué podemos extraer de todo esto? Sencillo. No os preocupéis, niños. En esta vida, asumir responsabilidades no es algo definitivo. Siempre os podréis deshacer de ellas cómodamente, como vuestro amigo y vecino, Spiderman. Francamente, triste moraleja para tan extensa historia.

Y es, precisamente, esta la razón de tamaña maniobra, creo yo. No se trata de algo baladí, ni gratuito. Hay una razón de peso. Los chavales quieren de regreso al Spidey jovial y sin preocupaciones excesivas de antaño. Aquél que tenía que ayudar a pagar la renta y que soñaba con comprar un coche y tenía que conformarse en cambio con una motocicleta del año de Maricastaña. Los lectores de toda la vida, vamos haciéndonos mayores y hay que asegurarse el futuro. Hay que reencontrarse con los jóvenes. Y la mejor manera de hacerlo no es con un hombre casado y padre de familia – vale, la niña desapareció, pero existió. Aunque fuera por un tiempo, porque imagino que la mefistada también se ha cargado el asunto -.

¿Qué nos queda a nosotros? Frustración, pena y desidia. Frustración por ver todos estos años tirados por la borda. Pena por sentirnos engañados y por ver, quizá, que nos quedamos anquilosados mientras nuestros héroes, con su impuesto síndrome de Peter Pan, serán eternamente jóvenes. Y desidia por seguir participando de este chantaje emocional al que nos tienen supeditados las grandes compañías. Eso, y saber qué fue lo que Mary Jane le susurró al oído a Mefisto, que es el gran enigma a descubrir y que, seguramente, nos decepcionará a todos, de tanta expectación que está levantando. Ese es el pago a nuestra fidelidad de años. Eso, y los buenos momentos pasados, que no nos los puede quitar nadie, por supuesto.

Y, digo yo, ¿por qué ya que están no hacen las cosas bien? Después de tanta Crisis, tanto reinvento y tanto rizar el rizo, ¿cuándo tendrán narices de crear un universo de cómics en el que el tiempo corra, por poner un ejemplo, parejo al nuestro? ¿Tan malo sería que cada generación tuviera su Spiderman? ¿O su Batman? ¿No sería curioso ver cómo los héroes con los que hemos crecido ceden el testigo a sus aprendices? ¿No tendría su atractivo ver como Bruce Wayne envejece y termina por bautizar a Dick Grayson como el nuevo protector de Gotham? ¿U observar a la pequeña May Parker convertirse en la nueva Spiderman –bueno, vale, Spidergirl o Spiderwoman, en este caso-? Yo, sinceramente, lloraría si llegara a ver algún día a Kity Pryde alcanzar la mayoría de edad. Era más joven que ella cuando la leí por primera vez y ahora la supero con amplia ventaja en años. Hablando esta vez como escritor, os aseguro que se me ocurren infinidad de posibilidades al respecto que, desgraciadamente, tendrán que quedar relegadas al olvido.

La Tercera Edad también cuenta con héroes

Quizá se trata de que EEUU es todavía un país joven y nuestra mentalidad europea está más acostumbrada a los linajes y las tradiciones. O puede que los aficionados no veamos las cosas desde una perspectiva mercantil y lo analizamos únicamente desde la lógica no comercial del corazón. ¿Quién sabe la razón última? El caso es que, a pesar de que el reinicio del arácnido tiene sus seguidores fervientes, ha sembrado un descontento generalizado que tendrá también sus consecuencias.

Nuestra es la responsabilidad de permitir dejar las cosas llegar tan lejos como queramos. Por una vez podemos gritar eso de nosotros compramos, nosotros decidimos. Tenemos que aprender a macar los limites a los que estamos dispuestos a que nos lleven y de dónde no pasaremos jamás. Y es la única manera de transmitirlo a los editores.

Pero sea como fuere, lo que podéis tener claro es que, mucho después de que nosotros nos hayamos ido y otros ocupen nuestra posición como lectores, Spiderman seguirá ahí para siempre (siempre, siempre, siempre…)

Atrapado en la red, informó Iván para Zona Negativa.