Zeke cuenta historias

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Edición original: Zeke raconte des histoires (Dupuis, 1999).
Edición nacional/ España: Saigón-Hanoi/ Zeke cuenta historias (Planeta, 2006).
Guión, Dibujo y Color: Cosey.
Formato: Álbum cartoné 144 págs.
Precio: 15€.

 

Esta es la tercera vez que recalo en la obra de Cosey (nacido Bernard Cosandey en Suiza en 1950) tras las imprescindibles Viaje a Italia y Saigón-Hanoi (en la web también puede consultarse la opinión del compañero Juanjo Palacios sobre En busca de Peter Pan). Sin embargo, la recomendación puede sonar a conocida, pues Zeke cuenta historias solo ha sido publicada en España por Planeta DeAgostini en su colección Trazado, de complemento de la mencionada Saigon-Hanoi (que reseñé de la edición de Grupo Grijalbo en su colección Trazo Libre); azar sorprendente en tanto Zeke… era la inédita, la nueva y la más extensa de las dos y, en cambio, apenas obtiene un tímido subtítulo en portada. Lo cierto es que se trata de un cuidado volumen en tapa dura, formato álbum, con más de 140 páginas a color al precio imbatible de 15 euros. ¿Calidad? Indudable. La única pega pasa por la repetición del material de quienes -como yo- guardaban en su biblioteca la primera edición de Saigón-Hanoi. Aún así, compensa. Zeke… son más de 80 páginas con las prestaciones mencionadas.

¿De qué va Zeke cuenta historias? Según la sinopsis de la contraportada, “nos encontramos con una antigua estrella musical y literaria que, huyendo de la mujer a la que amaba, vive en la actualidad entre Myanmar y Laos, donde se gana el sustento contando historias aparentemente inventadas a la población indígena. Una vez más, las historias que relata y la suya propia se entrelazan en un laberinto de significados.” Una descripción exacta del argumento, aunque poco seductora y, en cierta forma, infiel, pues apenas sugiere su riquísimo contenido. Zeke… es un cuento dentro de un cuento, pero también una reflexión sobre la representación y las máscaras, a veces más reales que nosotros mismos, y un estimulante campo de pruebas de técnicas narrativas consolidadas.

El lado fabulador de la propuesta viene dado en su mismo título. Zeke es un ser de sensibilidad sobrenatural, capaz de codearse con Bob Dylan, The Bealtes o Pink Floyd con su primer tema, asumido como himno generacional (y leit motiv del álbum), para después cambiar el paso y convertirse en un fenómeno literario parejo a Kerouac o Bukowski. Su facilidad comunicativa tiene algo de chamánico, de esencial, lo que explica su éxito tanto entre la gente sencilla como entre las élites culturales. Sin embargo, tan alucinantes dotes le enajenan de la vida que habría querido. Se está solo en la cumbre. Abrazando el mito del malditismo, Zeke sale de escena, dejando tras de sí un público confundido y añorante. Pero, aún alejado de los focos, Zeke no puede dejar de ser quien es: no puede dejar de elucubrar nuevas y excitantes historias que encandilan a quien las escucha, con el material que tiene más a mano: unas diapositivas que guardaba para su nuevo proyecto (un libro sobre la mujer), recopiladas antes de su inusual espantada.

Empieza así el juego de máscaras. Y nuestro protagonista dice amar a una mujer que es todas las mujeres, pues cambia de aspecto en cada diapositiva, y le fuerza a ser distinto cada vez, a evolucionar por estadios que solo puede describir en sueños y en metáforas, como los haikus que cita o, claro, los versos de una canción pop. Zeke se cubre y se desnuda en su relato, se aleja y se acerca. Sus imágenes son claras: para él la ausencia del mundo ha sido un fin de semana de éxtasis amoroso, un breve lapso de pasión que borra los 20 años de tiempo transcurridos.

No es la única representación: el resto de personajes, en mayor o menor medida, escenifican. La madre de Zeke acude a Shakespeare como emblema de sus sentimientos recónditos, aquellos acallados durante años de prosaísmo. Su joven amiga Cheyenne también enmascara su condición hasta el final. La narración fragmentada ayuda a la impostura, como actores que entran y salen tras recitar su papel.


Cosey arma su relato de aproximaciones tangenciales que cobran su significado pleno por yuxtaposición. En un principio el lector puede quedar desconcertado por los saltos temporales, las breves secuencias de personajes que apenas se presentan (alguno -como el padre- no llegará a entrar en plano) y el forcejeo entre las imágenes de las diapositivas y el significado que el texto les atribuye, provocando la inevitable abstracción de “la narración dentro de la narración”, que en este caso recuerda algo a la dinámica de los sueños, sobre todo en un trato riguroso como el de, por ejemplo, David B (Epiléptico, El jardín armado), con ese aroma de cuento adulto que desprende. El autor, consciente del peligro, recurre a la narración convencional para apoyar los momentos decisivos y que la trama no se pierda en interpretaciones más o menos válidas, más o menos distintas, de su propósito: un relato de búsqueda y (re)encuentro.

Una duda puede asaltarnos: ¿Es Zeke… una fábula sobre la técnica de la narración, una filigrana sobre el método y la forma impuesta sobre el fondo? Algo de eso hay. Tras la lectura queda el sabor inconfundible de asistir a una experiencia relatora magnificada por el virtuosismo. Cosey, dibujante excepcional, secuenciador consumado, desafía al lector a una lectura activa, a que contraste los paneles para extraerles todo el jugo en vez de “dejarse llevar”. Una exigencia leve, en todo caso, dado que el autor nunca busca violentar la lectura ni abstraernos de la historia sino, simplemente, que el juego resulte más retador y, a la postre, excitante. Cosey jamás confunde: las diapositivas -el recuerdo- tienen un tratamiento específico en diagramación 3×3 y brillantes tonos pastel, mientras la acción convencional goza de una distribución más laxa y unos colores más oscuros y poderosos.

Obra de madurez de uno de los grandes autores de la historieta mundial, Zeke cuenta historias, en el fondo, vuelve sobre los temas íntimos del amor, la pérdida y la búsqueda de uno mismo tan caros a Cosey, aunque esta vez la propuesta exhiba una sofisticación más evidente -y quizá, un pelín más fría- que en su obra maestra: Viaje a Italia.

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Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
31 marzo, 2014 11:34

Otro que no me leí. A ver si lo encuentro, que entre que el (estupendo) artículo es de los que invitan a conocer la obra reseñada y lo que me gustó Viaje a Italia, tengo ganas de más Cosey.

Mmmm… Me pregunto cuántas vidas me harían falta para leer todo el material interesante que anda por ahí y que todavía desconozco.

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
1 abril, 2014 0:49

Ah… Bueno, lo que voy a contar no tiene nada que ver con el artículo pero es que si no lo digo reviento.
Además, seguro que tú, Agrafojo, sabrás entenderlo. (Y perdonarlo, espero.)

Pues ná; que esta tarde he ido a echar un ojo a una tienda de segunda mano y me he llevado un pack de tres álbumes de Mattotti.
– Doctor Jekyll y Mr. Hyde.
– Caboto.
– Cartas de Una Epoca Remota.