Utopía

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Imaginad que Johnatan Hickman cogiera una cámara con un filtro HDR incorporado, un puñado de actores feos y le dijeran unos señores encorbatados “hala, campeón, pásatelo bien, pero sin pasarte eh, que nos conocemos”. Imaginad que toda la realidad subyacente en sus cómics de Image, esa suerte de conspiparanoia contemporánea, unida a una potencia visual sin parangón con un uso del color tan saturado que roza lo lisérgico, se metiera en una coctelera con unas melodías experimentalmente bizarras y se hiciera miniserie. Pues eso es Utopía, la nueva serie de la rampante Channel 4 que acaba de terminar y de la que nadie habla en esta época de ebullición seriófila. Una serie desconcertante, fresca, distinta, muy pero que muy británica en sus modos y en la que todo gira en torno a un cómic -el cómic-, lo que pone la guinda en el pastel para los aficionados.

«Where is Jessica Hyde? Where is Jessica Hyde? Where is Jessica Hyde?»

Para situarnos, el guión de la serie corre a cargo de Dennis Kelly, famoso por su dureza en el trato de los elementos cotidianos, sobretodo en el teatro inglés, y lo visceral y directo de sus guiones. Su pareja tras las cámaras es el inclasificable Marc Munden, director de la extraña Pétalo carmesí, flor blanca. Con esta dupla creativa en los créditos iniciales uno ya va intuyendo que desde luego no está ante un producto convencional, y si encima tenemos en cuenta lo valiente en la apuesta por lo original de la cadena inglesa Channel 4, con productos de culto inmediato como Black Mirror, pues no le queda otra al espectador que estar preparado para ser salpicado en la cara para que espabile.

La historia gira en torno a The Utopía Experiments, un cómic de culto en los años 80 tras cuya publicación el autor se suicidó en extrañas circunstancias. Un cómic tan desconcertante y absorbente que todo aquel que lo lee cae irremediablemente en su influjo hasta el punto de obsesionarse peligrosamente. Un cómic del que muchos dicen que profetizaba determinados sucesos que ocurrirían tras su publicación, lo que supone la gota que colma el vaso para los aficionados por internet. Todo se dispara cuando en un foro virtual sobre The Utopía Experiments un usuario afirma tener un segundo volumen póstumo del cómic y organiza una quedada para mostrarlo a los foreros/amigos. A partir de aquí, y con una obra en viñetas que esconde mucho más de lo que nadie pudiera imaginar en principio, la paranoia y la persecución se convierten en el alfa y el omega imperante en Utopía, un leitmotiv inexorable que eleva las conocidas tramas de conspiraciones a un nuevo nivel donde uno no puede ni dormir. De manera paralela sucede la historia de Michael, funcionario político del Ministerio de Salud que poco a poco va descubriendo un entramado inimaginable en un mundo cuerdo, que chocará tarde o temprano con el variopinto grupo de ¿héroes? poseedores del segundo volumen, teniendo en sus manos información y poder para terminar con el mundo tal cual lo conocemos.

El grupo de foreros aficionados al cómic, el núcleo de la serie, está formado por Grant, un “delincuente” juvenil de unos diez años interpretado por Oliver Wollford; Wilson Wilson, el demente conspiparanoico de reiterativo nombre al que da vida Adeel Akhtar (El Dictador); Becky, la chica y brújula moral del grupo que interpreta Alexandra Roach (The IT Crowd) e Ian, consultor informático que pone el punto de normalidad y criterio a la rocambolesca formación cuya cara es Nathan Stewart-Jarret, conocido por su papel en Misfits. Orbitando en torno a este núcleo tenemos a dos llamativos personajes de importancia titánica en el devenir de los acontecimientos. El primero es la icónica Jessica Hyde -interpretada por Fiona O’Shaughnessy (Alejandro Magno, Ronda de Noche)- la ya tópica antiheroína que dispara antes de preguntar y que desde el primer momento se nos presenta como un pilar fundamental en la trama, capaz de responder las mil y un preguntas que bombardean tanto a los protagonistas como al espectador.

En la otra esquina del cuadrilátero tenemos a Arby, a quien pone cara de manera genial Neil Maskell (Will, Open Windows), el implacable asesino con serias deficiencias mentales que persigue sin descanso a todo aquel relacionado con el cómic de marras. Cabe destacar el impecable trabajo de Maskell, que inquieta desde el primer momento por el contraste que su actuación logra entre lo gélido de un sicario y lo cándido de su personalidad.
La verdad es que nos encontramos ante una de esas series de las que muy poco –o nada- se puede contar sin caer en los spoilers, en la que cada detalle se nos administra a cuentagotas y poco a poco vamos formando nosotros mismos, con acierto o fallo, la misteriosa telaraña de pistas sobre la que se apoyan los personajes. Esto resulta realmente estimulante para el espectador, en la tónica de Perdidos y sucedáneos, es decir, series que requieren para disfrutarlas por completo un ejercicio por parte nuestra si queremos saborearlas en toda su magnitud, intentando adelantarnos al capítulo, apostando por nuestra débil teoría y con la inyección de ego que supone haber acertado en las predicciones. De todos modos, Utopía no es una serie viral a niveles extremos como se pusieron de moda hace un lustro, sino que es perfectamente disfrutable sin el juego paralelo ni indagar en foros.

En la propia realización es donde encontramos uno de los mayores atractivos de la serie. Lo primero que llama la atención es la duración de la serie, alejándose de los protocolarios cuarenta minutos para alcanzar en todos los capítulos los sesenta. Es una diferencia considerable si tenemos en cuenta que lo que a priori suena corto, seis capítulos de cuarenta minutos, pasa a tener dos horas más con ese incremento de duración por episodio. Por otra parte tenemos el que para mí es el mayor atractivo de la serie: el color. El trabajo del director Dennis Kelly y su mano derecha en fotografía Ole Bratt Birkeland es realmente impresionante, creedme. La saturación cromática que en principio no deja de ser un elemento estilístico se va desvelando a medida que avanza la historia como un fuerte apoyo narrativo, aunque esto signifique poco ya que lo realmente importante es lo visual. Utopía es un torbellino cromático de colores chillones y saturados. Muy saturados. Todo un espectáculo para los ojos. Los verdes campos de la campiña inglesa son más verdes que nunca, la enigmática bolsa amarilla de Arby impide que apartes la vista de ella y el cielo es de un azul artificial e hipnótico.

Para complementar este particular uso del color que impregna los fotogramas tenemos un más que notable trabajo de fotografía y planos: panorámicos de larga duración que embelesan con esa fuerza y colorido, una perfecta localización de todas las escenas -donde hasta una casa abandonada es la perfecta localización para las neuróticas historias que en ella se van a vivir- o esos perfectos planos cortos que focalizan el detalle en elementos destacables para el guión, algo tan importante en una serie de estas características.
El complemento perfecto para una serie extraña sobre un mundo extraño es una banda sonora extraña. Y decir esto es quedarse corto. En la búsqueda por generar una sensación de desconcierto, de situarnos empáticamente con unos protagonistas cuyo paradigma acaba de ser demolido hasta los cimientos, la música es un vehículo fundamental que no puede quedar relegado a un segundo plano. El artífice de las magnéticas melodías que adornan las imágenes generando semejante tándem hipnótico es Cristóbal Tapia de Veer, chileno que ya firmara la banda sonora de Pétalo carmesí, flor blanca, aunque más allá de esto sea un completo desconocido. No obstante, su falta de bagaje en absoluto es impedimento para que componga unas melodías plagadas de beats inarmónicos, ritmos rotos y secuencias confusas a la par que agradables que componen esta banda sonora de electrónica experimental con mucho toque minimal y que bebe de artistas como Tomáš Dvořák o el profético Thom Yorke. Una música rara rarísima, exótica, pero que en este contexto encaja sublimemente acentuando la sensación de estar construyendo un puzzle de un trillón de piezas diminutas.

Como apunte, en lo que respecta al cómic en sí dentro de la serie, The Utopía Experiments, no se deja ver mucho realmente, tan sólo el apartado gráfico, y su guión aún menos. Sobre el dibujo, se trata de un tebeo totalmente experimental, casi carente de viñetas y con un dibujo más cercano a un cuadro de Francis Bacon que a lo que acostumbramos a ver. Si hubiera que aproximarlo a alguien de nuestro mundillo sería sin duda al Dave McKean visto en Arkham Asylum u Orquídea Negra, pero incluso mucho más oscuro y fantasmagórico, que ya es decir. Colores oscuros, granates intensos, figuras desfiguradas por la agonía y un trazo confuso son las señas de identidad de The Utopía Experiments, o de lo poco que se nos muestra.

No es oro todo lo que reluce, y aunque la premisa y la esencia sean de tan buena calidad, en la ejecución real Utopía flojea. Lo capítulos centrales dan la sensación de navegar a la deriva, sin rumbo fijo, y eso pasa factura en una serie de tan corta duración y más aún si se trata de un thriller de conspiraciones. El storyboard, el armazón, es genial y eso se aprecia, pero sin un guión sólido que encauce y desarrolle todas las ideas como se merecen, la serie pierde bastantes puntos, sobretodo en el desarrollo de los personajes, que necesitan de deus ex machina y giros de guión para evolucionar respecto a sí mismos. Pese a todo, la serie ha sido muy bien recibida por la crítica y el público y eso significa que gusta por originalidad y calidad aunque repito, le ha faltado una vuelta de tuerca, una ejecución más sólida y sin altibajos junto a personajes escritos con más mimo. Si se hubieran evitado estos errores, estaríamos hablando de la nueva serie magistral de la televisión británica, sin lugar a duda. De todos modos que nadie crea que es un envoltorio bonito para un contenido mediocre, porque no es así en absoluto.

En resumidas cuentas, estamos ante una serie fresquísima, que gira en torno a un misterioso cómic, con una potencia visual y sonora que se convierten en el mayor atractivo y a nadie dejarán indiferente, con un guión muy cercano a los leídos en el medio preferido de Zona Negativa y unos personajes tan pintorescos como carismáticos. La verdadera pega es que en una época de hegemonía de series se tarde tanto en encontrar estas pequeñas joyas.

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Jose Angel Ares
Jose Angel Ares
Lector
5 marzo, 2013 17:13

 De esas series rarunas que recuerdas positivamente, con personajes geniales y una fotografía brutal.

Esfingo
Esfingo
Lector
5 marzo, 2013 17:48

 Me costo el primero pero luego se ve más fácil, no es la reostia pero hasta el retorno de las grandes es de lo mejor que hay. 

NobTetsujin
NobTetsujin
Lector
5 marzo, 2013 18:20

A mi me ha pasado parecido, el primero no me moló mucho y aún no la he retomado…

Dillinger
Dillinger
Lector
6 marzo, 2013 7:45

Burn my eyes¡¡¡¡¡¡

O dicho de otro modo……. Gertrudis, baja el brillo de la tele¡¡¡¡

Mr. X
Mr. X
Lector
6 marzo, 2013 8:13

 «Marc Munden, director de la extraña Pétalo carmesí, flor blanca»

Pétalo carmesí, flor blanca (basada en la novela homónima de Michael Faber) es una (mini)serie cojonuda. Ojalá hicieran una adaptación así -si la veis, lo entendereis- de From Hell.

nascitturuss
nascitturuss
Lector
6 marzo, 2013 14:06

Al contrario que el resto, no he visto nada en absoluto. La curiosidad me habeis despertado. Aún solo por la apuesta grafica. Si ademas sumamos un guión por encima de la media aunque no llegue a lo magistral pues tiene todas las papeletas.

Maylaïf
Lector
6 marzo, 2013 16:13

 Pues sí, no será perfecta, pero ya quisieran muchas series tener esta calidad y estar tan cuidadas en casi todos los aspectos. Para mí ha sido la sorpresa del año (bueno, de los dos meses y poco que llevamos), y he alucinado con el nivelazo de los actores infantiles. Olé!

Luisru
Luisru
Lector
24 mayo, 2013 12:24

Utopía es genial. Es la síntesis perfecta de Misfits y Terciopelo Azul, aunque también me recuerda mucho a Southland Tales, la segunda peli del director de Donnie Darko que nadie ha visto, y los pocos que la vieron la pusieron a parir. Pero yo creo que es una obra maestra. Lo de que el argumento sea un poco difuso y haya decenas de cabos sueltos y de agujeros en el guión, creo que aquí es algo hasta cierto punto buscado. La serie tiene un poco de LOSTitis, lo cual le viene bastante bien, porque así emparenta con David Lynch. O incluso con Rivette, diría yo. Perdón si me pongo demasiado gafapástico.

Y compruebo que tendré que ver Pétalo carmesí, flor blanca, en la que además sale mi adorada Romola Garai, protagonista de otra estupenda serie que recomiendo encarecidamente: The Hour, una especie de Mad Men a la inglesa.