Thunderstrike

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Edición original: Marvel Comics – junio 1993 – noviembre 1994
Edición España: Comics Forum – septiembre 1994 – agosto 1995
Guión: Tom DeFalco, Ron Frenz
Dibujo: Ron Frenz, Keith Pollard
Entintado: Al Milgrom, Sandru Florea
Color: Mike Rockwitz, Joe Caponsacco, Lia Pelosi, Michael Kraiger, Clydene Nee
Portada: Ron Frenz
Precio: 175 pesetas (serie limitada de doce números en grapa) / 300 pesetas los números dobles

 

Si quienes se asoman a esta reseña fueron parte de la afición marveliana en los años ochenta y noventa, sin ningún género de duda recordar las dificultades que suponía la lectura de las aventuras de Thor. La gloriosa etapa de Walter Simonson fue cortada cuando llevaba dos tercios de su recorrido –justo antes de que el genial caballero dejara los lápices de la serie al ilustre Sal Buscema-; después llegaron las cabeceras compartidas con el Capitán América, los tomos de Grandes Sagas Marvel, las miniseries sueltas… hasta 1996 el dios del trueno nórdico no recuperó una cabecera propia, pero en el camino se quedaron bastantes números yanquis que, aún a día de hoy permanecen inéditos. Las pausas y los cambios de formato alargaban progresivamente el desfase entre la edición anglosajona y la hispánica. Así pues, no era raro encontrar retazos de las últimas novedades de las aventuras propias del señor del relámpago en otras colecciones. A través de El Guantelete del Infinito se supo que había un Thor nuevo en nómina; por medio de Operación: Tormenta Galáctica, nos enteramos de que era más bien torpe. ¿Quién era aquel nuevo portador de Mjolnir que tenía de divinidad tronadora solo la apariencia? Estábamos en 1993 y la única forma de encontrar noticias era tirar de las secciones correspondientes en los tebeos editados por Forum, preguntar en la sección de correo –inolvidables el profesor Loki, el doctor Átomos y compañía- y / o echar mano de los fanzines del ramo. Internet era algo al alcance de muy pocas personas y, rascándose uno mucho la sesera, podía recordar aquellos dos números de Actos de Venganza en los que Thor se enfrentaba al Juggernaut, se presentaban los Nuevos Guerreros y asomaba la nariz un atribulado arquitecto llamado Eric Masterson, que había cedido a un Hércules al que se suponía desaparecido al final de La Guerra de la Evolución una habitación en su casa. El hecho de que las distintas series de Marvel no se publicaran de forma coordinada en España era cosa normal y asumida. Podían pasar años antes de que algunas aventuras se vieran por aquí, por lo que la comprobación de que ahora todas las cabeceras van casi a la par y que la diferencia respecto de Estados Unidos es de unos pocos meses, me hace pensar en lo mucho que se ha avanzado en estos años, pero me estoy yendo por la tangente. Para que se hagan una idea del nivel de descoloque de la serie de Thor, deben de tener en cuenta que los dos números de Actos de Venganza se publicaron en 1990 en la cabecera de los Vengadores, mientras la serie bimestral Marvel Two in One que recogía las aventuras del Odinson y el Capi aún se las veía con los últimos compases de la etapa de Walter Simonson. La recuperación del personaje de Hércules, desaparecido en el capítulo final de La Guerra de la Evolución se produjo en la versión mensual de la cabecera compartida, en 1994. En ese mismo año vía la luz un tomo de Grandes Sagas Marvel que continuaba la edición original donde se había interrumpido en la serie cancelada pocos meses antes. Allí se volvieron a publicar los números de Actos de Venganza con una nueva traducción, ya que eran fundamentales para la trama de la propia serie. Por no alargar mucho más el relato, en el último tomo recopilatorio de aquel material atrasado –que vio la luz en 1999- se narraban las muertes –ejem- de Loki y de Thor, así como la sustitución de este por Eric Masterson. En ese momento, hacía ya varios años que el original había vuelto, que su sustituto había obtenido otra identidad como súper-héroe y que esta última había tenido una cabecera propia, veinticuatro meses de existencia autónoma en la misma y una muerte honorable (así como una cancelación). Cinco años antes, en el otoño de 1994, Forum daba una oportunidad a aquella serie –como se las otorgaba a tantas otras- mientras la inmensa mayoría de las andanzas de Eric como Thor –o Thor II, si hay que hacer caso a aquellas entrañables fichas de personaje- continuaba inédita.

El personaje de Eric Masterson está hondamente unido a la larga etapa en la que Tom DeFalco y Ron Frenz se encargaron de narrar las aventuras del dios del trueno marvelita. A estos caballeros les tocó la responsabilidad de sustituir al autor definitivo del personaje, el todavía hoy insuperado Walter Simonson. La tarea se antojaba harto difícil, pero hay que reconocer que, en su momento, supieron estar a la altura. A día de hoy, sin embargo, hay que advertir que estos tebeos no han envejecido muy bien. Al principio, Frenz intentó mantener algo de la estética nórdica de su predecesor, pero pronto –y especialmente cuando Brett Breeding dejó paso a Joe Sinnott en la labor de entintado- el aspecto gráfico empezó a evocar, quizá demasiado, las esencias pasadas de los días de Jack Kirby. Por su parte, DeFalco se caracterizaba por emular de forma actualizada los orígenes o etapas clásicas de ciertos personajes; junto al mismo Frenz, llevó a cabo un ejercicio de esa natura cuando le tocó hacerse cargo de unas colecciones de Spider-Man; aquí sustituiría el salvaje sabor vikingo de Simonson por un fulgor dorado y una majestuosidad, muy en la línea Lee-Kirby, pero muy desfasada ya para la segunda mitad de los años ochenta. Una de sus primeras medidas fue la recuperación para Thor de una identidad civil tipo alter ego. Donald Blake había sido eliminado en La balada de Bill Rayos Beta, así que se echó mano de un personaje que, poco a poco, se había introducido en la colección. Desde la desaparición del médico cojitranco, Odinson había ocultado su divina presencia tras una cola de caballo, unas gafas de pera –obvio guiño de Simonson a Clark Kent- y un trabajo como obrero de la construcción. Nick Furia y SHIELD le habían dado esa cobertura, así como el nombre de Sigurd Jarlson (lo cual demuestra que el coronel tuerto tenía a veces las mismas ideas que Obi Wan Kenobi, a la hora de esconder gente a la vista). Con este oficio trabó contacto en una obra con un arquitecto divorciado que litigaba con su exesposa por la guarda y custodia de su hijo. Eric iba a apellidarse en principio «Masters», pero editorialmente se cambió este por «Masterson» por tener unas connotaciones más nórdicas y por evitar confusiones con Alicia Masters, la escultura invidente y esposa de la Antorcha Humana (sobre la que don Tom DeFalco también tendría algo que decir, pero en otra parte). Eric se convirtió en testigo habitual de las aventuras de Thor y, a su debido tiempo, en daño colateral. En un giro habitual del argumento en la serie –esto es, con la ayuda de Odín- el dios del trueno fusionaba su existencia con la del caído Eric. Se recuperaba pues, la dualidad y consecuentemente, los problemas que ella traía consigo. Sin embargo, y a diferencia de lo que había pasado con Donald Blake u ocurriría con Jake Olson (el paramédico que Dan Jurgens convirtió en receptáculo mortal de la esencia de Thor) Eric Masterson mantenía su individualidad y todo lo que una vida independiente conllevaba. El hecho de tener que compartir su existencia con un dios nórdico tuvo consecuencias: hubo de renunciar a la custodia de su hijo Kevin; tuvo que ser el anfitrión del recuperado Hércules (el cual, y según palabras del profesor Loki, pasó a convertirse en escudero de melenudo); diseñó la nueva mansión de los Vengadores (ubicada en el solar de la original y nueva sede tras el hundimiento de la hidrobase) y cuando Thor fue condenado a muerte por haber segado la vida de su hermanastro, se convirtió muy a su pesar en su sucesor. Al principio, intentó convencer al mundo de que él era el portador original de Mjolnir –como se acredita en El Guantelete del Infinito, si bien sospecho que ahí Starlin no tuvo mucho margen de maniobra y se encontró con un cambio por sorpresa-, pero pronto quedó patente que tener el martillo de Thor y su apariencia no suponía contar su milenaria experiencia. DeFalco y Frenz presentan a un Masterson que hace ímprobos esfuerzos por estar a la altura del legado y la leyenda de su amigo desaparecido, pero que constantemente mete la pata. Hércules y el Capitán América se convierten en sus mentores y, poco a poco, Eric empieza a estar más cómodo en su puesto. Sin embargo, es cosa sabida que más tarde o más pronto las aguas vuelven a su cauce y el original retoma su puesto –valga esto para todo agorero que se rasga las vestiduras ante lo que sucede en la Marvel actual-: Thor regresó y ocupó su puesto, venciendo a Eric en el camino y recuperando tanto a Mjolnir como el favor de la diosa Sif (de la que Masterson empezaba a estar algo así como un poco enamorado). A cambio, Odín crearía para el arquitecto una nueva maza mística: Thunderstrike. A estas alturas, DeFalco y Frenz abandonaban la cabecera, dejando paso a Jim Starlin (que anunciaría una caída a la locura de Thor) y pasando a centrarse en las nuevas aventuras de su nueva / vieja creación.

Thunderstrike recupera todo el trasfondo elaborado en la colección madre y dedicado a contar la vida y tribulaciones de Eric Masterson. Así, se recuperan sus trabajos como arquitecto; sus problemas como padre divorciado y no custodio de su hijo; la relación con este, con su exmujer y con el nuevo marido de esta; los intentos de tener rehacer el plano sentimental de su vida y, por supuesto, las dificultades de compaginar su existencia civil con la labor de justiciero. En el primer número de su propia serie, Eric descubre por las malas que su maza no es tan poderosa como Mjolnir, al tiempo que decide dejar de tener la apariencia de Thor, ahora que el original ha regresado. Para reafirmar su independencia respecto de su antigua identidad, decide adoptar un atuendo más acorde con los noventa: coleta, cazadora sin mangas (lo que viene siendo un chaleco de cuero) y un pendiente (con forma de rayo). El nombre, el de su propio arma: Thunderstrike. En un número doble, DeFalco y Frenz nos daban los tópicos de la génesis del súper-héroe, pero pasadas por el tamiz de un personaje al que en la ficción y en el mundo real nadie terminaba de tomar en serio.

La serie presenta una combinación de tebeo súper-heroico arquetípico con elementos de culebrón y no pocos toques de comedia. Como Masterson, debe intentar lidiar con los encargos profesionales y poner orden en una vida sentimental un tanto azarosa –que incluye colegas de profesión, cazadoras de celestiales y deidades nórdicas-; como Thunderstrike, lucha por hacerse con una reputación, aunque hay que reconocer que por cada dos cosas que le salen medio bien, hay una que le sale como al don Cosme de la canción de los Payasos de la Tele: la piensa –no mucho- con la cabeza y acaba por los pies. Lentamente, poco a poco, va demostrando que tiene madera de héroe, aunque sus métodos sean poco ortodoxos, mientras asistimos a ese tipo de sub-tramas que eran tan caras a las colecciones de la franquicia arácnida de Marvel: secretos a medio revelar, tensiones sentimentales no resueltas, decisiones intrigantes… la identidad civil de Thunderstrike estaba bien construida, aunque los autores jugaran con la baza de tener cuatro años de labor previa. Una de las jugadas de libro que don Tom y don Ron emplearon aquí fue la del misterio de la identidad del principal adversario del protagonista: Hacha Sangrienta era un peligroso enemigo, armado con la legendaria hoja doble de Skurge el Ejecutor. Su existencia y la de la descomunal hacha marcarían toda la existencia de la colección y, a su debido tiempo, serían determinantes en el destino del personaje.

Releída con la perspectiva que dan veinticinco años de distancia, casi me parece que DeFalco y Frenz –que compartía el crédito de la parte del guion- querían burlarse del tipo de anti-héroe que se había propagado en los años anteriores y acentuado su influencia a partir de la aparición de Image Comics. Thunderstrike era la versión noventera de Thor –cosa que no había sido cuando Eric mantenía la apariencia de ser el dios del trueno original-; tenía aquel aspecto que en los propios tebeos se recalcaba como ridículo y hortera; tenía la mala actitud que le llevaba a inquietar al Capitán América y la torpe determinación que hacía que personajes como Spider-Man le tomaran el pelo. Rápido a la acción y terco para la reflexión, su impulsividad era una constante fuente de problemas para sí y para quienes le rodeaban. En cada número siempre había alguna oportunidad para dejarle en ridículo y uno se preguntaba cómo era posible que, después de tantos años, el pobre Eric tuviera una reputación tan pobre y mostrara aún tan pocas habilidades. Siendo los autores dos distinguidos representantes del amor por el tebeo clásico de la edad de plata ¿no sería consecuente con su visión del género poner en solfa todos los tópicos que, en aquellos días, se habían alzado con el favor del público, como las barbas, el cuero, las cadenas, los pendientes, la mala actitud y la idea de que el fin justificaba los medios?

Otra de las funciones de la colección fue la de servir de presentación, contenedor o gancho para otros productos de la compañía. Después de todo, DeFalco era el editor en jefe de la empresa en aquellos días, y no era cosa rara que usara este tipo de truquitos (otro bastante utilizado por su parte era el de ir trufando de creaciones propias las series por las que pasaba, pero eso queda para otro día). Así, se echó el anzuelo para que la gente picara con el evento Sangre y Truenos (donde un enloquecido Thor se enfrentaba a la división cósmica de Marvel); se presentó a algunos de los personajes que iban a protagonizar la colección Blackwulf (tan extraña como olvidada) y se co-publicó la miniserie dedicada a Código: Azul, el grupo policial del teniente Stone para asuntos relacionados con empijamados que DeFalco y Frenz crearan en las páginas de Thor.

La parte gráfica presenta a un Ron Frenz que, sin los pinceles de Sinnott y con los de Milgrom en su lugar, se aleja del añejo sabor «kirbiano» de sus labores precedentes. Una vez más, demuestra su competencia y versatilidad para rotos y descosidos: personas normales, ropas civiles, ambientaciones cotidianas, empijamados de toda ralea, criaturas de toda especie, cacharros místicos y espaciales… todo lo necesario para contar y narrar bien las historias de su criatura. Como curiosidad, hay que indicar también la presencia como dibujante puntual de un veterano como Keith Pollard, en lo que probablemente sería uno de sus últimos trabajos en la industria.

Thunderstrike aguantó justo dos años en los que sus responsables siguieron trabajando con elementos de su larga etapa al frente de las aventuras del dios del trueno. La relativa popularidad del personaje le sirvió para mantenerse en los Vengadores –con apariciones muy puntuales, cortesía de Bob Harras, quien le había presentado al grupo- y asomarse al no-grupo de los Defensores Secretos –cortesía de Ron Marz-. Tras su muerte, Kurt Busiek y George Pérez le recuperarían para la Legión de los No Vivos que traería de vuelta al Hombre Maravilla. Por su parte, DeFalco y Frenz recuperarían el nombre código para otorgarlo a Kevin, el hijo de Eric y enrolarle en una nueva alineación de Vengadores en el seno del MC2. Un nuevo Thunderstrike acompañaría a una nueva generación de súper-héroes, comandada por Spider-Girl y, ya que estamos, buena parte de toda esa línea editorial permanece inédita.

Si algún día se llevare a cabo una reedición o, mejor dicho, publicación completa de la colección, solamente podría recomendarla como un tebeo entretenido, divertido y entrañable. No es original –porque sus autores llegaron a tener las narices de «homenajear» a Claremont y Davis en Excalibur- pero merece la pena.

Apunte curioso: en el último número de la maxiserie de Forum, Thunderstrike hacía equipo –tras la consabida pelea por equivocación- con Luke Cage. El antiguo Hombre Poder recuperaba su diadema y su peinado característico tras una fallida serie enmarcada en el sello Big Guns, allá por 1993. En ese momento, la presencia del héroe de alquiler suponía el rescate de un personaje que había vivido días mejores y al que se le permitía compartir protagonismo con uno de los caracteres de moda; a día de hoy, Cage cuenta con una serie de televisión y, gracias a Brian Bendis, es un personaje de primera línea en la casa de las ideas, en tanto que su antiguo anfitrión duerme olvidado el sueño de los justos.

Ilustración de Ron Frenz
Auge y caída de Eric Masterson

  Edición original: Marvel Comics – junio 1993 – noviembre 1994 Edición España: Comics Forum – septiembre 1994 – agosto 1995 Guión: Tom DeFalco, Ron Frenz Dibujo: Ron Frenz, Keith Pollard Entintado: Al Milgrom, Sandru Florea Color: Mike Rockwitz, Joe Caponsacco, Lia Pelosi, Michael Kraiger, Clydene Nee Portada: Ron Frenz…
Guión - 7.5
Dibujo - 7.7
Interés - 7.6

7.6

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Jack
Jack
Lector
15 mayo, 2017 9:38

Pues yo la recuerdo con cariño, no es la mejor serie, pero sí muy entretenida.

manolin
manolin
Lector
15 mayo, 2017 17:04

Entre los muchos capitulos ineditos de Thor……no llegaron a haber algunos guionizados por Starlin? Me acuerdo de oir esos rumores , y de la pena que m daba que quedara inedito un Thor novato con un «sensei» tan divertido como Hercules que en manos de Starlin daba mucho juego

manolin
manolin
Lector
En respuesta a  Luis Javier Capote Pérez
15 mayo, 2017 18:55

Pues sí, «Sangre y Truenos»la leí , pero recordaba como guionista a Marz. También creo que hubo entre esta y la pequeña etapa de Ellis, una de Roy Thomas que le dió una armadura horrible, también inedita en nuestro país…aunque según dicen con razón .