Thor Corps

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Edición original: Marvel Comics – septiembre – diciembre – 1993
Edición España: Comics Forum – julio – octubre – 1994
Guión: Tom DeFalco
Dibujo: Pat Olliffe
Entintado: Pat Olliffe
Color: George Roussos
Portada: Pat Olliffe
Precio: 175 pesetas (serie limitada de cuatro números en grapa, de veinticuatro páginas cada uno)

 

A principios de la década de los noventa del siglo pasado, Tom DeFalco –a la sazón editor en jefe de Marvel en aquellos días- llevaba varios años encargándose de narrar las aventuras del dios del trueno de la casa de las ideas. Este caballero –que ya había generado interés entre la parroquia con sus trabajos en Spider-Man- había afrontado la tarea de tomar el relevo de un exitoso inolvidable Walter Simonson. Junto a Ron Frenz –que le había acompañado en su periplo arácnido- DeFalco devolvió a Thor el aspecto y los elementos propios de la época en la que Stan Lee y Jack Kirby contaban sus aventuras, todo ello convenientemente actualizado a los tiempos del momento. Mientras las franquicias punteras de la casa acogían el estilo gráfico y narrativo que marcaría el primer tercio de esa década, la cabecera dedicada al tronador vivía una etapa decididamente «retro». La presencia del poderoso entintado de Joe Sinnott reforzaba aquella sensación, que parecía mimetizar los lápices de Frenz con los del rey Kirby. Sin embargo, en un momento determinado, los autores decidieron dar una vuelta de tuerca y «matar» al personaje principal –en una maniobra que en ese período se repetiría ad nauseam- y sustituirle por una versión más inexperta y agobiada por el peso del legado recibido. Durante varios años, Thor Odinson estaría oficialmente difunto y su capa, su alado casco y su martillo pasarían a posesión de su amigo Eric Masterson, que en las fichas oficiales recibió el nombre código de Thor II.

Los autores aprovecharon para contar una historia en la que una persona cualquiera debe afrontar el peso de una identidad súper-heroica. DeFalco y Frenz, buenos conocedores y practicantes de los trucos clásicos del medio, narran las tribulaciones de un arquitecto que, al convertirse en el dios del trueno sustituto, pone todo su empeño en estar a la altura de las circunstancias, pero que se siente incapaz de estar a la altura de un predecesor que tuvo milenios para ser quien es. Masterson sufre la mala suerte atribuible a Peter Parker, con el agravante de que sus meteduras de pata tienen consecuencias más graves. A mayor poder, mayor responsabilidad, pero también mayor potencial para la destrucción. La mayor parte de estas historias –yo diría que todas- están inéditas en nuestro país, pero puede afirmarse que, sin estar ni de lejos a la altura de la etapa definitiva de Thor –la de Simonson- constituyen un ejemplo de la capacidad de DeFalco y Frenz como artesanos.

Antes de que Eric Masterson tomara el protagonismo, estos autores habían jugado con la idea de que más personajes se unieran a Bill Rayos Beta en el reducidísimo grupo de personajes privilegiadas por haber sido consideradas «dignas». El truco que sirvió a don Walter para cuestionar los fundamentos del personaje protagonista en los inicios de su etapa, fue explotado por DeFalco y Frenz, que nos llevaron hasta el futuro para conocer a Dargo Ktor, miembro de un culto que adora a Thor como antaño y que tiene a un Mjolnir a guisa de Excalibur como tótem al que rezar. El proverbial cúmulo de circunstancias lleva a este joven a aferrar el martillo y a recibir, por ser digno, el poder del dios nórdico del relámpago. A su debido tiempo, Thor Rayos Beta sería recuperado y sería casi inevitable que los tres acabaran uniendo caminos… y martillos. Ello acontecería en el número cuatrocientos cuarenta de la colección, pero esto sería solamente el prólogo de una aventura que, por obra y causa de las circunstancias comerciales del momento, se convertiría en una miniserie, que es la que se comenta aquí.

Tom DeFalco –secundado en esta ocasión por los lápices y las tintas de otro respetable artesano como es Pat Olliffe- decide aprovechar su nutrido fondo de armario para sacarse de la manga una de esas historias en las que la realidad es amenazada por el peligro de una destrucción total. El responsable de ello es un villano que ha sido presentado en la colección principal, Báculo Infernal. Su aspecto –que evoca vagamente al de Masacre- encierra la consabida historia trágica del científico bienhechor que intenta ir más lejos de lo que sus amplios talentos le permiten y acaba pagando un alto precio. Obsesionado con su antigua esposa, este señor de ridículo apodo obligará a Dargo Ktor –el Thor del futuro- a apoyarle en la empresa de secuestrar a aquella, usando como rehén (otro truco tan clásico como efectivo) a Salla, la esposa de Dargo. Para ello, reclutará igualmente contra su voluntad a Bill Rayos Beta –que en aquellos días merodeaba por la franquicia cósmica de Marvel- y a un Eric Masterson que había asumido la identidad de Thunderstrike. Arrancados de sus respectivos tiempos y lugares de forma inesperada, los tres camaradas deberán asumir una carrera contra el tiempo en la que no solo está en juego la existencia multiversal, sino también aspectos esenciales de sus propias vidas, si no retornan en el momento justo.

Tratándose de un relato que supone la manipulación del continuo espacio-tiempo, es casi inevitable que el trío del martillo se pasee por el pasado y el futuro conocidos en la Marvel de entonces. Así, veremos un enfrentamiento contra los Invasores, ambientado en la Segunda Guerra Mundial. A su vez, cada uno de los tres portadores se verá arrojado a un momento de la continuidad, que servirá para reforzar el concepto de cohesión de las distintas cabeceras. Así, Dargo se las verá con Miguel O’Hara, el Spider-Man del año 2099 –en aquellos días, el futuro oficial de Marvel- justo cuando este está embarcado en el primer cruce de la franquicia futurista (que, a su vez, juega con la idea del regreso de Thor a la Tierra); Thunderstrike conocerá a sus héroes de infancia, los pistoleros del salvaje oeste de la casa de las ideas; Bill Rayos Beta visitará el S. XXX y se las verá con los Guardianes de la Galaxia. Apariciones puntuales, peleas por error y guiños para picar a una audiencia y hacer que pique. La mitad de la historia llevará a los personajes por estos derroteros, hasta forzar la reaparición del Thor original y convertir al trío en un cuarteto, para el gran fin de fiesta.

Uno de los detalles más relevantes –a efectos de reseña- de esta miniserie es el hecho de que DeFalco no tenga problema alguno en homenajearse a sí mismo y traer a colación a personajes cuasi-olvidados, pero caracterizados por ser de su cosecha. Así, mete en danza al «kirbiesco» Caudillo Kargull, suerte de guardián de la continuidad, oponente de Báculo Infernal y, lo que son las cosas, elemento relacionado con Psilord, la identidad adolescente de Franklin Richards. De esta forma, don Tom aprovecha la ocasión para llamar la atención sobre el trabajo que él y Paul Ryan estaban realizando en la colección dedicada a los Cuatro Fantásticos y, más concretamente, a una trama que abarcaría casi los cuatro años de su presencia por allí. Por otra parte, aprovecha un par de viñetas para que volvamos a echar un ojo al ambiente –ya desfasado entonces- de la miniserie protagonizada por el Hombre Máquina en los años ochenta (y donde aparecería otro personaje recurrente en los viajes temporales, el Hombre de Hierro del año 2020). Todo se aprovecha para el convento, parece decirnos don Tom constantemente.

El resultado final es una miniserie divertida, entretenida y trepidante, en la que la afición veterana disfrutará con las apariciones de personajes de todo tipo y pelaje en sus páginas. Pat Olliffe demuestra ser, una vez más, un artista con grandes talentos para la narración gráfica. Poco o nada importa que su estilo no sea especialmente impactante: sabe contar una historia; sus personajes tienen el aspecto que tienen que tener y muestran todo tipo de expresiones. Ya había tenido contacto con Thor en las páginas de su colección, pero aquí se hace con los mandos de la parte gráfica y alcanza un resultado notable.

Como indicación final, no me resisto a indicar que, aquí, Tom DeFalco vuelve a demostrar que una de las fuentes del tebeo de corte súper-heroico es el culebrón, ejecutando como nadie la traslación de los giros argumentales de este a aquel. Nos deja una miniserie pensada para disfrute, no solo de la afición al martillero, sino también al conjunto de quienes disfrutan con el género de los pijamas.

Lápiz y tinta de Pat Olliffe
Ilustración de la portada del segundo número

  Edición original: Marvel Comics – septiembre – diciembre - 1993 Edición España: Comics Forum – julio – octubre - 1994 Guión: Tom DeFalco Dibujo: Pat Olliffe Entintado: Pat Olliffe Color: George Roussos Portada: Pat Olliffe Precio: 175 pesetas (serie limitada de cuatro números en grapa, de veinticuatro páginas cada…
Guión - 7.1
Dibujo - 7.2
Interés - 7.3

7.2

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Sith
Sith
Lector
13 junio, 2017 19:16

Como fan de Thor, es dificil coincidir en esta critica, ya la he leido en tres ocasiones intentando encontrar algo bueno sobre el comic y nada, mi opnión sigue siendo la misma, es muy malo tanto el guión como el dibujo.

Reconozco que Tom Defalco hizo cosas bastante buenas en su paso por Thor, pero esta en particular es uno de sus peores trabajos con el personaje sin lugar a dudas.