Shade, el hombre cambiante: Existencialismo psicodélico

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Edición original: jul. 1990/abr. 1996; Vertigo (DC Comics).
Edición España: I Zinco; II Planeta DeAgostini.
Guión: Peter Milligan.
Dibujo: Chris Bachalo, Richard Case et al.
Entintado: Mark Pennington, Rick J. Bryant, Richard Case et al.
Portadas: Brendan McCarthy, Duncan Fegredo.
Color: Daniel Vozzo.
Rotulista: Todd Klein, Sean Konot.
Precio: 7,95-8,95 € por tomo (Rústica).

 

Como tantos personajes reinventados dentro de la línea Vertigo, el origen del hombre cambiante conocido como Shade hay que buscarlo en realidad tiempo atrás, concretamente cuando Steve Ditko lo crea para DC Comics en 1977 y le consigue una colección propia. Con una periodicidad bimestral y fuera del Universo DC propiamente dicho, Ditko desarrolló la historia de este extraterrestre procedente del planeta Meta durante ocho números antes de que se cancelera en 1978, en el marco de la Implosión de DC (básicamente, un recorte fulminante de las series activas de la compañía debido al mal estado de las cuentas). De hecho el número nueve no llegó a ver la luz más que a retazos, primero en el Cancelled Comic Cavalcade #2 y después en el Detective Comics #487, y aunque el personaje y su fabuloso «chaleco M» aparecieron tanto en la Crisis por excelencia del Universo DC como de forma regular en el Escuadrón Suicida, sobra decir que nunca llegó a convertirse en el superhéroe favorito de casi nadie. Aunque, siendo justos, lo cierto es que tampoco tuvo nunca tiempo para ello.

Sin embargo el tiempo pasó, y a finales de los ochenta nos encontramos con la Invasión Británica dando sus últimos coletazos –Gaiman y Morrison ya estaban en The Sandman y Animal Man respectivamente– y con unos editores pensando que no sería mala idea rescatar al personaje tras redefinirlo desde cero. El equipo elegido que conformaron a tal fin se componía por un Peter Milligan que acababa de publicar su Skreemer ya en la casa –tras un brillante comienzo en 2000 AD y un paso afortunado por Eclipse Comics–, un prácticamente desconocido Chris Bachalo que sólo contaba en su haber con el número #12 de The Sandman y un Mark Pennington procedente de las páginas de Juez Dredd. Para las portadas se escogió a Brendan McCarthy, quien conocía perfectamente a Milligan de los tiempos de 2000 AD –junto a Brett Ewins habían conformado un sólido núcleo autoral en Gran Bretaña–, y que se encargó de realizar el diseño preliminar de la colección y sus personajes.

Con estos componentes todo fue coser y cantar: en julio de 1990 debutó un Shade, el hombre cambiante destinado a prolongarse durante casi siete años a lo largo de setenta números y a contribuir, por su temática exclusivamente adulta, a la creación del sello Vertigo en 1993; sello al que la colección se incorpora en su número #33. En otro orden de cosas, cabe destacar que a lo largo de su andadura el equipo creativo permaneció más o menos estable, si bien otros profesionales como Rick J. Bryant (entintado) o Richard Case (dibujo y entintado) tuvieron un papel regular como sustitutos de Pennington y Bachalo. Además, Duncan Fegredo (Enigma) tomó las riendas de las portadas a partir del número #42. Y todo eso sin contar, claro está, colaboraciones esporádicas como las de Brian Bolland, Philip Bond, Colleen Doran o Mark Buckingham en el dibujo y las de Ted McKeever (The Extremist) o Jamie Hewlett (Tank Girl) en las portadas.


Portadas del primer número del Shade de Ditko, del número #33 de la serie
de Milligan –nótese el logo de Vertigo– y del primer prestigio de Zinco

Sea como fuere, a Shade no le fue mal, pero tampoco rotundamente bien. Cierto es que supuso el espaldarazo de Milligan al otro lado del charco y que se convirtió en toda una obra de culto, pero las ventas nunca llegaron a funcionar. De hecho, la serie fue cancelada (pese al número en el que se hizo) y hasta 2009 –año en el que se proyecta una reedición en varios volúmenes– no había conocido en el mercado americano más que un recopilatorio de sus seis primeros números. En España tampoco corrió mejor suerte: dejando de lado los dos prestigios que editó Zinco en su época, tuvimos que esperar a que Planeta DeAgostini consiguiera los derechos de DC Comics para gozar de la obra completa, publicada en diecisiete tomos con 4-5 números USA cada uno. Para terminar este apartado, algunas curiosidades: de acuerdo a Crisis en Tierras Infinitas los acontecimientos de esta serie tuvieron lugar en la Tierra 85; en Kingdom Come aparece una tercera versión de Shade; en JLA: El Clavo aparece una versión del Shade clásico como miembro de los Outsiders; y finalmente, comentar que Peter Milligan ha hecho aparecer a su Shade tanto en su etapa como guionista de Hellblazer como en la nueva Justice League Dark, ubicada en el marco del relanzamiento del Universo DC.

Argumento

Años noventa. Rac Shade es un joven poeta romántico aquejado de mal de amores que es enviado a la Tierra desde su planeta, Meta, para combatir una oleada de locura que amenaza ambos mundos; una oleada de locura personificada en un ente conocido como el Grito Americano que opera como si fuera el lado oscuro de la psique estadounidense. Para cumplir con su misión, sus congéneres le proporcionaron un chaleco de locura que, por un lado, le permitiría alterar la realidad una vez en nuestro planeta y, por el otro, le transportaría en primer lugar a una dimensión intermedia entre Meta y la Tierra –el área de la Locura– en la que su cuerpo quedaría «suspendido», mientras su personalidad se encarnaba en un cuerpo terrestre.

Sin embargo, cuando llega aquí se da cuenta de que en realidad su cuerpo original ha muerto –imposibilitando su regreso a casa– y de que el cuerpo que ha ocupado es tremendamente problemático: nada más y nada menos que el de Troy Grenzer, psicópata que acaba de ser ajusticiado en la silla eléctrica por sus crímenes. Pero la cosa sigue complicándose… tras darse a la fuga el bueno de Shade va a parar al coche de la frágil Kathy George, cuyos padres fueron asesinados por Grenzer y cuyo novio –afroamericano para más señas– fue tiroteado por una policía que lo tomó por el culpable de la matanza y decidió que lo mejor era «disparar primero y preguntar después».

Comentario
Shade (en su tercera encarnación),
Kathy y Lenny

Perseguidos por el agente Stringer, encargado de averiguar que páso en la ejecución de Grenzer, Shade y una Kathy que ha vencido sus iniciales reticencias hacia su acompañante vagarán por Estados Unidos enfrentándose a la locura en todas sus manifestaciones, estrechando lazos mutuamente y conociendo a gran cantidad de personas. Entre ellas, la que estará destinada a convertirse en el tercer vértice del triángulo protagonista: una neoyorquina bisexual y bohemia que responde al nombre de Lenny y que, tras una fachada de cinismo, vive odiándose a sí misma por haber abandonado a su hija.

¿Demasiado surrealista? ¿Demasiado enrevesado? Pues aún hay más: el protagonista muere literalmente durante la serie. Varias veces. Y se va reencarnando sucesivamente en el cuerpo de una mujer asesinada, en uno joven y «en blanco» que le es proporcionado por unos ángeles, en el de un mod deprimido con tendencia a citar a Rimbaud y en el de un auténtico desquiciado. Todo muy Doctor Who. ¡Ah! Y además el personaje cuenta con un alter ego de nombre Hades que lo conmina a dejarse llevar por sus pasiones e impulsos. Y además por las páginas de la serie aparecerán máquinas del tiempo, John Constantine, Jim Morrison, Peter Milligan, una reencarnación de Nikola Tesla, el Diablo en persona, James Joyce y Ernest Hemingway. Y además… ¡qué demonios! además puede pasar cualquier cosa absurda y surrealista durante la lectura de este cómic.

Palabra de Milligan

Sobre la génesis: «[Lo que me atrajo] fue la idea de un hombre cambiante. La idea de cambio. Fueron dos cosas de hecho: la idea de un hombre cambiante y Steve Ditko; realmente me encanta Steve Ditko porque estaba jodidamente loco. Y me gusta la idea de… creo que de ponérmelo difícil. No pude pensar en un personaje más absurdo y enfermizo del que hacerme cargo que Shade, el hombre cambiante. Ignoro si habéis leído alguna vez el Shade original de Steve Ditko. Es tan incomprensible… es realmente enfermizo, y pensé ‘Dios mío, hacerme cargo de este personaje sería…’ y lo hice. Me gusta la idea de cambio. Me gusta la idea de la locura. Me gusta pensar en la locura como si se tratara de forzar un cambio. Locura. Oí una vez a alguien decir algo realmente bueno sobre los esquizofrénicos y la esquizofrenia: para mucha gente, la esquizofrenia es un colapso, pero ocasionalmente es todo un descubrimiento. Me gustó, en definitiva, la idea de que la locura pudiese suponer un descubrimiento crucial».

Sobre sus críticas a EE.UU. a pesar de ser británico: «Creo que, si vives en este país… uhm… en realidad creo que estamos en una situación particular. Por ejemplo, si vives en Francia, hay muchos países a lo largo del mundo que hablan francés, pero Francia sigue siendo el centro del francés [como idioma]. Sin embargo, yo hablo inglés y el centro principal del inglés ya no es Inglaterra, sino América. Así que a menudo pienso que en este país nos hemos convertido casi en una parte de América debido al idioma, a la cultura. Por ello, encuentro muy interesante aportar mi propia visión sobre América. Porque lo que resulta raro de verdad es que se siente como tu propia cultura… Elvis, John F. Kennedy… se siente como cultura británica, o como si Gran Bretaña fuese el quincuagésimo primer estado americano».

Comentario
La perversión del sueño

Sobre la evolución de la serie: «Una de las cosas que a la gente le encanta de Shade, y que realmente también me encanta a mí, son los personajes. Creo que es lo que resulta interesante cuando haces un cómic durante mucho tiempo, un cómic como Shade, el hombre cambiante: empiezas pensando ‘quiero que este cómic vaya sobre esto’, ‘ quiero que este cómic sea de tal tipo’… pero si escribes algunos buenos personajes y eres sincero con esos personajes, es el cómic el que casi toma el control. El cómic empieza a decirte de qué va a tratar. Y es realmente interesante… uno simplemente está ahí aguantando el paseo. Y lo que es interesante, creo, es que los personajes de Shade forzaron en su momento el devenir de la historia. Y yo esencialmente pues… toda la filosofía del mundo no tiene sentido a menos que esté ligada a los seres humanos. Sería una cosa fría y alienada de la que hablar en una habitación. La filosofía carece de sentido a menos que esté ligada a los seres humanos y creo que leer muchísima filosofía, por sí solo, carece de sentido, porque son simplemente ideas. Y a menos que esas ideas tengan un impacto en las vidas de la gente, y a menos que podamos ver a esa gente viviendo esas ideas, la filosofía carece de sentido. Así que, creo que lo que pasó con Shade fue que empezó con fuerza como una gran idea, como un cómic acerca de América; Shade empezó como los titulares en la portada de un periódico, y después empezó a centrarse en esas pequeñas historias que hay en las páginas interiores. Seguía tratando las mismas cosas, creo, pero creo que la gente se fue integrando más en la historia».

Sobre la censura y los altibajos: «Nunca fue censurado. Los de DC fueron realmente buenos, porque realmente Shade les gustaba y se dieron cuenta de lo que estaba tratando de hacer con Shade. Uh, obviamente necesitaban saber ciertos detalles por adelantado, porque necesitas publicitar los cómics […] Además lo realmente grandioso es que a Shelly Roeberg [primero asistente del editor y después editora de la colección] le encantaba Shade. Y cuando haces una serie regular, y has estado haciéndola durante mucho tiempo, necesitas a veces alguien que venga y le encante el cómic, porque puedes empezar a estar un poco desapegado o bloqueado. Y creo que estuve un poco bloqueado con Shade. Porque no puedes… bueno… lo has estado haciendo durante un tiempo, has vivido el impulso inicial de hacer el cómic, has escrito sobre tales temas y puedes encontrarte a veces con unos cuantos meses en los que el cómic ha ido bien, pero al mismo tiempo sientes que ha perdido su voz. Y lo grandioso de que llegase alguien como Shelly es que ella adoraba tanto a Shade que me recordó lo bueno que podía llegar a ser».

Comentario
Milligan apareciendo en su propio cómic

Sobre las drogas: «Um, creo, uh [empieza a reírse] Una vez leí un artículo sobre Shade en una revista que trataba básicamente sobre drogras. Era sobre, ya sabes, el trance y esas cosas… drogas. No creo que Shade sea necesariamente una serie sobre drogas. Pero creo que ayuda… el haber tomado drogas ayuda a comprenderla alguna veces. Pero ya sabes, esa clase de cosas no me preocupa demasiado».

Sobre los juegos autorreferenciales: «Supongo que amplía el campo de actuación. Aumenta la forma en que puedes hacer efectiva la historia. Y –sin ponerme demasiado brechtiano– me parece que cierto grado de autoconciencia irónica, de autorreferencia, constituye una forma precisa de expresar cómo opera nuestro mundo».

Análisis conceptual

Inicialmente podría pensarse que realizar el análisis conceptual de una serie de setenta números guionizada por Peter Milligan, un autor que en una miniserie de cuatro míseras entregas ya da para mucho, puede resultar una tarea titánica. Y lo cierto es que así es… desentrañar todas las referencias conceptuales que hay detrás de Shade, el hombre cambiante requeriría de un análisis número a número. Tal es la complejidad referencial de un tebeo en el que pasan muchísimas cosas y por el que desfilan, como ya hemos dicho, desde Hemingway hasta el mismísimo Diablo. Ahora bien, eso no quiere decir que no puedan identificarse dos grandes grupos conceptuales; dos grupos que vienen de la mano de esos dos Shades –nótese el doble sentido– que describía Peter Milligan en el apartado anterior: el que corresponde al desarrollo inicial de la serie (centrado en América) y el que hace referencia a su segundo tramo (más centrado en los personajes).

De hecho, podría decirse que el primero de ellos es el que justifica toda la amalgama referencial de la colección. Si antes en Skreemer Milligan había diseccionado los procesos de cambio de una sociedad y la imposibilidad del ser humano de oponerse a ellos, y había escogido para la ocasión un trasunto de la Gran Depresión de 1929, ahora su idea es muchísimo más ambiciosa: retratar, en toda su compleja amplitud, una época sin cánones ni paradigmas; una época en la que culturalmente estábamos perdidos, tecnológicamente éramos un embrión, ideológicamente habíamos acabado las grandes pugnas, socialmente nos precipitábamos a un capitalismo sin objetivos y generacionalmente carecíamos de identidad. En efecto, el guionista irlandés lo que busca con Shade, el hombre cambiante es plasmar el final de la década de los ochenta y el principio de los noventa en todo su esplendor posmoderno (término existente pero aún no demasiado popularizado).

Comentario
Shade en acción

Ahora bien, en su empeño se encuentra con tres grandes problemas: un qué, un cómo y un dónde (el cuándo ya lo tiene). El qué hace referencia al objeto de su crónica… un tiempo sin identidad es un tiempo que no puede reducirse a elementos definitorios. Milligan lo sabe y, precisamente por eso, opta por ignorar un proceso de selección. Y de ahí la amalgama referencial: en Shade cabe casi de todo… cualquier referente y también cualquier género. Ahora drama familiar, ahora comedia, ahora soap opera, ahora drama existencial, ahora tesis filosófica… Shade cambia, muta, se transforma al igual que su protagonista para dar cabida a una década que, por no tener iconos propios perdurables, adoptó todos los que le precedían.

Una vez definido el qué, Milligan define el cómo… ¿cómo hablar de una época tendente a la entropía? Adscribiéndose manifiestamente al surrealismo tanto formal como conceptualmente; entendiéndolo como el único medio al alcance para aprehender una realidad que constantemente niega la lógica. Un surrealismo buscado, posible gracias a la psicodelia que nació al amparo de la lisergia de los setenta y que tenía su máxima en la reinterpretación que Huxley hizo de un verso de Blake: «Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: infinito». De este modo el guionista irlandés juega principalmente con esta corriente de pensamiento en Shade para conseguir que ninguna vuelta de tuerca argumental, ninguna referencia incluida, nos parezca forzada. ¿Cómo si no entablar un marco que le permita saltar de la cínica disección de Hollywood al onirismo crepuscular a lo Finnegans Wake sin errar en el intento?

Y ya, finalmente, nuestro hombre decide el dónde… ¿dónde ambientar la acción? Pues en el epicentro del paradigma que niega los paradigmas: unos Estados Unidos simbólicamente atacados por una locura que ha transmutado el antaño dorado Sueño Americano (American Dream) en un desesperado Grito Americano (American Scream) compuesto de sexo, violencia, bohemia, desarraigo, creatividad, alienación, irracionalidad, amoralidad, vida y muerte. Pero sobre todo, de hipocresía y corrección política. En efecto, a lo largo de la colección Milligan tratará sin tapujos circunstancias que van desde los derechos de la mujer a la pena de muerte, pasando por las drogas, el transexualismo, la orientación sexual o las relaciones familiares. Todo ello con el objeto de describir una sociedad con sus luces y sus sombras desde una perspectiva clásica: la de un personaje extraterritorial barthesiano encarnado por un extraterrestre que se lanza, junto a una frágil guía, a la carretera, entendida como la autopista hacia el conocimiento y la libertad que vio en ella la generación beat, y que tan bien plasmó Jack Kerouac en su En el camino. Si hay un tebeo merecedor de encuadrarse en el hipotético género de road comic es sin duda éste, por mucho que en las paradas del periplo, en la brillante descripción que Milligan hace de las ciudades, se recurra al espíritu bohemio y vanguardista de un movimiento mod que el guionista, como buen británico, debía conocer perfectamente.

Comentario
Ernest y Jim

Este grupo conceptual no se abandona nunca en la colección, pero como dijimos al principio del apartado y como el mismo Milligan ha señalado varias veces, en el segundo tramo de la misma se ve desplazado por otro que, aunque apreciándose al principio, no toma relevancia más que una vez transcurridos muchos números: el existencialismo. Y como quiera que Sartre dijo aquello de que «el existencialismo es un humanismo», Milligan lo adapta a su manera y reconduce el debate de qué nos hace ser lo que somos –uno de sus subtextos preferidos– al terreno de nuestras relaciones.

Shade supera a lo largo de la cabecera que lleva su nombre cambios de físico, de personalidad, de sexo, de mentalidad, de raciocinio, de moral… Shade se enfrenta y supera todos los componentes freudianos y conductistas que deberían determinar, en teoría, quién es. Hasta vehicula arquetipos stevensonianos (Jekyll/Hyde) y crece metafóricamente, a modo de ciclo vital, a través de las edades del hombre. Y sin embargo para el lector sigue siendo Shade. Lo que lo define, lo que realmente le dice quién es, resulta ser la relación que mantiene con los demás. Si un ser vivo se define por alimentarse, reproducirse y relacionarse con el medio, el irlandés reduce la ecuación al límite y define al protagonista en función de lo que lo une a una chica frágil cuyo único lazo con la realidad es –paradójicamente– un loco y a una mujer más fuerte que el acero totalmente deshecha por dentro. Un árbol que cae en un bosque deshabitado no hace ruido… y un ser humano que pasa por la vida sin contacto emocional alguno no ha existido. Eso, en definitiva, es lo que podemos encontrar en Shade: la historia de un hombre cambiante que, fluyendo a través de la vida, consigue mantener su esencia hasta averiguar quién es.

Análisis técnico

A estas alturas cualquiera conoce a Chris Bachalo, pero cuando empezó a publicarse este cómic era prácticamente un desconocido. Tanto que accedió a la serie debido a que en DC Comics hicieron pruebas a varios dibujantes para la serie y consiguió ser elegido a pesar de «no ser un gran fan del trabajo de Ditko», dibujante del que huyó conscientemente. Desde entonces ha pasado mucho tiempo, y según el artista su estilo se ha «refinado» desde que trabajó en Shade, el hombre cambiante. Un título del que, curiosamente, acabó cansándose: «Confieso que probablemente me quedé en la colección demasiado tiempo. Cuando me tomé un respiro del título después del número #27 para trabajar en Muerte: El alto coste de la vida, debería haberme buscado otro reto en alguna parte. Pero disfrutaba trabajando con Karen Berger y con Pete Milligan y pensé que aquella magia que tenía el título podía continuar. Sin embargo, no pienso que la calidad del material en su último tramo estuviese al mismo nivel que en el primero, puede que con la excepción del último arco que hice, A Season in Hell [números #45-50, tras los que abandonó la colección en favor de dibujantes invitados y Richard Case]. Pero lo cierto es que disfruté del cómic en un sentido creativo, ya que el tema a tratar me permitía hacer casi cualquier cosa que quisiera; disfruté trabajando con el equipo; y disfruté siendo parte de lo que se convertiría en la línea Vertigo de DC».

Respecto al dibujo que Bachalo desarrolla en la serie, decir que se basa principalmente en una línea de grosor medio para los volúmenes corporales y una fina, profusa, para los detalles faciales y los ropajes. Estas características, unidas a un sentido realista de la proporción –en general– habrían conferido al tebeo un aspecto sobrio de no ser por el hatching, un recurso muy empleado en la época (lo analizamos también cuando hablamos de La Cosa del Pantano) que aquí se conceptualiza para proporcionar al cómic un suave aspecto onírico, como de pesadilla. Este efecto se refuerza además por un uso agresivo de las tintas a cargo de Mark Pennington y por una de las marcas de identidad del Bachalo de la época: el uso de la perspectiva para, dicho de forma clara, detallar las narices de forma un tanto extraña. El autor lo explica así: «Originalmente era sólo un elemento artístico. Trataba de dar con una manera de dar a las cosas mayor profundiad y de proporcionar dimensión a los personajes. Empecé añadiendo estas pequeñas líneas a la nariz [se refiere al hatching] para ayudarme a darle a la cara un perfil más tridimensional, y funcionó bien. Después no sé exactamente cómo surgió pero un montón de gente empezó a señalar esa característica como algo que hago usualmente y con la que se me asocia». Otra de las marcas de la casa de Bachalo en Shade, también tendente a lo onírico, era la alteración de los dibujos… nuevamente acudimos a las palabras del autor: «Lo hice un montón de veces en Shade, donde quise añadir un poco más de textura a la página para hacerla un poco más interesante […] Así que cogía mi trabajo a lápiz, me iba a la Xerox, cambiaba el tamaño y después pegaba el resultado».


Bachalo, sus narices y la composición de página realista

Y llegamos ahora al meollo de la cuestión: la composición de página. Al igual que a nivel conceptual hay dos Shades, cuando se habla de la retícula de viñetas también lo hay: la composición basada en una retícula de 5-6 viñetas por página, cuadrangulares y panorámicas, a menudo en disposición diagonal, con borde fino y espacio interviñeta conservado; y la composición en la que todo es posible, desde juegos con la perspectiva hasta superposiciones imposibles, viñetas curvas, bordes gruesos y un largo etcétera. Nuevamente Bachalo al habla: «Cuando estaba haciendo Shade quise tener un claro contraste entre la realidad y la locura. Para conseguirlo, mantuve las situaciones realistas muy claras, muy planas, concentrándome en contar una historia sin hacer nada más y dejando que las palabras de Peter guiaran al lector a través del cómic. Sin embargo, cuando teníamos un parte en la que había un montón de locura y cosas extrañas, quería mostrar deliberadamente que algo había cambiado. Para mostrar el contraste entre una cosa y la otra, separé viñetas, cambié sus secuencias y muchas cosas más. Esa fue la razón por la que hice todo eso». Vemos así cómo en este cómic se dan la mano la composición de página netamente funcional con la ruptura formal más radical. Y todo ello perfectamente justificado y apoyado en una paleta cromática que, en manos de Daniel Vozzo, oscila entre la contención a base de tintas planas y la explosión de llamativos y lisérgicos colores.


Cuando la realidad pierde la cordura

Lamentablemente, en comparación con Bachalo los números dibujados por Richard Case en el tramo final fueron a todas luces decepcionantes. Este ilustrador americano liquidó totalmente esa frescura formal que introdujo su predecesor y anuló, de paso, el poder evocador en los lápices. En efecto, durante la etapa de Case la composición de página se regulariza a través de un orden estable, un número de viñetas más o menos fijo (5-6 por página, cuadrangulares) y un espacio interviñeta generalmente respetado y de color negro. Además, la sustitución de la profusión de líneas de Bachalo por una línea gruesa más esquemática, el cambio hacia unas proporciones altamente estilizadas, y el desplazamiento del hatching por las manchas de tinta convirtieron un tebeo rompedor en un anodino producto de los noventa.


El estilo de Case

Algo parecido sucedió con las portadas: Brendan McCarthy no sólo contribuyó al título con los diseños interiores iniciales, sino que proporcionó a la carta de presentación del cómic un aspecto fresco y salvaje. En contraste Fegredo resulta, al igual que Case, anodino al máximo. Tal vez, empero, todo se deba a una cuestión de aproximaciones: McCarthy, excepcional diseñador, entiende que para plasmar el surrealismo inherente a la serie y su trasfondo debe acudir a la vanguardia y las artes populares por igual, asumiendo una serie de referencias que van desde el cartoon al aerógrafo, con especial mención al expresionismo abstracto y el action painting. A Fegredo, en cambio, le basta con hacer portadas sin pensar en la colección para la que dibuja, permitiéndose tan solo algunos efectos curiosos a nivel de perspectiva y acudiendo, a lo sumo, a Dalí, quien aunque tomaba imágenes extraídas de los sueños precisaba al milímetro su pintura (de hecho Breton llegó a decir que abusando de este estilo «ponía en peligro la credibilidad del surrealismo»). Como resumen, y siempre en mi opinión, podríamos decir que en McCarthy encontramos a alguien que entendía de qué iba Shade y en Fegredo a alguien que, sin haberla entendido del todo, se limitó a hacer simples portadas con una gran técnica.


Dos portadas de McCarthy (#1 y #5) y una de Fegredo (#67)

Valoración personal

Resulta complicado realizar una valoración de Shade, el hombre cambiante y no volverse loco en el intento. Habría que empezar diciendo que el cómic de Milligan y Bachalo es sensacional justamente por aquello que hace sensacionales las principales obras del guionista: la exploración de la personalidad y la identidad, llevada aquí hasta la catarsis gracias a una disección cínica y desencantada de la sociedad americana, siempre tamizada por la perspectiva surrealista. De cara al viaje que se nos propone, no es desde luego una mala provisión: un punto común en la trayectoria del escritor, una perspectiva y un vehículo argumental propios, y la enorme extensión que permiten setenta números para desarrollar todo ello de forma adecuada.

Bajo este punto de vista Shade se convierte en una serie sobresaliente que consigue su propósito y que goza de una personalidad innegable. Además, y como no podía ser de otra manera, Milligan ejecuta no solo una radiografía de los Estados Unidos, sino también de esa cultura occidental (popular y culta) que compone la base y la encrucijada del pensamiento contemporáneo.

Comentario
Mitología metana, por S. Deetko

Ahora bien, el principal problema de la colección es que obliga al lector a entrar en una dinámica muy particular: o se comulga con todo el juego alucinógeno que Milligan propone (indisociable del argumento y de la trama), o uno puede llegar a salir mareado y renegando del personaje y de la obra. En este sentido habrá firmes defensores y denodados detractores de una Shade por otro lado compacta, apenas alargada y, sin embargo, de una lectura muy visceral que requiere grandes dosis de predisposición. Si uno la empieza y nota que no se adapta al estilo, lo mejor es abandonarla y dejarla reposar… tal vez con el tiempo notemos que mejora o tal vez descubramos que algunas fobias permanecen, grabadas a fuego, de por vida.

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Última actualización de este artículo: 3 de octubre de 2011

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Doctor_Gargunza
Doctor_Gargunza
Lector
22 julio, 2009 12:47

A mí Milligan me dejó flipado con su debut: «Skreemer». Una obra al nivel del mejor Moore o Gaiman, nada menos.

Su «Shade», por contra, me defraudó un poco, y las demás no las he leído, si bien «The Extremist» me llama mucho…

Clavos
Clavos
Lector
22 julio, 2009 12:50

Bueno, por fin el análisis de Shade. Yo soy de los que asimiló desde el principio el estilo visceral y anárquico de la obra de Milligan y Bachalo, y la verdad es que la disfruté enormemente. Al igual que me pasó con la Doom Patrol de Morrison, me fascinó esa habilidad de Milligan de retorcer y cambiar todo tanto que a veces no sabes ni qué está pasando, pero siempre con momentos intercalados de por medio en los que Shade, Kathy y Lenny vuelven a la realidad, a ser lo que son: 3 personas perdidas en busca de un sentido.
Quizá al final, con los dibujos de Richard Case (y hasta algunos de Mark Buckingham), la cosa se vuelve un poco reiterativa y muestra algo de cansancio, pero en conjunto me parece una obra sobresaliente, por encima de otras con más renombre dentro del sello.

Y a ver qué hace Milligan con Shade dentro de Hellblazer, ya que no sé si a estas alturas podrán conjugarse la psicodelia del primero con el marcado tono oscuro y siniestro del segundo, forjado durante dos décadas.

tezuka
tezuka
22 julio, 2009 15:42

Milligan, el mejor guinista de la actualidad.

Su blanco humano es, simplemente, genial.

Guillermo
22 julio, 2009 16:12

Solo puedo decir que fue un gustazo traducir gran parte de esta coleccion, aunque por momentos fuera desquiciante.
Altamente recomendable 😉

Raúl Martin
Raúl Martin
Lector
22 julio, 2009 17:48

Mi caso con esta colección es inexplicable. Me encanta Bachalo y me encantó Skreamer. Alucioné con obras densas como Swanp T. de Moore, Kid Eternity, por no hablar de Los Invisibles. Sin embargo, no hubo manera de tragar Shade. Imposible, es superior a mí. ¿Cómo atacarlo y defender a su vez estas otras obras? Es un gran dilema. Simplemente, hay algo en ella que no soporto.

John Space
John Space
22 julio, 2009 19:46

A mí, Skreemer, ni fu ni fa. En cambio, sí tengo ganas de leer su Shade (y si no me gusta, no vuelvo a leer nada de Milligan).

Martin
Martin
22 julio, 2009 19:49

La verdad, no leí Shade, pero me atrae, tal vez en algún momento me haga con los tomos y le entre de lleno a esta obra.
Te felicito por el artículo, muy comleto Tal vez podrías incluir un análisis de los personajes principales ( solo una sugerencia, el artículo es excelente )

Y parece que Milligan tambien aparece en suis comics!!!! ¿¿¿ No lo inventó Morrison??? jaja

Saludos y felicitaciones de nuevo

sputnik
sputnik
Lector
22 julio, 2009 19:49

¿¿Y no respiras??
Conste, que a mí me pasa lo mismo: el skreemer tá bien, y no he leído el Shade .
¿En españa sólo lo hay publicado en minitomitos? Creo que así paso. 

sputnik
sputnik
Lector
22 julio, 2009 19:50

(obviamente, mi comentario va para John Space. Martin, te m`has colao!)

Clavos
Clavos
Lector
22 julio, 2009 21:50

Para más información: son 17 tomos con 4-5 números USA cada uno. Es curioso que en España haya más material recopilado de cosas como Shade, Sandman Mystery Theatre o Animal Man que en EEUU…

Raúl Martin
Raúl Martin
Lector
23 julio, 2009 11:56

En realidad Skreamer y Shade son muy distintos. Si no te gustó el primero te puede gustar el segundo. Sólo hay que tener en cuenta dos cosas, Shade es mucho menos inaccesible que Skreamer, y que te han de gustar mucho (muchísimo) los comics densos de paranoias surrealistas.  Definitivamente, esta última es una barrera que muchos (incluyéndome a mí) no pudieron salvar, cosa que impidió poder disfrutar de la colección.
Por otra parte, también opinio que el Milligan de los últimos años se ha desinflado mucho. Su Hellblazer no me convence por simplón e inmediato, y Greak Street… se podría decir que su primer número no me ha deslumbrado demasiado. The Programme, ni lo acabé de lo aburrido que me pareció.

Mariano
Mariano
Lector
23 julio, 2009 20:58

Puff. Me encantó Shade, a pesar de lo irregular que es. Sobre todo la primera saga, la del grito americano, que es la más psicodélica y la que más se atraganta (y son como 20 números, aun así geniales los dos números en Hollywood). Después la cosa es fetén  (para mi gusto, claro) casi hasta el final.

Guillermo
24 julio, 2009 12:43

José: Gracias por el halago y por tu post. Creo que hace justicia a una serie a la que le tengo mucho cariño.