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La máquina de Efrén, Miguel A. Giner y Cristina Durán; Ediciones Sins Entido; 184 págs., bitono, 18 €.

Conocer a los autores de una obra influye indefectiblemente a la hora de reseñarla… por una sencilla razón: la complejidad de matices que nos define como personas queda depurada y tamizada en ese aparte de nuestra voz que constituye el relato, deviniendo entonces más o menos claro para el observador qué cosas hemos preferido callar o cuáles hemos decidido decir de una determinada manera y no de otra. Se torna evidente bajo qué presupuestos hemos decidido movernos, tanto a nivel estético como a nivel ético, y junto a lo que explicamos aparece también la sombra de lo que no hemos dicho.

La máquina de Efrén es un cómic que continúa de forma manifiesta lo que Miguel A. Giner y Cristina Durán empezaron a contarnos en -el muy muy muy recomendable- Una posibilidad entre mil, tebeo autobiográfico (término éste que siempre debería entrecomillarse) donde desgajaban su experiencia como padres de Laia, una niña encantadora que al poco de nacer sufrió una serie de lesiones que le provocaron una parálisis cerebral. Sin caer en el melodrama, pero tampoco ocultando sus momentos de mayor desesperación, en dicha novela gráfica Migue y Cris capturaron las vicisitudes por las que fueron pasando como familia impelidos por el amor hacia Laia. Un amor al que ella se agarraba con todas sus fuerzas, aferrándose también así a la vida y a su conquista de la misma, paso a paso, consecución a consecución, de llanto a sonrisa. Siguiendo similares prémisas respecto a cómo transformar lo vivido en lo narrado, ahora Migue y Cris nos explican su siguiente etapa como familia, detallándonos el proceso por el cual acabaron convirtiéndose en padres adoptivos de Selam, una preciosa niña etíope de mirada triste. Un proceso de adopción que, según reza la contraportada del libro, fue «largo» y está contado «con realismo, buen humor y mucho optimismo»; citas a las que no me refiero por capricho, sino porque delimitan muy claramente las posibilidades pero también el techo de esta propuesta.

Decíamos que La máquina de Efrén está en clara continuidad con Una posibilidad entre mil, y eso es algo que inicialmente se manifiesta en el apartado gráfico, donde Cristina Durán se mantiene dentro de unos mismos registros estéticos que en su obra anterior. Dicha opción no es baladí, puesto que condiciona luego totalmente el tono de un relato que, como apunta la contraportada, resulta fundamentalmente optimista. Aparece aquí el sesgo principal entre autores y obra, porque esa amabilidad simpática que se apodera de esta novela gráfica desde sus primeras páginas, aunque forma parte constitutiva y principal del talante de Cristina y Migue, nunca agota su experiencia de la realidad, en la que no resulta extraño que exista un posicionamiento atinadamente crítico ante la misma. Por supuesto, esa mirada crítica se cuela por entre las rendijas de La máquina de Efrén en distintos momentos, como cuando se detienen a explicar la gestión de la Generalitat Valenciana de la Ley de la Dependencia, pero nunca deja de resultar tangencial en el contexto de una historia que fundamentalmente se propone latir de manera afable.

Pero aunque una obra y otra se sucedan, se prolonguen y se complementen, lo que aquí se nos explica es «un largo proceso de adopción»… y eso la distancia del tumulto afectivo que supone la enorme incertidumbre de tener que luchar diariamente por la vida y las facultades de tu primera hija. Así, La máquina de Efrén resulta un tanto más neutra emocionalmente hablando que su antecesora, puesto que aunque no faltan en ella momentos de gran intensidad y humanidad, así como también de temblorosa expectación, el grueso del libro se detiene en el rico anecdotario del trayecto adoptivo explicado por una pareja que se sumergen en él con más ilusión que desesperación, dando lugar a un relato necesario, ilustrativo, juicioso y esperanzador, pero que queda un tanto lejos del tipo de sentimientos y reflexiones que se desprendían de Una posibilidad entre mil.

Por supuesto, eso no quiere decir que estemos ante una obra fallida, ni tampoco ante un trabajo menor. Significa únicamente que Una posibilidad entre mil es, en su género, una referencia difícilmente superable. Precisamente por eso y a pesar de eso, creo que se les debe agradecer a Cristina y Migue que nos hayan regalado La máquina de Efrén, asumiendo el riesgo de tener que pasar por odiosas comparaciones como las mías. Y es que La máquina de Efrén, como decía, es una obra necesaria. Inexcusable. Para cualquiera que en un momento u otro de su vida pase por el laberinto de las adopciones… y para cualquiera que tenga interés en permitir que en su interior se asienten semillas de verdadera humanidad: de libertad, respeto, afecto, solidaridad… Ese tipo de semillas siembran las obras de Cristina y Migue, y aunque La Máquina resulte menos agitada que Una posibilidad, sigue siendo conveniente –inexcusable– dejarse tocar por ellos.

[Reseña de Una posibilidad entre mil + Entrevista a Miguel A. Giner y Cristina Durán en Zona Negativa].

Camaleón, Perro; Ediciones La Cúpula; 184 págs., BN, 18 €.

Camaleón es la obra con la que Ediciones La Cúpula ha decidido inaugurar su colección El Víbora Comix, recopilando en ella una serie prepublicada en la revista El Víbora en los años 90 a la que se añade para la ocasión una estupenda historieta de cierre.

Narra las vicisitudes de un matón del lumpen barcelonés de esa década. Un desgraciado con exceso de conciencia para las circunstancias que le toca vivir, puesto que los evidentes resquicios de integridad que restan en él, abocado como está a ejercer de títere de un plantel de malas compañías con mucha más convicción y muchos menos escrúpulos que él, tan sólo bastan para incomodar sus noches y deteriorar su relación con los demás y consigo mismo… sin que eso apenas marque diferencia positiva para nadie. Apenas.

Ese es el sabor de Camaleón, el tebeo. El sabor amargo de la mala conciencia, del fracaso, de una realidad que se nos impone y nos fuerza y nos anula… pero de la que no podemos desentendernos. Que no nos deja desentendernos de ella. Que insiste en que firmemos en cada una de sus páginas, en cada uno de nuestro días, traicionándonos a nosotros mismos rúbrica a rúbrica.

Su creador, Perro (Carlos García López), se alinea con autores como Berardi y Milazzo, Mezzo y Pirus, Thomas Ott, Muñoz y Sampayo, Bernet y Abulí o Frank Miller a la hora de enumerar posibles referencias para su Camaleón, pero evidentemente la muestra es tan heterogénea, yendo desde el salvajismo estereotipado de Mezzo, Pirus y Miller al humanismo de Sampayo y Berardi, que su propuesta no puede resultar mas que singular. De hecho, incluso, con una singularidad que a mí me remite a un autor que Perro no menciona, pero que evidentemente se encuentra en la matriz de esos artistas listado anteriormente: Will Eisner. No cualquier Will Eisner, por supuesto, dado que también este creador es sinómimo de heterogeneidad. Perro, en Camaléon, se asejema al Will Eisner de The Spirit en su versión más negra y cinematográfica. En esas historietas protagonizadas por personajes derrotados desde la misma casilla de salida, preñadas de fatalidad, de desencanto, y aderezadas con todo tipo de claroscuros y juegos narrativos, tanto visuales como literarios, habitualmente discretos, pero de magistralidad elegante e innegable.

Por todo ello no es extraño que Hernán Migoya se refiera a Camaleón como el secreto mejor guardado del cómic español, en uno de esos ejercicios hiperbólicos suyos nunca exentos de cierta verdad… a no ser que entre todos lo evitemos y hagamos de lo secreto… servicio público 😉

[Previa de Camaleón + Entrevista a Perro].

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Raúl López
Admin
6 diciembre, 2012 19:25

Enhorabuena por las reseñas Toni, desde hace tiempo le tengo muchas ganas a La maquina de Efren aunque soy consciente que será casi imposible que hayan podido plasmar al ciento por ciento la montaña rusa emocional que es una adopcion en el extranjero. Aun así tengo mucho interés en leerlo.

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
6 diciembre, 2012 22:54

Enhorabuena por la reseña. A mí, de estas dos me llama más Camaleón. Ya veremos si acaba cayendo.

¿Vais a hacer reseña de Ardalén? No lo digo porque necesite un motivo para pillarlo (de hecho, ya lo tengo. Miguelanxo Prado es uno de mis autores favoritos.) Pero me extraña que no mencioneis el último trabajo de uno de los mejores autores nacionales.

BLUNTMAN
BLUNTMAN
Lector
7 diciembre, 2012 19:27

Me llama la atención  La máquina de Efrén, cuyo dibujo me resulta tan atrayente como su historia (y el precio no me parece muy caro teniendo en cuenta que son 184 paginas…), no así como Camaleón cuyas páginas ya leí en los 90 en la difunta El Vibora

Su dibujo deforme, la dificultad para que el lector pueda seguir la narrativa de la historia en algunas de sus páginas y los vacíos en los fondos y que todos los personajes se parecen entre sí (incluidos niños pequeños) lastran un cómic que por otra parte podría haber sido una interesante novela negra (de pata negra, también) si hubiera contado con mejores ilustraciones (y Krilín Mingoya que diga misa que también lanzó Arsesino como una obra polémica, cuando es una mierda pinchada en un palo de tamaño familiar…)

Un saludo.

BLUNTMAN
BLUNTMAN
Lector
8 diciembre, 2012 20:00

 Toni Boix : que conste que solo he dado mi opinión que para nada es la verdad absoluta.  

Disculpa si te ha parecido un tanto salida de tono, pero a veces me envalo cuando escribo. 

Un saludo.