Píldoras Nacionales 72: Entrevista a Enrique Corominas

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RESEÑA

Dorian Gray, Enrique Corominas; Diábolo Ediciones; 90 págs., color, 23’95 €.

Apuntaba Oscar Wilde al inicio de El retrato de Dorian Gray -y así ha escogido reflejarlo Enrique Corominas– que «Todo arte es a la vez superfície y símbolo. Quienes van más allá de la superfície, lo hacen bajo su propio riesgo. Quienes penetran en el símbolo se exponen a las consecuencias.» ¿Pero quién podría resistirse? Es decir, Dorian Gray -y el libro en el que se inspira- constituye un apasionante drama fantástico que se lee de un tirón: en él se disponen pasiones confesas e inconfesables, asistimos a diversos ejercicios de depravación y, gobernándolo todo, un sugerente elemento sobrenatural ejerce de catalizador argumental. Pero resulta inevitable ir más allá de esa trama febril y adictiva que tan bien ha sabido trasladar Corominas de la novela al cómic… aunque mejor dejémoslo para el final de esta reseña y detengámonos antes en aquellos aspectos más técnicos de la obra… que también lo merecen.

La soberbia edición de Diábolo sirve en bandeja de plata una propuesta gráfica de Enrique Corominas exhuberantemente generosa, como no podía ser de otra forma en una creación que reivindica «el arte por el arte». Ilustraciones a toda página abren y cierran el libro por el simple placer de transportarnos al interior de ese mundo lejano y próximo que en su día «habitara» Dorian Gray, como préviamente se transportó su autor hasta allí. Las páginas de cómic no son menos cautivadoramente absorventes, por cuanto está más que claro que Enrique Corominas es uno de nuestros autores con un estilo más personalmente bello y, por eso, a pesar de lo esporádico de sus contribuciones al Noveno Arte, nunca deja de llamar la atención sobre cada nueva incursión suya en el medio. Su vivaz pero taciturna paleta cromática, la seductora sinuosidad de sus trazos y la elegante estilización de sus diseños, así como sus forzadas y expresivas perspectivas y su variedad de registros estilísticos, le convierten en uno de los ilustradores españoles más singularmente reconocibles y cuyo trabajo resulta más atractivo; atractivo que habitualmente suele poner al servicio de historias de las que también se hace responsable y que gustan de contraponer, a su particular y llamativa candidez gráfica, un desasosegante gusto por la sordidez más absoluta.

Dorian Gray no es una excepción a todo lo dicho; antes bien, casi se diría que constituye un espacio donde lo quintaesencial del trabajo de Corominas encuentra idóneo acomodo. No sólo porque la belleza y lo escabroso se dan la mano de forma inseparable en esta historia cual reflejo y reflejado, sino también porque -como ya hemos avanzado- la propuesta original de Oscar Wilde supone una reivindicación de la gratuidad del arte con la que Enrique Corominas ha demostrado por áctiva y por pasiva estar totalmente de acuerdo a lo largo y ancho de su trayectoria.

Habiendo dejado para el final la osadía de zambullirse en la simbología que maneja el planteamiento de Wilde, no nos queda más remedio que -cuanto menos- probar tímidamente «cómo está el agua». Y es que no cabe duda de que, con El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde dio con un imaginario simbólico tremendamente fecundo y transparente a partir del cual poner en tela de juicio muchas de las estipulaciones que encorsetaban (más bien, encarcelaban) la cultura de su época. Dejando claro que la vida eterna no es lo mismo que la eterna juventud y que nadie (creo) desea convertirse en un pellejo eterno, Wilde y Corominas presentan un alegato en favor del deseo de lo bello ante todo y pese a todo que, a la par, esconde otros interesantes desafíos al pensamiento de su tiempo, evidenciando que Lo Bello y Lo Bueno no van indefectiblemente unidos como propugnaba la filosofía del arte de Hegel, aventurando que lo apolíneo no puede desentenderse de lo dionisíaco y, todavía más, poniendo algunas piedras con las que cimentar el camino hacia el arte de la entraña humana, tránsito muchas veces provocativamente desgarrador… como evidencia la propia obra.

ZN ENTREVISTA A… ENRIQUE COROMINAS

Toni Boix: A juzgar por la pequeña coincidencia que se da entre los títulos de este Dorian Gray y el de uno de tus primeros cómics como autor completo, Eye Gray (Laberinto), uno diría que ya hace mucho que pusiste el ojo sobre la obra de Oscar Wilde. ¿Dorian Gray ha sido una propuesta que has cocido a fuego lento?

Enrique Corominas: Hasta donde puedo recordar, Wilde siempre ha sido uno de mis escritores favoritos. Dibujé mis primeras ilustraciones sobre El retrato de Dorian Gray hace más de quince años, pero mucho antes pinté personajes de los cuentos y de las obras de teatro de Wilde. Hasta me llegué a plantear su biografía ilustrada basada en analogías de su vida con una de sus creaciones, El príncipe feliz. Y así, hasta que un buen día Daniel Maghen, el editor francés, me preguntó: “Oye, ¿qué cómic te apetecería hacer?”

TB: ¿Es esa una pregunta que los editores franceses suelen hacerle a los autores españoles?

EC: ¡Ojalá! Aquello fue un milagro. Ha sido la primera vez en mi vida en que me he sentido acompañado por un editor de cómics desde el principio y hasta el final de un proyecto. Me ha dado total libertad, me ha alentado constantemente y la consideración y el respeto han sido mutuos.

La situación suele ser la contraria: los autores se preguntan “¿qué querrá este editor?” antes de empezar un proyecto. Y eso es muy triste porque, a estas alturas, ya deberíamos saber que las grandes editoriales francesas quieren material que encaje perfectamente en su línea editorial. Eso es todo. Pero también son capaces de dar buenos consejos a un autor, lo fichen o no. Todo lo contrario que los editores españoles, que no tienen línea editorial ninguna (salvo escasísimas excepciones) y que, para aparentar que saben lo que hacen, no se les ocurre otra cosa que criticar cuatro obviedades sobre el dibujo de las páginas de los autores que se intentan abrir camino o, peor aún, les piden que trabajen basándose en algún autor de moda. Y los lectores quieren originalidad y/o calidad, así que, la única pregunta que un autor debería formularse es “¿qué narices quiero hacer yo?”

TB: La verdad es que no puede decirse que te prodigues mucho en el mundo del cómic. Lo errático de tu trayectoria, a pesar del reconocimiento que sueles recibir, ¿se debe únicamente al mal estado de la industria o tiene también que ver con la notable dosis de motivación que necesitas para acometer un proyecto de gran envergadura, como siempre suele serlo un cómic de los tuyos?

EC: Trayectoria o reconocimiento son términos muy grandes para mí. Yo sólo busco divertirme cada vez más con lo que hago para conseguir hacerlo un poco mejor. He conocido a muchos compañeros que se han quemado en los momentos de vacas flacas por pensar que tenían una trayectoria que seguir o por mantener un supuesto estatus en la profesión. Yo me limito a diferenciar más entre los proyectos en los que me puedo involucrar completamente (o generar yo mismo) y los proyectos en los que sólo aporto técnica, que entre el cómic o la ilustración.

Además, soy un dibujante muy inseguro, más interesado en dudar o en evocar una sensación o captar una atmósfera que en dibujar “bien” una mano, por ejemplo. El resultado, supongo, es que el mercado editorial me puede considerar un ilustrador rápido y profesional pero un dibujante de cómics lento y caprichoso. Necesito mucho tiempo, más que motivación, para hacer un cómic. Así que siempre espero a tener las condiciones ideales para hacerlo. Aunque se den una vez cada lustro.

TB: ¿Sobre qué cuestiones concretas te consideras inseguro como dibujante?

EC: Un dibujante de cómics profesional es aquel que tiene una forma de hacer las cosas (a veces es un auténtico estilo, otras veces son tics repetitivos que los lectores identifican como un estilo) y que aplica en cada historieta. Yo no soy capaz de hacerlo así; la forma en la que hice una historieta hace cinco años no me sirve para contar la nueva historia que tengo entre manos. Así que me siento como si partiera de cero con cada nuevo proyecto y me cuestiono todo desde su inicio: el diseño de personajes, el grafismo, el color… ¡todo!

Algunas pruebas para Dorian Gray

TB: Por cierto, ¿qué provocó que Dontar no llegase a las tres entregas previstas?

EC: Su editor dejó de proporcionarme esas condiciones ideales que me permiten embarcarme en la realización de un cómic. Vamos, que no me pagó el adelanto prometido por el segundo álbum, aunque le entregué varias páginas. Cuando un editor hace eso es que no valora tu trabajo. Por mucho que lo niegue. Así que pasé a otra cosa, aunque me dolió no terminar de contar esa historia.

TB: ¿No puedes continuarla con otra editorial?

EC: Podría haberla continuado tres años después de la publicación del primer álbum, por cuestiones legales, y con una editorial dispuesta a pagar por los derechos de esa primera parte. Nadie se interesó tanto por Dontar; no creo que se vendiera mucho y yo, tres años más tarde estaba en otras cosas.


Portada y primera página de Dontar 2: El sol del invierno
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

TB: Antes de entrar plenamente en materia con Dorian Gray, quería hacerte notar que tanto en Dontar como en Eye Gray, al igual que sucede con ésta, tu última obra, gustas de ubicar parte o toda la acción en épocas pretéritas. ¿Toda la magia y el encanto al que podemos aspirar en el presente tiene que provenir forzosamente del pasado?

EC: Creo que la magia viene del pasado o del futuro, pero… ¿del presente? No sé, necesito distanciarme del presente para poder analizarlo a través de metáforas y símbolos de épocas pasadas, futuras o imaginarias. Lo hizo el expresionismo alemán durante la era prenazi, los románticos y sus ruinas soñadas, los prerrafaelitas y su naturaleza idealizada… Supongo que eso es, en el fondo, el género fantástico.

TB: Entonces, ¿te resulta complicado encontrar simbologías cotidianas que te permitan hablar del presente desde el presente?

EC: Creo que eso lo hacen de forma magistral los autores que trabajan en El Jueves, por ejemplo. Cuando tengo la necesidad de comentar gráficamente algo actual, lo hago… pero me divierte menos. Como guionista me resulta algo más natural situar una historieta en el presente, pero no como dibujante.

TB: Otro elemento compartido por las tres obras lo constituye cierto regocijo en la depravación: la del caníbal de Eye Gray, el alquimista de Dontar o los propios Dorian y Harry en tu trabajo más actual. ¿Este detalle común obedece simplemente a un interés por el género de terror en general o más bien lo que te atrae son los mecanismos de la perversión humana en particular?

EC: Me atrae lo siniestro, pero tal y como lo definió Freud; el terror latente en lo cotidiano. Un asesino en serie regando las plantas no es terrorífico, pero sí es siniestro. Sólo cuando está matando se convierte en terrorífico. Me interesan más las consecuencias de ese acto que el acto en sí. El maltrato, las relaciones familiares estancadas, esa mirada que el abuelito del quinto acaba de echar a la niña del segundo… Con ese material, créeme, es mejor elaborar cuentos fantásticos que tratarlo de forma directa. La gallina degollada, de Horacio Quiroga, es un ejemplo perfecto.

TB: ¿Y te atrae por simple “placer morboso”, por lo que remueve a nivel de sensibilidad, o de forma más intelectual?

EC: Esa es una pregunta para mi psicólogo. Pero supongo que escribir sobre algo que hiere tu sensibilidad es siempre una forma de analizarlo, por muy simple o crudo que sea el resultado. En el caso de Dorian Gray, me parece mucho más morboso el tedio salvaje en el que cae el protagonista tras su depravación moral, que sus violaciones o asesinatos. Y eso le ocurre porque ha conocido, gracias a las mutaciones de la obra de Basil, que el mundo de la fantasía, de la imaginación o, más bien, del arte es mucho más rico que la realidad, por más poder que tenga para influir en ella.

TB: Acabando con estas comparaciones, también resulta curioso que en todos estos cómics gustes de resolver de forma literaria algunas de sus partes. ¿Lo haces por simple economía narrativa o consciente de que ciertos resortes narratológicos sólo pueden pulsarse desde unos medios concretos y no otros?

EC: Puede ser un recurso muy facilón, pero creo que si se combina bien con los recursos puramente comiqueros, puede resultar interesante. En ese sentido, El Capitán Escarlata de David B y Emmanuel Guibert me parece un ejemplo perfecto. En mi caso, puedo decir que el único capítulo que tiene cartuchos de texto en el Dorian Gray es el Acto III, ese texto cuenta parte de la historia que estamos viendo, sí, pero desde el punto de vista de un libro que termina leyendo el protagonista. Es algo sutil, pero necesario, para explicar el envenenamiento moral de Dorian en primera persona.

TB: En su abordaje gráfico, Dorian Gray está muy lejos de Eye Gray, en el que parecen percibirse rastros de Dave McKean y Bill Sienkiewicz, e incluso de Dontar, donde utilizas algo más la línea. ¿Se debe a la aproximación concreta que sentías demandaba este cómic o tu estilo está evolucionando en esa dirección de contar sobre todo con el color para delimitar los volúmenes?

EC: Eye Gray es un tebeo en b/n y que cuenta una historia bastante cruda, así que opté por la mancha y el pincel seco. Dontar es una historia de fantasmas en la edad media, así que para conseguir una atmósfera que hiciera creíble una alucinada así, opté por la aguada y el color digital. En Dorian decidí volver a la línea por una preocupación puramente narrativa: necesitaba dibujar más para contar más. Mucho más que en Dontar, por ejemplo. Fui un fanático de Corben, Sienkiewicz y Breccia, sí.

TB: En tu blog explicas que te costó mucho dar con un registro gráfico para un proyecto que compartías con Jorge Zentner llamado Cartas a Vertov. ¿Te resulta más fácil encontrar el registro adecuado cuando eres responsable completo de una obra, es decir, la inspiración llega hasta ti ya con alma y rostro definidos?

EC: Cuando dibujas el guión de otra persona, debes ponerte al servicio de un punto de vista ajeno al tuyo. Y eso es muy difícil, debes entender perfectamente cuáles son las intenciones del autor de la historia en cada una de las viñetas.
A la hora de trabajar juntos, creo que el guionista debería crear el argumento, planificar (de alguna forma, dibujar mentalmente cada página) y desarrollar la historia. Él es su escritor, quién la conoce y quien sabe cuál debe ser su intención. Así que debería indicar en todo momento qué narrar al dibujante. Y el dibujante debería saber subrayar con sus dibujos lo que el guionista cuenta, volcando toda su creatividad en dar su interpretación personal de la historia a través de su capacidad de visualización (de alguna forma, escribir con el dibujo. Mucho del tono del cómic resultante dependerá de él). Si un buen guión se ve expuesto al capricho narrativo del dibujante se convertirá, siempre, en un mal cómic; su tono e intención original se verá rota en varias ocasiones por sus intromisiones. Y si un dibujante, actuando así, es capaz de mejorar el guión será porque ese guión no está terminado por su autor. O porque, simplemente, es un mal guión.

No creo en otra forma de colaboración: o me enamoro de un guión y me pongo a su servicio, o escribo mi propia historia. Odio eso de “el dibujante puede cambiar todo lo que quiera, siempre y cuando al guionista le parezca bien”. Así se hace un porcentaje altísimo de historietas en España y así nos va.


Dos páginas de Cartas a Vertov
(haced click sobre la imagen para ampliarla)

TB: En el caso concreto de las páginas en que Dorian se adentra en el Teatro de la Sabiduría, donde haces gala de un estilo bien distinto al del resto del libro, ¿fue P. Craig Russell quien te sirvió de referencia?

EC: No, pero está claro que si te lo parece es que usé las referencias que él mismo utiliza: los ilustradores simbolistas de finales de siglo: De Beardsley a Kay Nielsen o de Edmund Sullivan a Edmund Dulac.


Una viñeta de la escena en el Teatro de la Sabiduría y otra que ilustra Les Chants du Maldoror
(haced click sobre la imagen para ampliarla)

TB: ¿Con qué autores actuales te sientes hermanado?

EC: Soy muy fan de casi todos mis compañeros pero, precisamente por eso, no me siento hermanado con nadie, la verdad.

TB: En la parte donde ilustras Les Chants du Maldoror, otra vez con un estilo gráfico particular, algo cercano al de Eye Gray salvando años y distancias, se diría que utilizas una referencia iconográfica que también usaste en esa obra primeriza: el Saturno devorando a su hijo de Francisco de Goya. ¿Qué tiene esa imagen que, tras tantos años, vuelves sobre ella?

EC: Pues… si lo he hecho, no ha sido intencionado. En Los cantos se describe la imagen de Dios devorando a los hombres, y es lo que he ilustrado. Pero seguro que Ducasse estaba de acuerdo con Goya en eso de que el sueño de la razón produce monstruos.

TB: ¿Y cuándo la utilizaste en Eye Gray?

EC: Las pinturas negras traumatizan a todos los niños que visitan el Museo del Prado, y yo no fui ninguna excepción. Es una tela que transmite a través de sus pinceladas urgentes la sensación de que Goya estaba viendo realmente esa imagen, mantiene intacto el dramatismo y la crueldad de un acto así, nada que ver con las elaborades fantasías de El Bosco, por ejemplo. Es una obra cumbre del arte fantástico.


Dios devorando a sus hijos según Goya y según Corominas en Dorian Gray
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

TB: Aunque a menudo, en el cine de terror, los grandes directores apuestan por sugerir más que por revelar, tú has sido terriblemente osado e incluso te has atrevido a concretar gráficamente el que probablemente sea el más famoso retrato jamás mostrado. ¿Te tembló el pulso?

EC: No fue, fácil, no… El modelo que tenía que borrar de mi mente era la increíble pintura que Ivan Albright realizó para la película de Albert Lewin. Sólo cuando decidí que no mostraría el cuadro dentro de ninguna viñeta, pude hacerlo. Lo siniestro está, realmente, en la transformación de un retrato bonito y anodino en una imagen terrorífica… pero que todo el mundo quiere ver.


Mutación del retrato según Corominas y pintura de Albright
(haced click sobre las imágenes para ampliarlas)

TB: ¿Por qué te facilitó las cosas la decisión de no mostrarlo dentro de ninguna viñeta?

EC: Necesitaba que, visualmente, la imagen del cuadro marcara toda la historia, que influyera en ella, no que la historia influyera en el cuadro. Para eso ya contaba con el guión. Los cambios en el cuadro abren cada capítulo en todo su esplendor, pero no se reducen, se recortan o se empequeñecen al mostrarlos dentro de una viñeta. Creo que mantienen su importancia al dejarlos fuera de ellas; lo contrario hubiera sido ridículo.

TB: Dices que no podrías entender un mundo sin Dorian Gray. ¿Qué aspecto del personaje es el que te resulta tan necesario?

EC: Dorian es un símbolo dentro del discurso de “El arte por el arte” de Wilde. Lo que me resulta necesario es poner algo, en principio, tan absurdo como el arte por encima de las necesidades más básicas del ser humano o por encima de cualquier norma moral. Es, paradójicamente, el triunfo de la mayor de las sensibilidades. La única gran adaptación cinematográfica de El retrato de Dorian Gray fue rodada en 1945, mientras el mundo reventaba. Ese es el espíritu que debería guiar a todo el mundo que aspira a hacer algo mínimamente creativo.

TB: Entonces, ¿no propugnas la estética por encima de la ética para todo el mundo sino sólo para los artistas y en lo que a la creación artística se refiere?

EC: Como decía Wittgenstein, ética y estética son lo mismo. Hay muchos chistes sobre ello, pero necesitamos más obras de arte y más fábulas morales que nos lo recuerden constantemente, como hacía Wilde.

TB: Esa historia de tintes inquietantes que explicas en Dorian Gray se lee con agilidad e interés, pero luego, a juzgar por las citas de Wilde que eliges para introducir la obra y de las reflexiones escritas con las que la cierras, pareces querer sugerirle al lector que no se quede en la superficie de lo narrado. ¿Por qué motivo sentiste la necesidad de subrayar ciertos aspectos temáticos del libro de Wilde mediante esos textos?

EC: Las citas a las que te refieres constituyen el prefacio original del libro. Así era Wilde. Decidí incluirlo porque… mola. El texto final da información sobre el libro, la época y la vida del propio Oscar, mezclada con comentarios sobre qué narices he hecho, o he intentado hacer, con su obra. Creo que al lector le puede interesar saber qué he dejado fuera y qué he aportado. Ten en cuenta que me siento como si hubiera violado mi libro favorito: estaré pidiendo perdón eternamente.

TB: Y ahora que sientes que “has abusado de él”, ¿lo sigues queriendo de la misma forma?

EC: Más, lo quiero más. Pero ha sido como “matar al padre”: ahora soy un poco más libre para poder contar otras cosas. Era uno de esos proyectos que siempre estaban ahí… y ahora ya no, ya no volveré a hacer un cómic sobre Dorian. Ahora sólo me queda ilustrar el libro. Y estoy en ello: si todo va bien, se editará el año que viene.

TB: Aunque Wilde defienda “el arte por el arte” y afirme que no hay libros morales o inmorales, lo cierto es que El retrato de Dorian Gray (y tu cómic con él) sí que maneja cuestiones morales, casi hasta el punto de entrelazar íntimamente lo bueno y lo bello. En el fondo, ¿crees que podemos, en nuestro contemplar existencial, desprendernos alguna vez de esa doble mirada ética y estética?

EC: Otra paradoja, otro juego. Lo que dices es cierto, pero sólo en parte: uno de los grandes hallazgos de la historia es vincular la extrema belleza de Dorian a su extrema maldad. Pero como las maldades (o los comportamientos no aceptados por la hipócrita moral de la época) deben ser degradantes, Dorian ve su reflejo convertido en un monstruo, como el pobre Jeckyll sabía que era también Hyde. Tiene un final moralizante, pero el mensaje de fondo es profundamente libertario.

TB: Y en relación con ese “arte por el arte”, y con esa frase de tu blog donde dices que “me divierto porque me lo tomo con calma”, ¿es por eso que tantas ilustraciones adornan la parte final del libro? Es decir, no teniendo una función narrativa clara, ¿debemos pensar que muchas veces dibujas por el simple placer de transportarte al interior de lo que dibujas?

EC: Sí.


Una de las ilustraciones del final, donde criatura y creador se cruzan
(haced click sobre la imagen para ampliarla)

TB: ¿Alguna de esas ilustraciones son de las que antes nos contabas que tienen 15 años de antigüedad?

EC: No, todas esas ilustraciones las hice al terminar el cómic. Aquí tengo tres de las viejas: http://doriangraybd.blogspot.com.es/2007/06/dorian-1-wilde-2.html

TB: Citas a Wilde diciendo que el artista es el creador de cosas bellas, aunque la teoría del arte y ciertas vanguardias autorales llevan décadas esforzándose por desmentir tal afirmación por activa y por pasiva. ¿”Los del cómic” andamos siempre varios pasos por detrás del resto de artistas o, simplemente, es que seguimos otro camino?

EC:
Uf. Hay que situar a Wilde en su época para entender porqué fue un visionario: hoy sería considerado un misógino, por ejemplo, y muchas de sus ideas artísticas serían risibles. Incluso hay que admitir que no aportó nada nuevo a lo dicho por Ruskin, Walter Pater o por Whistler. Pero fue él solito quien se inventó como personaje y como símbolo de una forma de entender el mundo. Su influencia fue gigantesca, y hoy vive en la cultura pop (Truman Capote, Andy Warhol, David Hockney, Morrissey, Bowie o los Divine comedy no existirían sin su ejemplo).

Así, desde el mundo del arte contemporáneo se vería a Wilde como un gran performer de otro tiempo. A “los del cómic” nos deben ver, en general, como artesanos que siguen un oficio sin aportar conceptos innovadores destacables. El cómic es algo que influye en muchos artistas destacables (Takashi Murakami, Julian Opie, Kusama…) pero los autores de tebeos trabajamos a destajo para desvalorizar nuestras obras haciendo reproducciones masivas de baja calidad. Y no les falta razón. Pero… ¿y lo bien que nos lo pasamos?

TB: ¿Dónde reside, pues, el placer de hacer cómics?

EC: En contar una historia. Seguimos encendiendo la hoguera para sentarnos alrededor y escuchar lo que uno de nosotros tiene que decir. Hoy me toca a mi y mañana te tocará a ti. Yo tiendo a hacerlo más a través del dibujo y los colores, y otros a través de un sintetizador y sus cuerdas vocales.

TB: Y ya para acabar, aglutinando comentarios tuyos desperdigados en varias respuestas, ¿qué es lo que hace que Wilde sea tan importante para ti a nivel personal?

EC: Er… ¿todo? Es el santo en la estampita del Arte a la que rezo todas las noches, el mártir de los estetas, la puerta de entrada al decadentismo y a la época victoriana, el primer hombre moderno, el último de otra era… Las biografías de Oscar (sobre todo, la escrita por Richard Ellmann, o las de Luis Antonio de Villena) están llenas de razones para adorarlo.

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Reverend Dust
Lector
22 junio, 2012 9:07

Me llama tantísimo el tema, la forma y el fondo como me repele el precio. Pero es que tengo especial debilidad por el personaje y su concepto. Gñaaaaaa… ¡Está bien, picaré! Pero después del verano, que ya hay muchos gastos.

¡Enhorabuenísima a Enrique Corominas! Y que la obra sea tan buena como promete ser. Desde luego en el apartado gráfico parece más que impecable.

Reverend Dust
Lector
22 junio, 2012 9:08

P.D. Me olvidaba: enhorabuena, Toni, por la entrevista. Me han parecido unas preguntas muy interesantes y enriquecedoras. Sinceramente. ¡Bravo!

PAblo
22 junio, 2012 9:43

Una entrevista realmente muy interesante y la versión de «Dorian Grey» de Corominas tiene una pinta excelente. A ver si me hago con ella antes que se agote la segunda edición.
Felicidades tanto al entrevistador como al entrevistado.
Impacientes Saludos.

Wendy Darling
Lector
23 junio, 2012 13:43

Yo no conocía este cómic, Toni, pero como me gusta mucho la literatura del siglo XIX, lo apunto en mi lista de pendientes (es un poco caro, pero espero que para mi cumpleñaos o en algún momento extra me lo pueda permitir).
 
La verdad es que la entrevista me ha gustado mucho… me ha parecido muy fluida, con respuestas muy sinceras e interesantes (vaya, que ni las preguntas ni las respuestas eran de manual, sino que se nota un verdadero interés en ellas.)
 
Tengo curiosidad por otras novedades de autores españoles que han aparecido hace poco (y creo que las dos son de Dolmen): El jírón negro y La casa de los susurros. ¿Son recomendables?
 
PS: ¿Algún problema si cito un párrafo de la entrevista en mi blog (todavía naciente) poniendo un link a esta página, claro?

Javié
Javié
Lector
25 junio, 2012 1:14

Menuda entrevista te has marcado amigo Toni, al igual que Reverend, ha sido terminar de leer el texto, ver las viñetas y empezar a echar espuma por la boca, no solo la premisa e historia me parece interesantisima, sino que el tipo de dibujo me atrae y me intriga como pocos ultimamente, tu que conoces mis gustos, ¿Porqué me haces esto en tiempos de crisis?  🙂

Javié
Javié
Lector
26 junio, 2012 1:49

No me he podido resistir a leerme la entrevista otra vez, menuda gozada y vaya lujazo, tanto por el señor Boix, como por los artistas que suelen rondar esta sección.
 
Queria comentar un parrafo que se me pasó por alto ayer y que me ha llamado la atención, es el siguiente:
 Yo no soy capaz de hacerlo así; la forma en la que hice una historieta hace cinco años no me sirve para contar la nueva historia que tengo entre manos. Así que me siento como si partiera de cero con cada nuevo proyecto y me cuestiono todo desde su inicio: el diseño de personajes, el grafismo, el color… ¡todo
 
 
Me he sentido muy identificado con este parrafo, y de algun modo me ha causado alivio ya que es algo que me he planteado bastantes veces, suelo ver a colegas que despues de 3 ,4 o 5 años siguen dibujando con lo que ellos llaman «su estilo» y siempre me he sentido frustrado de no conseguir esa seguridad que ellos tienen, yo, si tengo que dibujar dos guiones que sean totalmente diferentes, uso dos tipos de grafismo totalmente diferentes, me sale solo, no puedo dibujar igual una historia de terror, que un numero de super heroes, me daba mucha rabia y me he esforzado mucho por llegar a un punto en el que me sienta comodo y que peuda aplicarlo a todos los campos, por desgracia hoy dia reconozco que sigo sin conseguirlo.