Parasyte 3 y 4, de Hitoshi Iwaaki

Seguimos nuestro repaso a Parasyte, el manga de Hitoshi Iwaaki publicado por Planeta Cómic que narra el conflicto entre humanos y parásitos.

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2008
 
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Edición original: Parasyte Nº 3-4 JAP (Morning /Afternoon / Kōdansha, 1988-1995).
Edición nacional/ España: Planeta Cómic (2016-2017).
Guión: Hitoshi Iwaaki.
Dibujo: Hitoshi Iwaaki.
Entintado: Hitoshi Iwaaki.
Formato: Tomo rústica con sobrecubiertas de entre 276 y 288 páginas (Serie cerrada de 8 números).
Traducción: Marc Bernabé.
Precio: 9,95€/u.

 

«¡¡No eres humano!! ¡¡No lo eres!! ¡¡No tienes sangre en las venas ni lágrimas en los ojos!!»

En 1955, el escritor estadounidense Jack Finney publicaba La invasión de los ladrones de cuerpos. La historia pronto llamó la atención de Hollywood por una premisa que hablaba de una invasión extraterrestre capaz de realizar copias genéticas de seres humanos y suplantar sus identidades. Era un enemigo invisible que el director Don Siegel identificó con una potente metáfora de la Guerra Fría. En su adaptación a la gran pantalla exprimió la idea en una película de ciencia ficción de bajo presupuesto de jugaba con premisas y lecturas anti-comunistas. Posteriormente, en 1978, Philip Kaufman realizó un remake del filme original, conocido en España como La invasión de los ultracuerpos.

Para entonces habían pasado unas largas décadas desde la versión de Don Siegel. El tema se centraba ahora en la despersonalización del individuo y el efecto aglutinador de la sociedad y las metrópolis. Era una historia que hablaba de la generación baby boomer, pero que no eludía el homenaje ni contradecía a sus referentes. Luego hemos tenido alguna otra adaptación, como Invasión, la cinta protagonizada en 2007 por Nicole Kidman y Daniel Craig. Esto nos muestra la capacidad de réplica de un concepto tan simple y directo. De hecho, la creación de Jack Finney se puede considerar precursora de la inspiración de George A. Romero, la que fructificó en el paradigma de zombi moderno con el estreno en 1968 de La noche de los muertos vivientes.

En el fondo, todo esto nos habla de un conflicto humano clásico. El de la oposición del «yo» contra el «ellos» y la difícil reconciliación y definición de un «nosotros». Es este un tema muy presente en casi todas las creaciones artísticas, desde la literatura, el cine o la música hasta los cómics y el manga. Todos estos medios han coqueteado con ideas y conceptos similares en historias de suspense, misterio o ciencia ficción. Tenemos un ejemplo muy reciente con la publicación en nuestro país de Parasyte, obra de Hitoshi Iwaaki licenciada por Planeta Cómic que nos ofrece su propia aproximación a La invasión de los ladrones de cuerpos. No es una adaptación de la obra de Jack Finney, ni siquiera parece que sea un referente y/o influencia colateral. Pero pone en liza elementos muy parecidos para un relato a medio camino de la madurez temática del seinen y las pautas básicas del shōnen.

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Escena onírica presente en el cuarto tomo de Parasyte

La acción, el humor y el misterio se combinan con una reflexión a propósito de conceptos como la identidad y la humanidad. La obra se serializó entre 1988 y 1990 en la revista Morning de Kōdansha para pasar luego a las páginas del magazine Afternoon donde concluyó en 1995. Su premisa comienza cuando unos parásitos alienígenas llegan a la Tierra y entran en contacto con los seres humanos. Estas criaturas penetran el cuerpo de sus víctimas hasta llegar al cerebro y tomar el control del mismo. Pero el estudiante Shinichi Izumi es un caso especial porque su parásito solo logró tomar el control de su brazo derecho. El nuevo compañero de Shinichi toma el nombre de Migi y sobrevive alimentándose de la sangre de su huésped. Esta unión inesperada les obligará a trabajar juntos para poder sobrevivir a los violentos congéneres de Migi. Estos logran pasar desapercibidos entre la multitud suplantando a sus víctimas; la máscara perfecta para cometer sus crímenes y atrocidades.

En los dos primeros tomos de la serie encontramos una introducción a este planteamiento. El espacio justo para establecer unas primeras reglas de convivencia y dejar claro que la acción es su principal interés. Lo más llamativo de un conjunto también salpicado por el terror. Los siguientes tomos descartan aportar más datos sobre la naturaleza misteriosa de sus parásitos, incrementando en cambio las dosis de drama de la historia. Es interesante esto último, el impacto que genera en su protagonista principal, un chico normal y corriente superado por la situación. La manera inconsciente en la que su personalidad cambia y, con ello su manera de entender su humanidad, es uno de los puntos fuertes del manga.

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La transformación de un parásito

Parasyte, al contrario que en La invasión de los ladrones de cuerpos, nos deja disfrutar de ese cambio mental en el que el «yo» se convierte en un «nosotros». En el que la despersonalización, la carencia de empatía, contrasta con las nuevas habilidades y mejoras físicas que ofrece la hibridación. Y aun así hay un «ellos» al que enfrentar, uno que pretende erigirse como un nuevo Homo superior. El miedo a lo diferente y a la pérdida de la humanidad se sobrepone al mensaje ecologista inicial de la obra y lo arrincona en la trama. Parasyte prefiere ir sorteando etapas al tiempo que mantiene la tragedia como recurrente golpe de efecto. Los personajes se presentan, cumplen su cometido y Shinichi sigue su camino lidiando con monstruos, acosadores escolares y suspicaces amigas.

Todo esbozado a través de un dibujo claro, limpio y parco en detalles. La compañera Mònica Rex lo describía muy bien en anteriores reseñas de Parasyte al hablar del contraste entre lo geométrico y lo orgánico de su trazo. El primero sirve para retratar la parte física y humana del relato pero también la inexpresividad y carencia de emociones de sus personajes. En cambio, las acciones parasitarias lucen un aspecto más original y atrevido. Esto rompe la monotonía gráfica de un conjunto en el que lo habitual son fondos y contextos vacíos y repetitivos. El apartado gráfico es muy básico si tenemos todo esto en cuenta, pero funciona como ejercicio de mínimos. No obstante, a medida que el lector avanza en la historia, puede entrever el verdadero problema que se desprende del trazo de Hitoshi Iwaaki. Este perjudica seriamente al manejo de la tensión y el drama que su autor intenta imprimir a su trabajo.

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Parasyte no rehúye momentos impactantes llenos de acción y sangre

Los matices que Parasyte se molesta en introducir en su trama pierden así fuelle por este motivo. La serie podría golpear con más fuerza al lector, pero más allá de sus escenas mas violentas y sangrientas sus derroteros no logran impactar. Como resultado, la repetición de esquemas se hace más evidente y llega a lastrar el ritmo. Esto no parece haber afectado a su adaptación al anime llevada a cabo en 2014 por Kenichi Shimizu para la compañía Madhouse. En ella la estética de la historia ha sido reformulada y actualizada y algunos personajes rediseñados. Este es el caso de su protagonista cuyo físico y actitud difieren sutilmente del manga haciendo más impactante su cambio a medida que avanza el relato. Una visión distinta, aunque complementaria, a la que también hemos visto en las películas a imagen real de Parasyte producidas por Tōhō y dirigidas por Takashi Yamazaki.

Estas adaptaciones hablan del éxito de un manga que presenta los rasgos habituales de su época. Los noventa también tuvieron su impacto en el cómic japonés, una cuestión que quizás haya que tener en cuenta a la hora de acercarse a esta obra. Si buscamos una historia rápida, con mucha acción y las dosis justas de intriga, tenemos ante nosotros una propuesta que nos satisfará. Parasyte también tiene otras profundidades, pero llegados a la mitad del camino permanecen sin emerger realmente a la superficie. La historia se limita a encadenar acontecimientos mediante retos para su protagonista que se analizan de forma algo plana. Los personajes secundarios apenas sirven de carnaza, sin mayores implicaciones, para que su héroe pueda seguir poniéndose a prueba. En conclusión, Parasyte es una obra entretenida y de lectura fácil pero que desaprovecha un universo de posibilidades y temas que la harían más humana.

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Es cuando los parásitos desvelan su apariencia que Parasyte nos enseña escenas como estas
  Edición original: Parasyte Nº 3-4 JAP (Morning /Afternoon / Kōdansha, 1988-1995). Edición nacional/ España: Planeta Cómic (2016-2017). Guión: Hitoshi Iwaaki. Dibujo: Hitoshi Iwaaki. Entintado: Hitoshi Iwaaki. Formato: Tomo rústica con sobrecubiertas de entre 276 y 288 páginas (Serie cerrada de 8 números). Traducción: Marc Bernabé. Precio: 9,95€/u.   "¡¡No…

Valoración Global

Guión - 6.5
Dibujo - 6
Interés - 7

6.5

Repetitivo

Parasyte es una propuesta que en el papel suena original y llena de posibilidades. En la práctica, la obra de Hitoshi Iwaaki se mide por la acción y un uso de las pausas dramáticas perjudicado por las carencias de su apartado gráfico. Es una lectura rápida y entretenida pero, más allá de la evolución de su protagonista, no aprovecha el contexto de los temas que tantea, provocando una repetición de esquemas y situaciones.

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Gustavo Higuero
Admin
31 mayo, 2017 13:25

No se podría haber explicado mejor lo que este manga. Me acerque movido por su interesante propuesta, para después quedar muy decepcionado del desarrollo de la historia. La pregunta ahora es…¿Sigo hasta el final o me planto visto lo visto?

Gustavo Higuero
En respuesta a  Jordi T. Pardo
31 mayo, 2017 22:43

Tengo que sopesar si pesa más la curiosidad por saber que pasa al final con los parásitos o el tedio que ya es más que patente. ¿Igual comprando el tomo 8 y saltándome el resto gano tiempo y dinero? 🙂