Obras Maestras nº 9. El Castigador: Círculo de sangre

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Edición original: Marvel Comics – 1988
Edición España: Comics Forum – septiembre 1993
Guión: Steven Grant, Jo Duffy
Dibujo: Mike Zeck, Mike Vosburg
Entintado: John Beatty
Color: Mike Zeck, Bob Sharen
Portada: Mike Zeck, Phil Zimelman
Precio: 1495 pesetas (tomo en tapa blanda con solapas de 144 páginas)

 

La novena entrega de la colección Obras maestras de Forum recuperó una miniserie que había tenido la suerte (no muy buena) de ser el complemento de los primeros números de Marvel Héroes. La primera vez que la afición patria se asomó a las aventuras en solitario del Castigador fue con sus números troceados convenientemente para encajar en el formato de treinta y dos páginas con el que el sello de Planeta publicó los tebeos de Marvel durante la primera mitad de su fructífera relación. Afortunadamente, formatos recopilatorios como éste y otros muchos (Selecciones Marvel, Tesoros Marvel, Márqueseloqueproceda Marvel…) sirvieron para recuperar tanto etapas inéditas como productos que habían visto la luz según la máxima de “era esto o nada”.

Pongámonos en situación: el Castigador es un personaje creado por Gerry Conway y Ross Andru en el seno de la colección The Amazing Spider-Man, a mediados de la década de los setenta del siglo pasado. Se presentaba como un vigilante al que el Chacal (villano recurrente en la vida del trepamuros) lanzaba contra su némesis como primer movimiento para eliminar al lanzarredes. Curiosamente, villano y antihéroe veían la luz en el mismo número, y, siguiendo caminos bien distintos, estaban llamados a desempeñar destacados papeles en tiempos posteriores, pero me estoy yendo por la tangente una vez más. El caso es que, durante los primeros doce años de su existencia, Frank Castle discurrió por el universo marveliano como uno de tantos personajes secundarios de los que echar mano cuando la ocasión se terciara. Sin embargo, a mediados de los ochenta el caballero de la calavera en el pecho se convirtió en una de las estrellas emergentes de la casa de las ideas.

En 1986, Estados Unidos se encuentra en los inicios del segundo mandato de Ronald Reagan como Presidente de la Unión. En palabras de John Byrne, el antiguo actor metido a político había conseguido que la población del país recuperara la ilusión por hacer ondear la bandera (y eso intentaría reflejar en su relanzamiento de Superman, pero una vez más, me estoy yendo por los cerros de Úbeda). Este clima de exaltación patriótica tuvo un evidente reflejo en todos los aspectos de la cultura del entretenimiento. Así, el país norteamericano tuvo en la gran pantalla una colección de revanchas de la guerra de Vietnam que elevó a los altares cinematográficos a una generación de antihéroes dedicados a pegar tiros contra todo bicho viviente identificado como enemigo. Soldados soviéticos o vietnamitas; terroristas vagamente identificados como libios, palestinos o simplemente islámicos. Ya fuera John Rambo o su trasunto de la serie B el coronel Braddock, el guerrero solitario resolvía los fallos de gobiernos que no estuvieron a la altura, sustituyendo las palabras por los tiros y las explosiones. Puertas adentro del país, estos vindicadores de aromas fachosos tuvieron su versión doméstica en la forma de policías que no se atenían a las reglas o ciudadanos comprometidos (ejem) que consideraban que el sistema judicial premiaba a los quinquis. Sylvester Stallone sería Mario “Cobra” Cobretti, cuyo fuerte brazo empezaba donde terminaba la ley; Charles Bronson dio vida bigotuda a Paul Kersey, un arquitecto reconvertido en justiciero. En casi todos los casos, las premisas críticas que podían mover inicialmente a estos personajes y sus historias iban desapareciendo progresivamente para dejar paso a una exageración grotesca y maniquea de buenos y malos. Rambo era un vagabundo incapaz de encontrar su lugar en un mundo que le rechazaba por su participación en Vietnam; Kersey un pacifista que acababa convertido en asesino justiciero. ¿Qué queda de ellos en las terceras entregas de sus respectivas sagas?

Si pasamos de la gran a la pequeña pantalla, podemos comprobar que en los ochenta aparecen series que se alejan progresivamente del esquema tradicional de “policías y ladrones” para introducir crecientes dosis de realismo. Títulos como Canción triste de Hill Street (de don Steven Bochco) o Corrupción en Miami presentaron la lucha contra el crimen como una guerra permanente y, quizá, perdida de antemano. Más allá de las cuestiones estéticas (sobre todo de la segunda) encontramos historias más amargas y un ambiente mucho más “sucio”, tanto en las formas como en los fondos. En una época donde todo esto está de moda, el Castigador estaba llamado a triunfar y a crear escuela. Paradójicamente, su presunta fuente de inspiración –Mick Bolan, el Ejecutor- recibiría su propia serie de tebeos a rebufo del éxito de su hijastro putativo, pero pasaría con más pena que gloria.

El Castigador comparte con muchos personajes del cine de acción de los ochenta ciertos caracteres definitorios. Frank Castle fue soldado (infante de marina, para ser exactos) y luchó en Vietnam (como Rambo y Braddock); perdió a su familia por causa de elementos criminales y no encontró consuelo en la administración de justicia (como Kersey) y, como en todos los ejemplos anteriores (y unos cuantos más) decidió tomarse la justicia por su mano, convirtiéndose en acusación, juez y verdugo. Si pasamos al ámbito de los comics de superhéroes, vemos que en la época en la que Círculo de sangre ve la luz por primera vez, está en alza el concepto de antihéroe que se mueve en una nebulosa frontera entre un bando y otro, careciendo de los tradicionales escrúpulos a la hora de arrebatar una vida. Lobezno es un valor en alza; Batman recibe el impulso de Frank Miller en su Retorno del señor de la noche; Alan Moore y Dave Gibbons se embarcan en la insuperada Watchmen… Durante la década siguiente, el género pasará por un período de realismo sucio y oscuro que, a su debido tiempo, acabará por verse lastrado por la exageración de sus propios conceptos, concretada en la primera época de Image Comics (la de los siete magníficos) y en la copia que se hace por parte de Marvel y DC. Barbas de tres días, cazadoras pretendidamente molonas, cartucheras sin utilidad, personajes como Cable… Frank Castle vivirá, editorialmente hablando, el ascenso, auge y caída de esta tendencia, reflejada fielmente en su propia escalada y derrumbamiento posterior. El Castigador llegará a tener tres colecciones en el mercado, antes de venirse abajo y pasar por numerosos relanzamientos (algunos fructíferos y otros absolutamente disparatados), pero el inicio del trayecto hasta la cumbre empezó de la mano de Steven Grant y Mike Zeck.

Al comienzo de la historia, Frank Castle está pasando una buena temporada a la sombra, por cortesía de las instituciones penitenciarias neoyorquinas. Su última aparición le presentaba como un psicópata que intentaba “encargarse” de aquellas personas que potencialmente podían convertirse en delincuentes. Lo que José María Méndez consideraba una falta de comprensión del personaje y su filosofía vital, se convirtió para Grant en el punto de partida para contar el relato que quería narrar. El episodio psicótico ha sido inducido externamente, así que volvemos a tener al señor Castle situado en esa nebulosa zona fronteriza entre la obsesión y la ida definitiva de pinza… o al menos, eso es lo que quieren creer quienes, al vigilarle dentro de la prisión, dan a la parroquia el oportuno resumen de la vida y andanzas del amigo Frank. La primera entrega es un drama carcelario que bien podría dar para una versión cinematográfica. El Castigador está encerrado en una penitenciaría donde se junta lo mejor de lo peor de la población criminal de esa parte del país. Todos tienen algún amigo, pariente o colega que ha recibido las atenciones de Castle, por lo que todos se la tienen jurada. El proceso de escape de la situación de reclusión es un repaso de todos los tópicos clásicos del género carcelario: supervivencia en la selva, alianzas circunstanciales, planes de fuga, responsables que miran hacia otro lado, motines y violencia. Al final de este primer episodio, Frank vuelve a vestir sus colores mortuorios, recibiendo el apoyo de un misterioso consorcio de ciudadanos preocupados (y viva el eufemismo).

La miniserie desarrolla el proceso por el que Castle vuelve a las calles bajo los auspicios de ese colectivo de potentados que desea tenerle como brazo ejecutor (y nunca mejor dicho). Sin embargo, su propia naturaleza hará difícil la posibilidad de que esta relación pueda tener continuidad. ¿Qué sucederá cuando las agendas de uno y otros no coincidan? Cualquiera que haya leído más de tres tebeos seguidos del personaje se puede imaginar por donde van los tiros, pero el final se convierte a su vez en el inicio necesario para que el Castigador tenga su propia serie regular y se convierta en lo que todo el mundo conoce: un justiciero embarcado en una guerra perdida en todos los sentidos.

La miniserie cuenta con la participación principal de Steven Grant y Mike Zeck. Este último se convertiría en uno de los dibujantes más destacados de la década, uniendo este Círculo de sangre a su trabajo en Capitán América y en Secret Wars como una más de sus aportaciones ilustres a la casa de las ideas. Ambos volverían a encontrarse con el personaje en otro proyecto especial, la novela gráfica Return to big nothing. Sin embargo, el último episodio de la miniserie no sería dibujado por Zeck, sino por Mike Vosburg, un artista de perfil más bajo que nunca contó con el favor de la afición. Este cierre desmerece un poco el apartado gráfico global del producto, pero no la importancia que tuvo en su momento para lanzar a un personaje al estrellato y convertirle en buque insignia de su propia franquicia.

Vuelta a las calles
El Castigador pacta con el Trust

  Edición original: Marvel Comics - 1988 Edición España: Comics Forum – septiembre 1993 Guión: Steven Grant, Jo Duffy Dibujo: Mike Zeck, Mike Vosburg Entintado: John Beatty Color: Mike Zeck, Bob Sharen Portada: Mike Zeck, Phil Zimelman Precio: 1495 pesetas (tomo en tapa blanda con solapas de 144 páginas)  …

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Lector
26 enero, 2015 10:10

Es lógico que Vosburg no contara con el favor de la afición, es que era malo con avaricia, recuerdo un anual de la Patrulla, de Atlantis Ataca, creo, que era el horror (la historia tambiém, todo sea dicho).
De esta miniserie nunca he entendido porqué era de 4 números (en la portada del 4 se lee «4 in a four issue limited series») y terminaron siendo 5.
¿Es posible que el 4 fuera a ser doble como el primero y viendo que a Zeck le pillaba el toro (en el cuarto número se le notan las prisas) lo partieran en dos?
Y ya puestos que Grant pasara mucho del tema, porque en el número 5 escribe Jo Duffy.

Sergio Aguirre
26 enero, 2015 11:12

Genial reseña y sobre todo, análisis de la coyuntura que llevó a la altísima popularidad del personaje en los años ochenta. Bravo, Luis Javier.

Alejandro Ugartondo
Autor
26 enero, 2015 12:23

La sobre explotación a la que fue sometido el personaje en los 90 fue algo exagerado. Yo siempre he pensado que es un personaje que funciona bien en proyectos que se muevan en los márgenes del Universo Marvel como esta miniserie (ejemplo perfecto de como tratar al personaje). La serie original no era nada del otro mundo pero seguía ese patrón con pocas conexiones con el resto del Universo Marvel, por lo menos los primeros años. Siempre que se ha intentado acercarlo más al resto de los héroes Marvel la cosa no ha funcionado muy bien.

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Lector
26 enero, 2015 13:40

Supongo que sería lo que comentas, Luis javier, los jefes dirían «vamos a ganar unos pavos más», Grant contestaría «ahí os quedáis» y llamaron a Duffy y Vosburg para improvisar algo.
Muy de acuerdo también con que el personaje funciona mejor en solitario (aunque tiene muy buenos cruces con DD y Spidey), pero poco lo aguantaron, Punisher War Journal en seguida se convirtió en un Team Up.

Jose Maria Vicente
Autor
26 enero, 2015 14:44

Grant y Zeck simplemente abandonaron el proyecto en protesta por la gestión editorial. Según el primero, Marvel le dio a Zeck unos plazos de entrega bastante generosos para que pudiera llegar a tiempo. Luego, alguien en la editorial decidió adelantar la miniserie unos meses antes, y por tanto, acortando las fechas de entrega considerablemente. Zeck se enfadó porque la editorial le habría garantizado que no cambiarían las fechas, así que se fue. Grant, quien se había hecho amigo de Zeck, también decidió irse.

Dicho esto, muy buena reseña, Luis Javier. Círculo de Sangre fue mi primera historia de Punisher, y la encontré en la biblioteca de mi barrio, en el coleccionable de Planeta. Recuerdo que mi joven yo, acostumbrado a los cómics de Spider-Man y Thor, quedó impactado por los tres primeros episodios. Por alguna razón nunca llegué a leer el final, algo que toca remediar.

marcus
marcus
Lector
26 enero, 2015 18:52

Coincido con el primer comentario de Sergio Aguirre, bravo por el enfoque de su reseňa señor Pérez. Nunca ha sido un personaje muy de mi agrado pero por alguna razón adoro las interacciones que algunos habéis mencionado con DD y Spiderman.

marcus
marcus
Lector
26 enero, 2015 18:59

Bueno, divagando un pelín más, quizás sea por contraste. Igual que Veneno y Bullseye pueden ser vistos como el reverso oscuro de Spiderman y Daredevil, el Castigador quizás sea el reverso amoral de ambos.

Arturo Porras
26 enero, 2015 19:33

Lo poco que me ha llamado siempre la figura del Castigador. Ha sido un personaje que no me entró en su momento, quizás era joven e impresionable y la figura del justiciero ( a la que siempre asocio al bueno de Charles Bronson) no era de mi agrado. Pero ha sido ver la aventuras de Castle en manos de Ennis y empezar a interesarme por él. Espero que Panini, con motivo especial ( alguna peli,serie o similar) recupere historias clásicas del Punisher. Por cierto, la serie de Edmonson y Gerards también ha conseguido convencerme