MundoManga: Mil años de manga, de B. Koyama-Richard (primera parte)

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Autor: Brigitte Koyama-Richard
Fecha de edición: Octubre 2008
Formato: 256 págs. 39,90€
Electa/Random House Mondadori (8,5)

Cuando una afición o una actividad empieza a ser conocida en un país, suele ser por grupos reducidos de gente o viajeros aventajados que traen consigo novedades del extranjero. Suelen estar obviados por la gran sociedad porque sus adeptos forman gettos donde disfrutar de ella. Poco a poco, si más gente se suma a la afición se va haciendo popular, al menos la gente la conoce. No quiere decir que la respete o la acepte. La popularidad puede ir creciendo pero no a la vez que la aceptación, es decir una afición puede estar muy extendida pero ser considerada poco apropiada o de poco calado cultural. Con el tiempo la gente se acostumbra, o su conocimiento más cercano y la difusión por los medios de comunicación pueden dar a conocer la actividad. Pero un paso importante es cuando se empieza a dedicar libros a esa actividad. La sociedad actual tiene la tendencia a respetar todo lo que tenga formato libro, y si los libros crean una opinión favorable sobre un tema concreto, éste se acepta. Algo así ha pasado con los cómics, y el manga en particular: desde unos inicios titubeantes, con muchas críticas a su contenido violento y a negarse a verlo como algo de provecho, pasó a una época de semi olvido, con la famosa frase “al manga le quedan dos años”. Pasó un tiempo de indecisión, se iban publicando mangas pero sin hacer un despegue brutal. La llegada de nuevos lectores de ambos sexos (sobretodo chicas) hizo popularizar el medio, y poco a poco, junto con ediciones muy correctas de grandes títulos, la gente acabó aceptándolo (hasta cierto punto). La aparición de libros de texto firmados por grandes del medio como Toni Guiral dignifican el cómic, equiparándolo con otras formas culturales y poniéndolo de alguna forma “cool”. En el caso del manga, ya habían aparecido libros de texto, pero eran mayoritariamente sobre series concretas y dirigidas al fan de la serie. Paralelamente hemos tenido la suerte de ver publicado otros libros, como “El gran libro de los Manga”, de otro clásico como es Alfons Moliné. No es el único: hay personas que han conseguido hacer de su afición su trabajo, y encima reconocido por el fandom. Es el caso de Marc Bernabé o Verònica Calafell, que se han convertido en los traductores de manga más famosos de España. De ahí han salido múltiples libros, desde “Apuntes de Japón” hasta el célebre “Japonés en Viñetas” y sus derivados. Héctor “Kirai” García firma el espléndido “Un geek en Japón” donde nos traslada en papel la estresante sociedad nipona y todo lo que interesa al otaku, desde el jpop hasta las tendencias de moda.

Hasta ahora, se creía que el manga empezaba en los años 60 con Tezuka Osamu. Bien, ya se sabía que anteriormente había habido experiencias, pero nunca se iba más allá de Tezuka. ¿Queréis saber qué había antes del autor de Astroboy y que era considerado algo así como la prehistoria del manga? Pues ahora tenemos la oportunidad de viajar en el tiempo y trasladarnos al viejo Japón del sVIII en adelante, donde la autora radica el origen de los cómics que triunfan ahora en medio mundo. Desgrana partes de la historia de Japón relacionándolo con la evolución de la pintura y el dibujo, y sus múltiples variantes y usos. Profundiza en algunos nombres importantes como Hokusai y, ya más cerca del momento actual, pondera la importancia de la II Guerra Mundial en el mundo de la ilustración. En todo momento resalta las conexiones Europa-Japón, y su influencia mutua.

En el índice podemos apreciar las grandes áreas en las que se divide el libro: desde los Orígenes del Manga, llegamos al primer capítulo importante: los rollos ilustrados, que desembocaron en las estampas japonesas, el momento más álgido de la caricatura. La apertura a Occidente y la influencia mutua ocupa otro gran apartado del libro, en el que se avanza hasta la II Guerra Mundial y los cambios producidos por la derrota y la post guerra. Ahí surge la figura de Tezuka Osamu, que impuso las bases del manga actual. Lo que consumimos hoy en día ocupa la parte final del libro, describiendo la industria, la penetración de los mangas en la vida de cada día de los japoneses y un recorrido por los temas más de moda hoy mismo. Seguidamente hace un repaso a los perfiles de algunos autores de renombre internacional, entre ellos Matsumoto Leiji y Taniguchi Jiroo, con los cuales se reunió para sendas entrevistas. El anime está magníficamente representado por el Estudio Ghibli y uno de sus co fundadores, Takahata Isao,el cuál también es objeto de una entrevista. Finaliza el libro con un completo glosario y cronología, entre otros. Entraremos más a fondo en cada uno de estos apartados a continuación:

Los orígenes del manga

Se nos hace una pequeña introducción del por qué del éxito del manga. Ya en estas primeras páginas define el objetivo del libro: ahondar en el pasado de Japón, en los ancestros, para explicar el manga actual. Caricaturas, rollos ilustrados y estampas serán objetos de estudio. Aprenderemos también el origen de la propia palabra “manga”, usado por primera vez por Hokusai en el sXIX. La conjunción de los dos ideogramas da la idea del manga actual: dibujo creado con rapidez. Algo parecido nos arroja el diccionario japonés de la lengua. Curiosamente, la autora nos explica que el término manga ha quedado relegado a la gente mayor, a la que asume que manga significa “historieta satírica o crítica”. Para los nacidos después de la Guerra, manga evoca las estampas de la época Edo, mientras que el término “cómics” ha entrado con fuerza para designar lo que nosotros, aquí en España, llamamos manga.

De las primeras caricaturas a los inicios de la historieta: La magia de los rollos ilustrados


A finales de sVII se dibujaban escenas caricaturescas, irreverentes o simplemente humorísticas en las partes ocultas de las tablas que confirmaban los templos. Probablemente las dibujaron los propios constructores de los templos. Pasados los siglos, la pintura japonesa se decantó por reflejar la estética cortesana. Lo que aún maravilla en la actualidad es que esos autores de emakimono (rollo de pintura) distribuían la acción de tal forma que el ojo podía vagar por toda la tela encontrando nueva información a cada paso. Estos rollos, de suma fragilidad, eran admirados por reducidos círculos de gente, siempre adinerados debido a su exquisitez. Desplegando el papel enrollado en un palo, las escenas se iban moviendo de derecha a izquierda, hechas de una forma que el ojo podía captar en cada “fotograma” toda la acción. Según el famoso Takahata Isao, en un libro de su autoría afirma que ese movimiento paulatino para descubrir la siguiente acción creaba la sensación de tiempo, y eso es motivo suficiente para él para relacionar esos papiros con el funcionamiento de los cómics actuales y de la animación. Solían representar escenas religiosas o literarias. Entre los que nos han llegado a la actualidad, el “Rollo de las aves y los animales” es uno de los más importantes. Ya en este punto, la autora hace una comparación con los grandes tapices de la cultura occidental, como el situado en Bayeux. Siguiendo con la representación de animales, el zodíaco chino siempre ha tenido mucha importancia a la hora de dibujar animales. Y no sólo animales, en la políticamente correcta sociedad en que vivimos quizá veríamos con malos ojos los rollos dedicados a concursos de falos o pedos. La fantasía japonesa sobre los monstruos yookai (como la rana que habita los estaños o los Tengu de largas narices rojas) también tomaba parte en estos rollos. En las páginas siguientes podemos disfrutar de amplios pies de página detallando con sumo esmero los rollos más importantes que han llegado hasta nuestros días, los considerados Patrimonio Nacional. Y a fe mía que estas explicaciones valen su peso en oro, porque personalmente mirando los rollos no sabría explicar qué ocurre en ellos, al no tener la vista acostumbrada a su forma de narrar.

El nacimiento de la estampa japonesa: la edad de oro de la caricatura

A principios del sXVII, la ciudad de Edo creció de forma fulgurante, por delante de la capital imperial Kioto o el centro económico Osaka, debido a que el nuevo Shogun, Tokugawa Ieyasu decidió instalarse ahí con su gran castillo. La sociedad se dividió en 4 clases: guerreros, campesinos, artesanos y mercaderes, exceptuando a marginados, religiosos y médicos. De todos ellos, los mercaderes y artesanos fueron los más beneficiados, debido a que suministraban fastos vestidos y herramientas a los guerreros. Se llegó a una excelencia en estos productos muy pronto. Esto hizo que estos suministradores se enriquecieran, y quisieran vivir una buena vida dedicada al arte y la cultura. Quién más quién menos tenía bonitos rollos o pinturas de siglos pasados. Ahí nacen las estampas ukiyo-e, a mediados del sXVII. Ahora son objeto de coleccionismo carísimo, pero entonces se solían admirar y abandonar. Tenían usos publicitarios, de moda, retratos de actores kabuki o de cortesanas. También tenía fines educativos o como medio de comunicación, contenían juegos caricaturescos o acertijos, entre otros. Eran baratas y muy apreciadas por los viajeros. Había mucha competencia entre editores de Edo, con tiendas dedicadas a ellas exclusivamente. El libro como tal se popularizó a finales de sXVII. Sin entrar en detalles de problemas de edición que enumera la autora, comentaremos que, bajo el shogunato de los Tokugawa la edición de libros tomó un buen impulso. Algunas editoriales no profesionales distinguían el contenido del libro por el color de la tapa. Entre ellos, los libros amarillos kibyooshi eran populares, cortos, muy baratos y muy ilustrados. Otras estampas reflejaban el estilo de vida de los habitantes de Edo, normalmente de humor, juegos visuales, o representación de animales.


Varios juegos visuales con unos cuantos siglos de diferencia. El fotomontaje de arriba nos muestra unas hormigas gigantes de Tezuka y sus antepasados


Los bocadillos, tal y como los conocemos, aparecieron en Japón a principios del sXIX, aunque anteriormente ya los habíamos visto en los rollos y las estampas. Los creadores de estampas también se dedicaban a hacer acertijos o a un juego parecido al de la oca. Sabido es que los orígenes del cine y del cómic son muy similares. En la era Meiji y la Edo la introducción de ciencias occidentales hizo que la gente se aficionara a los catalejos, estereoscopios, y otros artilugios ópticos.


En este momento la autora se detiene para explicarnos las experiencias y logros de Hokusai, considerado el primer ancestro directo del manga, debido a que fue él el que lo usó por primera vez con el significado que nosotros conocemos, aunque de género femenino. Empezó de joven retratando actores, y ya se formó un nombre con esta actividad. A las órdenes de un famoso editor de la época experimentó con todo lo que se le puso por delante, teniendo éxito en todo lo que hacía, desde pinturas hasta manuales técnicos. Era un “loco del dibujo”, como uno de sus apodos menciona, nunca paraba de trabajar y tenía muchos discípulos. A nivel mundial conocemos su serie “36 vistas del Monte Fuji” ,entre ellas “La gran ola de Kamagawa” con una precisión milimétrica de la reacción de tal fenómeno marino. De hecho, “La manga” es el primero de muchos libros que editó Hokusai con el objetivo de que sus discípulos o cualquier persona aprendiera a dibujar. Su producción ilustrada fue espectacular, en cantidad y calidad. Dominaba todos los soportes y técnicas, desde grandes pinturas al aire libre hasta la decoración minimalista de un grano de arroz. Su repercusión en Occidente empezó con los impresionistas, que se dejaron influenciar por la composición, los colores planos o los primeros planos. Les siguieron otras corrientes artísticas como el art noveau, o artistas de Estados Unidos como Winsor McCay y su Little Nemo In Slumberland. Como ocurre en varias ocasiones en este libro, la influencia mutua entre Occidente y Oriente cierra un círculo el resultado del cual es el origen del manga actual. Curiosamente a la muerte de Hokusai el termino manga cayó en desuso, hasta que se recuperó para la actualidad.


La gran ola de Kanagawa, de Katsushika Hokusai,
dentro de la serie «Las 36 vistas del monte Fuji», 1831

La apertura de Japón a Occidente: En los albores de una caricatura nueva

A mediados del sXIX, Occidente consiguió mantener relaciones comerciales continuas y normalizadas con Japón, después de casi un siglo intentándolo. Los fieles del shogun Tokugawa eran partidarios de la apertura, mientras los allegados al Emperador querían su expulsión. Estos últimos derrotaron al shogun en lo que se conoce como “restauración Meiji” y procedieron a hacer cambios importantes en el sistema político, económico, etc: nacía el Japón capitalista, dejando atrás el modelo feudal. Edo pasó a llamarse Tokio, y no sólo perdió el nombre por el camino: también ese encanto de ciudad anclada en el pasado. Los ilustradores de ukiyo-e perdieron un escenario natural para sus estampas. Pero el progreso no pide permiso a nadie, y la tecnología y la ciencia fueron aprendidos por boca de extranjeros venidos al archipiélago por deseo expreso del gobierno. Luz eléctrica, carricoches, trenes, la entrada del yen y del traje moderno, revolución en la cocina (con sus consabidos libros ilustrados para hacer las recetas extranjeras) en la escuela y en la música. En definitiva, se deseaba beber de Occidente y que las nuevas generaciones aprendieran de ellos. Mientras esto pasaba, en Francia se glorificaba y se estudiaba la sociedad de la época Edo, sus costumbres y arte. Las estampas y resto de artes decorativas tuvieron una gran importancia debido a su éxito en Occidente, y fueron testigo de muchos cambios en la isla.


Kenshin y sus amigos probaron los primeros trenes a vapor y los carricoches.
A Sano no le gustaba nada!


Uno de los muchos detalles sorprendentes que nos brinda la autora es que el primer periódico publicado en Japón fue en inglés! Corría el año 1861, aunque al año siguiente ya aparecieron otros en el idioma local. Pronto incluyeron estampas y caricaturas, normalmente en contra del poder. Incluso se publicó un periódico sólo con estampas de lo ocurrido en las últimas semanas. Conocemos a Charles Wirgman, corresponsal de un periódico de Londres y que creó con fortuna varias revistas ilustradas, cada una con un público específico. G. Bigot se interesó por los ukiyo-e en Francia y viajó a Japón a finales del sXIX. Introdujo el dibujo en la academia militar y editó una revista crítica con el gobierno. La ilustración sigue presente en ese escenario ya que las tarjetas postales se pusieron de moda entre los jóvenes, a modo de presentación o para crearse un apodo. Para satisfacer la demanda se creó una revista con muchas tarjetas postales, con lo que los ilustradores tenían mucho trabajo.


Esta estampa de Bigot de la Expo 1900 sintetiza parte del espíritu del libro:
las relaciones entre Francia y la capital nipona

Y mañana, más al mediodía!!!

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Juanjo Palacios
31 diciembre, 2008 20:33

Gran artículo Jordi y que además sirve para enfatizar en el último día del año la importantísima aportación del manga al noveno arte.

John Space
John Space
31 diciembre, 2008 20:47

Esa imagen (ya sabéis cuál), ?cómo se descontextualiza? XD

servobot
31 diciembre, 2008 21:22

Excelente artículo, gran forma de despedir el año. Este libro caerá tarde o temprano gracias a tu artículo.
Feliz 2009 a tod@S.

Raul Lopez
Admin
1 enero, 2009 11:51

Excelente articulo como siempre Jordi y muy ilustrativo… en cuanto al falo… ni descontextualización ni hostias si es una p. como una olla joder con los orientales con lo timidos que parecen y resulta que son unos cachondos 🙂