Ministerio del Espacio

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Edición original: Ministry of Space (Image, 2001).
Edición nacional/ España: Ministerio del Espacio (Dolmen, 2004).
Guión: Warren Ellis.
Dibujo: Chris Weston.
Color: Laura DePuy.
Formato: Tomo.
Precio: 10’50€.

 

El 4 de octubre de 1957 la URSS puso en órbita el satélite artificial Sputnik 1, dando oficialmente el pistoletazo de salida a la carrera espacial, parte importante de la rivalidad con EE.UU. y sus aliados durante la llamada Guerra Fría posterior a la II Guerra Mundial. El primer animal doméstico en salir de la atmósfera fue la popular perra Laika a bordo del Sputnik 2. Entonces, la tecnología no estaba suficientemente avanzada para permitir su vuelta, pero tres años después, en 1960, las perras rusas Belka y Stelka orbitaron la Tierra y fueron recuperadas con éxito. Todo estaba listo para el primer vuelo humano tripulado. El honor recayó en el astronauta ruso Yuri Gagarin el 12 de abril de 1961, a bordo de la Vostok 1. También la URSS llevó a la primera astronauta femenina (Valentina Tereshkova, en 1963) y se apuntó el tanto del primer paseo espacial (Alexei Leonov, en 1965). Sin embargo, el suceso que más eficazmente capturó el fervor popular fue el programa Apolo de la NASA que depositó a un hombre en la Luna, el estadounidense Neil Armstrong, el 20 de julio de 1969. Mucho ha llovido desde entonces, incluyendo la desaparición de la Unión Soviética. A día de hoy, vuelos no tripulados recorren Marte en busca de rastros de vida mientras que compañías privadas barajan la posibilidad del turismo espacial como negocio de futuro.

Esta es la historia tal y como la conocemos, pero… ¿y si no hubiera sido así? ¿Y si Inglaterra hubiera tomado la delantera en la carrera espacial y, de resultas de ello, siguiera siendo una superpotencia? ¿Y si los avances científicos hubieran tomado por otros derroteros? Warren Ellis (Transmetropolitan) plantea esta atractiva ucronía en una serie limitada de tres números publicada por Image en 2001 en colaboración con el dibujante Chris Weston (El Asco).

Ministerio del Espacio es el relato de una obsesión, la del piloto John Dashwood, que arrastra a todo un país y cambia el curso de la historia con su visión de la importancia de la aeronáutica y su falta de escrúpulos para llevar a cabo sus sueños contra viento y marea. Ellis construye un personaje duro y ególatra, devorado por una pasión que lo convierte en un héroe o en un monstruo o en algo a medio camino entre ambos -como suele ocurrir en la realidad- pero consecuente con sus actos, por los que paga un alto precio. Con su probada capacidad para la elipsis, retazos sabiamente escogidos entre 1945 y 2001 nos sugieren el tapiz entero de esta carrera espacial alternativa, donde ni sobra ni falta nada. Si acaso, concedo que me hubiera gustado saber más de las consecuencias de esta alteración, pues más allá de Churchill, la monarquía británica y referencias a la CIA, todo se concentra en el departamento que da título a la obra. ¿Hubo unos Beatles? ¿Llegó al poder Margaret Tatcher? ¿Filmó Kubrick un 2001 en 1968?

La conquista de la nueva frontera es un tema del gusto del escritor, que lo ha abordado varias veces (Planetary, Ocean). La diferencia en Ministerio del Espacio radica en las pretensiones de verosimilitud por encima del espectáculo o la fantaciencia, como marcan las reglas de la ucronía. Bien es cierto que se permite curiosas licencias, como que esta Inglaterra ficticia avance más rápido que Estados Unidos y la URSS en nuestra realidad logrando llevar vuelos tripulados a Marte, hazaña aún no conquistada. Algunas imágenes, como las de esos niños con extrañas hélices voladoras a la espalda, se dirían más cercanas al steampunk que a los propósitos confesos del relato. En todo caso, y con las debidas precisiones, el acabado final tiene un regusto pulp a los ’50 que admite el mismo autor, citando a Dan Dare y a la serie de tv del profesor Quatermass como sus influencias más rastreables. Obviamente, la tecnología está actualizada dentro de la ficción que hoy día consideramos plausible. La trama está tan concentrada en este ímpetu pionero que apenas deja espacio al tratamiento personal y/o sentimental de los implicados. En este aspecto, aunque emocionante, es una historia árida, pues carece de anclaje emocional al uso: los personajes no buscan la empatía del lector (son francamente antipáticos, incluso) y sus logros, si bien incuestionables, aparecen descritos como triunfos históricos y no como la recompensa a un empeño de superación personal, como acostumbra hacerse en las hagiografías para interesar al lector.



El trabajo de Weston es puntilloso y detallista, basado en paneles grandes centrados sobre todo en objetos, en particular tecnológicos. Sus personajes le quedan un poco estáticos, no tanto en planos medios como en viñetas amplias, donde merecen el mismo tratamiento que el fondo y resultan un tanto cosificados. Este acartonamiento no es un defecto insuperable, como demuestra, por ejemplo, Paul Gulacy (Slash Maraud), capaz de dinamizar sus ilustraciones con variados recursos, pero Weston se mantiene siempre en ese academicismo que, con cierta razón, atribuimos a los dibujantes ingleses. Y no lo digo como crítica, porque admiro de veras la solidez de este estilo y lo prefiero a tanta pirotecnia sin sentido como nos ha acostumbrado el mainstream. Weston es un dibujante con los pies en el suelo y deja que el relato hable por sí solo. Tal vez no sea un gran dibujante para mirar pero sí para leer. Y en esta aventura de pioneros del espacio mantiene la narración a un nivel de epopeya humana que los escorzos imposibles y las anatomías de videojuego habrían desvirtuado irremisiblemente. El acertadísimo color de Laura DePuy (más tarde, Martin) colabora aportando una naturalidad que dudo apuntasen los lápices únicamente, sobre todo respecto a los escenarios naturales de la campiña inglesa (nótese, por ejemplo, en la página del aterrizaje forzoso de Dashwood, al final del primer capítulo, las delicadas tonalidades en la viñeta de la niña y el tractor).

Ministerio del Espacio, publicada en España por Dolmen Editorial en 2004, reúne en un solo tomo la estupenda serie original en tres partes y añade una breve entrevista a su creador y alma mater, Warren Ellis, realizada ex profeso para esta edición.

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Raúl Silvestre
9 abril, 2013 12:07

Excelente reseña, Javier!
Este título fue saldado hace uno años y de veras que es una joyita. Si lo ves, hazte con él. Buena trama de sci-fi especulativa y soberbio dibujo de Weston.

Mr. X
Mr. X
Lector
9 abril, 2013 12:25

 La premisa me recuerda un poco a «La langosta se ha posado» la novela dentro de la novela de «»el hombre en el castillo» de Philik K. DIck, que es una ucronía dentro de otra ucronía -hay que leerla para entenderlo- en la que es Gran Bretaña la que lidera a los aliados en la II Guerra Mundial, derrota a Alemania, conserva su imperio colonial y se convierte en el mayor superpotencia. 

No conocía esta mini, si me leí Ocean, que también mola bastante.

Sputnik
Sputnik
Lector
9 abril, 2013 15:21

 A mí este rollo del Imperio Británico renacido en el S. XX me recuerdan a Luther Arkwright y su no-existencia en librerías.

Parece curioso este cómic. Si lo encuentro le hecho un ojo.

Clavos
Clavos
Lector
9 abril, 2013 21:08

 Pues buen cómic, de las mejores miniseries que le he leído a Warren Ellis de hecho. Tiene una estructuración más bien clásica para lo que suele hacer Ellis, que de hecho hace que parece que estés leyendo una novela de ci-fi de los años cincuenta o sesenta, muy en la sintonía con la ucronía que se está narrando. Dibujo muy cuidado de Chris Weston, como siempre. Recomendable y diría que de urgente reedición.

Alejandro Ugartondo
Autor
9 abril, 2013 21:25

 Excelente comic, bien escrito y muy bien dibujado. El tono de sci-fi añeja me encanta y ese final desmitificador me parece todo un acierto. Yo también me quedé con ganas de conocer más de este mundo propuesto por Ellis

the drummer
the drummer
Lector
9 abril, 2013 22:55

 pues nunca había oído hablar de este tebeo; y supongo que será imposible de localizar, así que nos quedaremos con las ganas. maldito agrafojo!! 🙂

pd: samano, pues a mi ocean si me gustó (y de la misma colección que ocean, muy recomendable también desolation jones, con j.h. williams iii a los lápices)

Ocioso
Ocioso
Lector
9 abril, 2013 23:03

the drummer ha comentado: supongo que será imposible de localizar

Yo lo pillé saldado en Avilés cuando vino Chris Weston hace tres o cuatro años. ¡Y no me había vuelto a acordar de él! A lo mejor debería buscarlo y leerlo.
Creo que podría estar tirando de la pila durante las próximas tres o cuatro reencarnaciones.

Sputnik
Sputnik
Lector
9 abril, 2013 23:05

Otro al que Ocean le gustó, aunque creo que podría haber dado para más…

Y de esa colección («El Día Después», se llamaba) yo diría que Lo Mejor Sin Paliativos fue la edición de «Niñatos», «El Maximortal» y «El Uno», la genial trilogía antisuperheroica de Rick Veitch. A partir de ahí, todo lo demás son obras de nivel medio-alto.

Retranqueiro
Retranqueiro
Lector
9 abril, 2013 23:13

Pues a mí este tebeo me suena de verlo anunciado. Pero no recuerdo verlo por ahí.
Y ahora lo quiero.
Agrafojo, vas a acabar conmigo.

nascitturuss
nascitturuss
Lector
10 abril, 2013 8:00

Excelente reseña porque me habeis despertado la curiosidad. Desconocía esta obra de Ellis. Si inclusonlos comentarios en el peor de los casos la tildan de simpática… pues la icluimos en la lista de la compra.