El Sabor de la Tierra

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Edición original: Le Gôut de la Terre, Noviembre 2013, L´Association.
Edición nacional / España: Septiembre 2013, Astiberri Ediciones. Colección Sillón Orejero.
Guión y dibujo: Edmond Baudoin y Troubs (Jean-Marc Troubet).
Formato: 136 páginas en B/N editadas en cartoné.
Precio: 15 €.

 

Llegas a tu tienda habitual. Te acercas a los estantes cargados de novedades, las ojeas y una portada te llama la atención. Negro sobre fondo blanco, una hilera de monigotes escuetos representando figuras humanas en su mínima expresión gráfica, bajo un tremendo árbol, sugerente, repleto de símbolos ocultos entre sus ramas, de grafos misteriosos que se apoderan de la imagen. Debajo, el título del tomo en cuestión y el nombre de sus artífices. Baudoin y Troubs. Y con ellos, la certeza de la calidad. Y es que desde que el Señor Baudoin decidió dejar de lado su carrera de contable para dedicarse a dibujar, nuestras colecciones se han llenado de títulos a la altura de los grandes. El Viaje, Piero o Arlerí son ejemplos evidentes de un estilo de tebeo tan personal que llega a ser visceral, tan particular que se antoja arrogante y vehemente. Con todos los riesgos que esto conlleva. Pero con muchos de sus triunfos también. Baudoin ha llegado tarde al mundo del cómic en el cómputo de su vida –setenta años de canas peina ya-, pero está decidido a dejar su impronta con el ímpetu airado de un jovenzuelo con la barbilla siempre hacia arriba. De este modo, sorprende que decidiera asociarse con Troubs para firmar un cómic juntos. El resultado, Viva la Vida: Los sueños de Ciudad Juarez, fue un experimento curioso y emotivo sobre las costumbres y miserias del país mejicano. Aquello debió gustarles, de tal modo que decidieron embarcarse en otra aventura similar. Y como buena secuela, trataron de ofrecer más de lo mismo, pero mejor. Y a tenor de esta primera lectura, lo han conseguido.


¿Qué es entonces El Sabor de la Tierra? Pues como su predecesor mejicano, un documental no filmado, sino dibujado, del periplo de dos franceses por tierras extranjeras. La premisa es bien sencilla, un viaje por Colombia, para retratar a sus vecinos a cambio de sus recuerdos. La intención: reflejar la vida real, las experiencias de la gente corriente a través de sus testimonios, como si, repito, de un documental se tratase. Y el experimento funciona, quizá incluso mejor que en una realidad filmada, ya que el ser humano tiene el defecto de representar un papel delante de una cámara. En cuanto el pilotito rojo del REC asoma por encima del visor del operador, la gente se transforma, interpreta y actúa. Es decir, no se presentan con naturalidad, sino que tratan de encajar en una imagen de ellos mismos que no suele tener que ver con la que demuestran con cotidianeidad. Fingen, aunque a veces solo sea un poquito, para dar lo mejor de sí mismos. Muy versado debe ser el redactor o el director del reportaje audiovisual para arrancar la naturalidad de su interlocutor. Por eso, delante de un mero dibujante, el diálogo fluye con mayor sinceridad. De hecho, ambos artistas explican este hecho con efectividad: entre el ilustrador y su retratado se crea un vínculo íntimo, una burbuja en la que solo existen los dos, como en la consulta de un psicólogo, de modo que la veracidad en los testimonios que logra atisbar el dibujante lleva todas las trazas de la vida tal cual. Y ese es el mayor atractivo de este tebeo: su fiabilidad emocional. Y es que deambulando por las historias de aquellos colombianos que llevan varias generaciones soportando el drama de la guerra de guerrillas entre las FARC y los militares, es inevitable que las lágrimas broten de los ojos del lector. Máxime cuando estas historias son, todas, pura realidad.


Colombia, los narcos, la coca y las FARC, terreno peliagudo y peligroso, tanto física como intelectualmente, donde Troubs con su trazo más infantil y Baudoin, con esa soltura con el pincel, digna de un pintor de óleos, se zambullen con miedo, con el espíritu misterioso de los terroristas deambulando por cada una de sus páginas. Con la necesidad de representar la vida desde una perspectiva imparcial, pero con el temor a decantarse por la apología al terrorismo o, al contrario, hacia una mirada cargada de rencor y rechazo. Troubs y Baudoin, desde luego, no son periodistas. Son artistas, en el sentido menos devaluado de la palabra y como tales, están interesados en reflejar lo que ven y oyen, pero también, sobre todo también, lo que sienten, lo que perciben con otros sentidos. Y es aquí donde triunfan. Con esas viñetas cargadas de sinceridad, con esos retratos de miradas tristes, con esos paisajes que desprenden toda su atmósfera, ambos ilustradores logran reflejar lo que su viaje representó para ellos, consiguen hacer testigo al lector de semejante pequeña odisea, como si hubiera estado con ellos dentro de esos coches que les llevaban de aquí para allí, en esas plazas donde se sentaron a hablar con las gentes, en esas posadas y casas particulares donde les sirvieron café a cambio de un par de dibujos.
Desde luego, un proceso inmersivo digno del mejor de los documentales.

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Jose Maria Vicente
Autor
23 octubre, 2013 16:48

15€ euros menos en mi cartera.

Bkiller
Lector
23 octubre, 2013 20:17

excelente, busquenlo

Jose Maria Vicente
Autor
17 enero, 2014 22:07

Bueno, pues acabo de terminar de leerlo y mis impresiones son… irregulares. Como bien dice la reseña, el tema es muy peliagudo y me da la impresión que los autores se acercan más a la apología del terrorismo. ¡Ojo!, los propios autores dejan claro que para bien y para mal las guerrillas entienden a la población (a fin de cuentas están formadas por muchos lugareños), las fuerzas militares están asoladas por la corrupción, y ellos se dejan llevar por los sentimientos de los paisanos (imposible no hacerlo). Pero hay un momento en el que parece que estén a punto de caer en esa apología.

No sé, el conflicto colombiano es muy complejo y todos los bandos tienen las manos manchadas de sangre, pero el acercamiento de los autores no me termina de gustar.