Desafío Estelar

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Edición original: Marvel Comics – enero – abril – 1994
Edición España: Comics Forum – septiembre – diciembre – 1994
Guión: Mark Gruenwald
Dibujo: Herb Trimpe, Grant Miehm, Brian Kong, Nate Palant, Rich Buckler, John Heebink
Entintado: Ralph Cabrera, Many Hands, Don Hudson, Ernie Chan, Dan Day, Daniel Day, Aaron McClellan
Color: Paul Becton
Portada: Claudio Castellini
Precio: 300 pesetas (serie limitada de cuatro números de cuarenta y ocho páginas cada uno)

 

La historia del tebeo en general y la del género súper-heroico en particular está llena de anécdotas en las que proyectos que prometían conmover el sector acababan en nada y colecciones por las que nadie daba un duro acababan convirtiéndose, si no en éxitos de ventas, sí en punto de encuentro para una parte de la afición que desarrollaba respecto de ellas una cierta veneración o culto. Quasar es un ejemplo del segundo tipo de historias: una cabecera que nadie pedía, que nadie esperaba y que se mantuvo durante cinco años en el mercado, dando lugar a aventuras memorables como Cosmos en colisión –publicada en España en un recomendable tomo del formato Grandes Sagas- y a otras incalificables, como este Desafío Estelar, digno exponente de lo que podría denominarse antología del despropósito.

El secreto del éxito –o de la pervivencia- de la colección protagonizada por Wendell Vaughn como portador de las negabandas cuánticas, se encuentra en la figura de su guionista, el recordado –y añorado- Mark Gruenwald. Este caballero compaginó su larguísima etapa al frente de las aventuras del Capitán América con la narración de las andanzas de un héroe bien distinto al vengador abanderado, como era el protector cósmico Quasar. En la misma, dio rienda suelta a su faceta de libro gordo de Petete marveliano y sacó de los arcones, desvanes y sótanos de la casa de las ideas a un buen puñado de personajes que sus colegas habían olvidado, mas no así la parroquia lectora. La serie se convirtió en el vehículo para que volvieran a aparecer héroes, villanos, secundarios y cachivaches que habían quedado en el limbo, al tiempo que se utilizó por parte de don Mark para continuar con historias, tramas y preguntas de barra de taberna que habían surgido en otra parte. Así, por citar dos ejemplos convirtió al Escuadrón Supremo en el equipo de acompañantes de Vaughn y organizó una carrera para descubrir quién era la persona más rápida del universo Marvel… para darle la victoria a Barry Allen, pero esa es otra historia. Sus sagas tenían nombres tan evocadores como Viaje al Misterio y en sus portadas podían aparecer Todd McFarlane, Jim Lee o Mike Mignola, por citar tres ejemplos ilustres. El interior ya era harina de muy otro costal, pero por las páginas de la colección se pasearon artista de la talla de Paul Ryan, Mike Manley o un joven Greg Capullo. Sin embargo, don Mark, que por su posición en la empresa podía hacer un poco lo que le daba la gana, no tuvo en sus últimos tiempos mucha suerte con los dibujantes que le tocaron en ídem, ni en la serie del Capi ni en la del Quasi, lo que explica que las últimas fases de su labor en esas cabeceras no sean especialmente recordadas para bien. Este Desafío Estelar es un buen ejemplo de la situación.

Antes de echar el cierre a la cabecera –para continuar las aventuras de Quasar en la serie Starmasters– Gruenwald tuvo ocasión de orquestar un pequeño gran evento, en el que hubo serie limitada principal e implicó no solamente al protector cósmico, sino también a un buen puñado de personajes y, de forma tangencial, a las colecciones protagonizadas por los Cuatro Fantásticos, los Defensores Secretos y Namor. El punto central de la historia venía dado por uno de tantos conceptos recuperados por don Mark durante su periplo estelar: la Marca de la Estrella (Starbrand). Esta señal –símbolo de un inconmensurable poder- fue uno de los conceptos que Jim Shooter introdujo en los años ochenta para la fundación del Nuevo Universo. Para el editor en jefe de Marvel, aquella nueva línea de colecciones iba a combinar la magia imaginativa marvelita con el mundo que la afición podía ver a través de sus ventanas, en una singular mezcla de ficción y realismo. El experimento no fue como se esperaba, sus series se cancelaron a los pocos años y sus personajes pasaron a dormir el sueño de los justos… hasta que Gruenwald decidió recuperarles, primero haciendo que Quasar les hiciera una visita y luego en esta saga, porque Wendell se había llevado como recuerdo ni más ni menos que la marca estelar, pasándosela inadvertidamente a Kayla Ballantine su pareja. Esto la convierte en el blanco de las atenciones de los Starblasters, una banda de forajidos interestelares unidos por un único objetivo: hacerse con el poder de la señal de la estrella. Su incursión en la Tierra –que les enfrenta a varios grupos como los Cuatro Fantásticos, los Defensores Secretos o la Guardia del Infinito- supone la captura de Kayla y obliga a Quasar a reclutar un equipo de rescate entre diversos héroes terrestres –como el Escuadrón Supremo o los Súper-soldados Soviéticos- para lanzarse en una persecución cósmica. La premisa, como ven, era una trepidante epopeya cósmica con acción y muchos personajes de los que gustaban a maese Gruenwald. El resultado, tristemente, se vio malogrado por la pésima ejecución en la parte de ilustración.

Antes de abordar el análisis del apartado visual de la miniserie, hay que advertir que en España, Forum añadió los números de la colección de Quasar que continuaban la historia principal, ya que en ese momento el protector cósmico no contaba con cabecera propia en nuestro país. Así pues, en los capítulos relativos a esa serie nos topamos con los lápices de un caballero llamado John Heebink, los cuales solo pueden ser definidos como sosos, poco atractivos y francamente deficientes para la tarea de dibujar una odisea cósmica. Ni siquiera las tintas de los hermanos Dan y Daniel Day –parientes fraternos del talentoso y prematuramente desaparecido Gene Day- pudieron realzar unos bocetos tan pobres, de modo que la aportación genuinamente «quasariana» cojea bastante. Si pasamos a la miniserie propiamente dicha, hay que advertir que tras la espectacular y engañosa portada realizada por el italiano Claudio Castellini, encontramos en los dos primeros números de la misma a un Herb Trimpe que, a la madurez, se vio forzado a imitar el estilo rompedor de los noventa, escogiendo para ello ni más ni menos que a Rob Liefeld, con los resultados que ustedes pueden imaginar. Durante el período central de la década de los noventa, la casa de las ideas colocó aquí y allá a un «Trimpefeld» que sorprendió a la parroquia veterana con el cambio y dio gato por liebre a la novata. Aquí demuestra notablemente las consecuencias de que un ilustrador con sus habilidades intente copiar el estilo de uno de sus colegas más denostados desde el punto de vista técnico. Sin embargo, a la mitad de la serie es sustituido por un pequeño desbarajuste de dibujantes del que da testimonio el detalle de que una de las cuatro entregas fuera entintada por «Many Hands». Detrás de Trimpe aparece otro dibujante de ilustraciones sin garra como es Grant Miehm, pero tampoco dura. Tras él llegan nombres tan desconocidos como los de Brian Kong, Nate Pallant o Aaron McClelland y otros tan populares y veteranos como los de Rich Buckler, Don Hudson o Ernie Chan. El resultado de este baile es una miniserie que, gráficamente, no está excesivamente cohesionada y resulta en conjunto muy poco atractiva. Había que tener realmente afición a Marvel y a su vertiente cósmica –o, al menos, a Quasar- para tragarse tan indigesto bocado.

Después de esta historia, la colección de Quasar se cerraría a los pocos meses. El héroe fingía su muerte y partía en pos de nuevas aventuras, las cuales se narrarían en la colección Starmasters, donde compartiría protagonismo con Estela Plateada y Bill Rayos Beta. La repentina muerte de Gruenwald llevaría al portador de las negabandas a apariciones secundarias (principalmente en la colección de los Vengadores, cuando Kurt Busiek estaba al frente de la misma) hasta llegar al relanzamiento de la franquicia cósmica marveliana en Aniquilación, donde llevaría a Wendell Vaughn de nuevo a primera línea. Por su parte, el Nuevo Universo volvería a ser objeto de una nueva intentona por parte de Marvel hace unos años, de la mano de Warren Ellis y Salvador Larroca, pero la ambiciosa presentación no se vio seguida de continuidad. Mientras tanto, el «viejo Nuevo Universo» o, al menos, su correspondiente Tierra, está en algún lugar del universo marveliano principal. Por su parte, la marca estelar y otros conceptos que surgieron del mismo, reaparecieron en la compleja trama vengadora diseñada por Jonathan Hickman, empezando –cómo no- con un evento blanco que homenajeaba al que, en la ficción, había dado origen a aquel experimento imaginado por Shooter. Más tarde o más pronto, todo acaba regresando.

Sí, el jefe se da un aire a Skeletor
Con todos ustedes, los Starblasters

  Edición original: Marvel Comics – enero – abril – 1994 Edición España: Comics Forum – septiembre – diciembre - 1994 Guión: Mark Gruenwald Dibujo: Herb Trimpe, Grant Miehm, Brian Kong, Nate Palant, Rich Buckler, John Heebink Entintado: Ralph Cabrera, Many Hands, Don Hudson, Ernie Chan, Dan Day, Daniel Day,…
Guión - 7.7
Dibujo - 3.8
Interés - 5.1

5.5

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