Casacas Azules vol.3 (1973-1975)

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Edición original: Les Tuniques Bleues: Les déserteus, La prison de Robertsonville, Les Bleus de la marine (Dupuis, 1974-75).
Edición nacional/ España: Casacas Azules vol.3 (1973-1975): Los desertores, La prisión de Robertsonville, Los novatos de la marina (Dolmen, 2015).
Guión: Raoul Cauvin.
Dibujo: Willy Lambil.
Color: Sin acreditar.
Formato: tomo cartoné 160 págs.
Precio: 29’95€.

 

En mayo de 1972, Louis Salvérius, creador gráfico de Casacas Azules, western humorístico protagonizado por el sargento Cornelius Chesterfield y su inseparable cabo Blutch en los días de la Guerra de la Secesión, murió de un infarto a la inesperada edad de 38 años, mientras trabajaba en el cuarto volumen de la serie titulado Sin ley, a pocas páginas de concluirlo. Tras unos comienzos indecisos, con historietas de entre una y cuatro páginas en el semanario Spirou, cuna de la Escuela de Marcinelle, Casacas Azules principiaba a afianzarse entre los lectores gracias al carisma del dúo protagonista, bien caracterizado por el malogrado Salvérius, y a unas peripecias entretenidas y hábilmente conducidas por Raoul Cauvin, quien demostraba más tino en el desarrollo de tramas que en el zarpazo repentino del gag. Ante la tragedia sobrevenida, Cauvin solicita el auxilio de Willy Lambil, quien tenía en su haber una serie de producción propia, Sandy, y colaboraba ya con el escritor en las páginas de Pobre Lampil, sátira sobre la azarosa vida del dibujante de historietas. Lambil superó la prueba y se ganó el puesto titular en sustitución del finado. Lambil, más cómodo en el dibujo “realista”, hubo de plegarse a las necesidades de Chesterfield, Blutch y compañía, preservando en lo razonable el estilo de su predecesor pero adaptándolo a los nuevos derroteros. La prueba de fuego se produjo con Los desertores, primero de los álbumes recogidos en este integral… y hasta hoy.

Casacas Azules muestra una visión incruenta del conflicto entre el Norte y el Sur de Estados Unidos que pivota entre la valentía descerebrada de Chesterfield, el sargento que ama el peligro pero cuyas decisiones no siempre son acertadas, y la razonable cobardía de Blutch, el cabo que intenta escaparse a la menor oportunidad y para quien los “altos ideales” valen mucho menos que la más mínima rozadura en su preciado pellejo.

Los desertores retrata al oficial inflexible del ejército norteamericano que conjuga devoción fanática por las ordenanzas con una acendrada soberbia que puede confundirse con arrojo, y que evidentemente es locura, a la manera del Henry Fonda de Fort Apache (1948), el clásico de John Ford. Tal es el capitán Joyce, caracterizado en la página 03 con un mirar enajenado y el hábito de crujir sonoramente los nudillos. Los desertores del título conforman un grupo heterogéneo, con personajes tan improbables como un objetor de conciencia reacio a las armas y a la violencia o el recluta “Florecilla”, quien se asusta como un niño de la oscuridad. En la mejor tradición del Far West, estos soldados repudiados habrán de defender a su capitán del ataque de los indios.

En La prisión de Robertsonville el modelo cambia, más cercano aquí a las películas de presos tipo La gran evasión (John Sturges, 1963), donde Steve McQueen, James Garner, Charles Bronson y los demás idean a cada momento nuevas formas de huida. En este caso, Chesterfield y Blutch, capturados por los sudistas, recurrirán a los ardides más disparatados a su alcance, incluido el travestismo, para escapar de los muros del campo. Cierra este volumen integral Los novatos de la marina con una aventura que repasa las técnicas de combate marítimo recién implantada la máquina de vapor, algo poco conocido (y menos aprovechado) por la ficción dedicada a este período histórico.

Casacas Azules hace de la referencia cultural y la gracia amable su razón de ser. El Oeste por el que apuesta, mixtificación aquilatada por cientos -tal vez miles- de películas de Hollywood que han creado una mitología reconocible y accesible, no impide, sin embargo, que Cauvin se documente y logre momentos intensos con situaciones inesperadas, como el imparable barco acorazado de los confederados en Los novatos de la marina, por ejemplo. La caricatura, la chanza, por otro lado, que alguna vez linda con la burla (atemperada, eso sí, por el fervor del homenaje), toca pero no hiere: no hay ofensa, pues todo se mantiene en el terreno de la farsa agradecida, sin cuestionar los cimientos de tan polémica institución, mucho menos apuntar los tremendos horrores de la guerra, que quedan simpáticamente desvaídos: pensemos en la dinámica del campo de concentración retratado en La prisión de Robertsonville, por ejemplo.

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Lambil hace suyos a los personajes. En seguida les cogemos cariño y los seguimos como a una especie de Mortadelo y Filemón en el frente, más pendientes de sus gansadas que de su caracterización psicológica, elemental y eficaz. El talón de Aquiles de Lambil es la falta de profundidad de sus dibujos, que debilita las escenas de lucha o los gags físicos, algo muy evidente si se comparan sus páginas con las de maestros como Franquin, Peyo o Uderzo, capaces de inspirar la sonrisa con un gesto, una pose o la cinética de sus criaturas. Lambil carece de esta pericia, igual por no ser, de inicio, un caricaturista.

De seguro llama la atención que Dolmen haya iniciado la publicación de Casacas Azules en su sello Fuera Borda (la casa de Natacha, Quena o Los hombrecitos) por el tercer volumen, que incluye los álbumes 5 a 7, en lugar de arrancar desde el mismo principio, con las historietas de Salvérius, alimentando quizá la sospecha de que esas primeras andanzas no han resistido el paso del tiempo y por eso se ha procedido así. Nada más lejos de la realidad. Sin ir más lejos, yo prefiero, si tengo que elegir, el dibujo de Salvérius en plenitud al de Lambil. El caso es que en la última edición del Salón del Cómic de Barcelona se esperaba la venida de Lambil, por lo que la editorial decidió aprovechar la coyuntura y adelantó este volumen. Si la visita no se hubiera truncado finalmente, el aficionado podría haber obtenido del artista una firma o un boceto a su paso por España. No pudo ser. Dadas las características de la cabecera, sin apenas vínculo entre entregas (la reincidencia de algún personaje, algún guiño aislado; poco más), el lector no se encontrará desubicado y entrará pronto en materia.

Completa el volumen un largo y enjundioso artículo del especialista Alfons Moliné con detalles de la trayectoria editorial de Casacas Azules en nuestro país (llamados “Guerreras Azules” en la versión de la mexicana Novaro) y una apañada biografía de Willy Lambil con los pasos previos al relevo de Salvérius.

  Edición original: Les Tuniques Bleues: Les déserteus, La prison de Robertsonville, Les Bleus de la marine (Dupuis, 1974-75). Edición nacional/ España: Casacas Azules vol.3 (1973-1975): Los desertores, La prisión de Robertsonville, Los novatos de la marina (Dolmen, 2015). Guión: Raoul Cauvin. Dibujo: Willy Lambil. Color: Sin acreditar. Formato: tomo…
Guion - 7
Dibujo - 6
Interés - 7

6.7

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