Brian Michael Bendis ficha en exclusiva por DC Comics

Es usted muy amable, señor Malone, pero puede guardarse sus «zasca» si quiere, muchas gracias. Porque no me ha «zasqueado» en absoluto.
Como no me conoce usted de nada, le informo de que no soy un escritor frustrado ni nada por el estilo, si es lo que cree. No tengo la ilusión ni la ambición de escribir. Ni de manera amateur, ni tampoco como profesional. Mi profesión es otra que no tiene nada que ver con la literatura, y estoy muy feliz con mi oficio, sinceramente.
Lo que sí soy es un aficionado a la lectura que, como usted, tiene bastante claro lo que le gusta y lo que no. Como usted, tengo, humildemente, algunas nociones de lo que es bueno y lo que no. Nociones que no son más objetivas que las suyas, ni menos subjetivas que las que usted tiene. Le guste o no.
Se permite aconsejarme sobre cómo buscar mi propio disfrute. Pues bien, le aseguro que puede estar tranquilo en ese aspecto: le repito que disfruto enormemente no sólo de mi trabajo, sino de mis muchas aficiones, amén de una vida familiar sana y feliz. Muchas gracias. No siento la necesidad vital de descargar mi represión en las redes, ni de enfrascarme en discusiones estériles como esta, que recurren a argumentos y “consejos” más propios de un patio de recreo que de una página dedicada al noveno arte.
Le digo todo esto porque me da la impresión, por su comentario, de que se cree que me ha calado, como si pudiese leer en mi alma a través de la red o algo por el estilo. Pues no es así.
Como veo que le gusta el refranero popular, si me lo permite, yo también tengo un dicho para usted: El que paga, manda.
Como consumidor, como lector que compra y paga religiosamente todo lo que lee, tengo derecho a quejarme cuando algo no me gusta. Si no me gusta una traducción, si está mal la rotulación o la maquetación, tengo derecho a reclamar. Si no me gusta cómo escribe este guionista o cómo dibuja aquel dibujante, lo digo. Dejaré de seguirlos si no me gustan, pero tengo todo el derecho del mundo a, además, quejarme. Faltaría más.
Y no tengo que escribir nada. Igual que no tengo que dirigir un corto, ni grabar un disco, ni sacarme el carné de manipulador de alimentos. Dejémonos de sandeces, que no estamos en el parvulario.

Así que, después de burlarse de mis supuestas intenciones de “labor social”, se da el lujo usted de hacer lo mismo, sólo que desde el otro extremo: de vuelta con esos prejuicios suyos, se permite aconsejarnos con intenciones didácticas, a mí y a los de mi calaña. Imagino que captará la ironía.
Sobre este último comentario suyo, le ruego que me deje insistir en un asunto que me llama poderosamente la atención: le molesta que algunos lectores critiquen la obra de autores profesionales. Bien. Espero, sinceramente, que aplique esa filosofía suya al resto de ámbitos de la vida. Se lo digo totalmente en serio. Porque, de igual manera que a usted le molesta esta actitud mía, a mí me ofenden mucho los que, como usted, se dedican a defender una postura con el argumento del “y tú, más”, en su vertiente de “¿te crees muy listo? ¿tú lo harías mejor? Pues hazlo tú”. Volvemos al patio del colegio.
Confío en que, según sus palabras, aplique esa moral y esos valores suyos al resto del mundo que le rodea, y que no se limite hipócritamente a defender a “autores profesionales” en un debate.
Espero que, cuando salga una nueva novela de la autora de Crepúsculo, o de Pérez-Reverte, esté usted allí para combatir las críticas que puedan tener con esas mismas palabras que nos dedica.
Espero que, cuando alguien critique en su presencia a Rajoy, por ejemplo, y a su equipo de gobierno, usted se lance a voz en grito: “¿Te crees que tú lo harías mejor? ¡Pues preséntate a Presidente!”. Y, quien dice Rajoy, dice cualquier otro político, sea del partido que sea, que no van por ahí los tiros, ¡eh!
Recuerdo que hace unos tres años, un radioyente defendía al por entonces alcalde de Lugo precisamente con ese argumento: “Todos esos que lo critican, que dicen que lo hace tan mal, ¡que me metan ellos a alcalde, a ver si lo hacen mejor!”. Literalmente. No sé si era usted el oyente en cuestión, pero imagino que, en cualquier caso, como mínimo aprobará este proceder.
Espero que, la próxima vez que Ridley Scott o Denis Villeneuve, o la nueva película de Cincuenta Sombras de Grey, reciban alguna mala crítica, salte usted al ruedo para defenderlas al grito de “¡Venga! ¡Ponte tú a dirigir, ya que te crees que es tan fácil!”
Lo mismo para deportistas, cantantes, actores, fontaneros, mecánicos, etc. Nada de críticas, quejas ni reclamaciones.
Por pura coherencia vital, ya le digo.