Batman Nº09

Una de cal, dos de arena para bandeja de gatos

 

Contiene: Batman #09, Red Hood and the Outlaws #09, Batman: The Dark Knight #09
Guión: Judd Winick, Scott Lobdell, Scott Snyder
Dibujo: David Finch, Greg Capullo, Kenneth Rocafort
Formato: Grapa, 64 páginas.
Precio: 4,50

 

He ojeado el catálogo de ECC para febrero y voy a hacerme con la edición de All Star Superman pese a tenerla en inglés. No es algo que suela hacer a menudo pero… Qué obra tan maravillosa. Lo merece. Y también sale Batman: Odisea, de la que hablamos la rama madrileña de Zona Negativa en nuestra última reunión para el sojuzgamiento planetario. Por si no la conocéis, es delirante. Nada de lo que yo diga va a superar el desternillante análisis al que la sometieron los chicos de Comics Alliance, así que os remito a él. Lo pasaréis muy buen. Dicho esto, vamos con el análisis del cómic que nos ocupa: la noche de los búhos no solo prosigue, sino que se extiende más allá de la serie de Batman para expandirse hacia nuevas colecciones. Una buena oportunidad para echar un vistazo a las ramas del universo de Batman. La pregunta es, ¿queremos?

La conclusión de La Corte de los Búhos en Batman es apropiada, muy intensa y con un punto de que todo se va a venir abajo, de que Batman solo está conteniendo al enemigo antes de su inminente derrota. Este punto está muy conseguido, a lo que contribuye el hecho de que el arco haya estado tan cuidado hasta la fecha. Se puede percibir la tensión y la agonía, en gran medida gracias al espectacular dibujo de Capullo. Puede que el uso de la armadura irrite a quienes prefieren la faceta detectivesca de Batman, pero mientras se use de forma juiciosa -como en este caso-, es un añadido interesante para la vertiente superheroica del personaje: el diseño es atractivo, brutal y rudimentario, y el hecho de que aún y todo sea vulnerable añade verosimilitud e interés a la pelea. Puede chocar, no obstante, que un arco argumental que comenzó con un enfoque tan psicológico tome una curva tan pronunciada hacia la espectacularidad puramente superheroica, pero si obviamos lo abrupto del cambio, es un buen modo de aprovechar la variedad temática que ofrece el género. Los cuadros de narración son acertados y bien escritos, el ritmo es excelente y la estructura del número, muy cuidada. En suma, un buen trabajo por parte de Snyder: no es el mejor ejemplar de la colección, pero sí es una lectura muy entretenida, cargada de acción pero que mantiene la atmósfera opresiva de La Corte de los Búhos. El dibujo de Capullo es, además del mejor de su carrera, un espectáculo: aún presenta puntos de mejora, como la expresividad de algunos rostros, pero tiene algunas secuencias o dibujos concretos en los que el resultado es notable. Hace que la armadura de Batman sea espectacular y aunque la narración del combate podría mejorar, consigue reflejar en crudo toda la violencia que el guión busca evocar. ¿Qué más se puede pedir? Pues un cliffhanger chulo que promete venganza. Lástima que esta sea tan descafeinada, a tenor de lo que encontramos en los dos siguientes ejemplares.

La historia de Capucha Roja y los Forajidos es aceptable. No tiene mucho misterio: hay que parar al malo y, al mismo tiempo, tener vigilado al otro malo que es más malo aún y va tras el malo menos malo. Si se ejecuta correctamente, no hay problema. Los soliloquios de Jason son decentes y el guión cumple sin estridencias. ¿Dónde está el problema? En primer lugar, no ocurre nada que sorprenda. La inventiva brilla por su absoluta ausencia: todo se ve venir, todo es previsible y anodino, es una versión descafeinada del modelo de historia con el que he abierto el párrafo. Terminas el ejemplar con el mismo cuerpo con el que lo empezaste. La actitud de los personajes, además, resulta forzada o es aburrida. Capucha Roja se empeña tanto en ser molón con un punto oscuro que aburre. Starfire aún anda buscando su personalidad; entremedias posa seductoramente en cada una de sus apariciones. Lobdell intenta en un par de ocasiones hacer trucos con narrativa y el resultado es un desastre con un orden de lectura incomodo. Y para terminar de rematar la faena, el dibujo. Cuando supe que Harras y Lee iban a capitanear el relanzamiento de DC, crucé los dedos para que no subiesen al carro a dibujantes que estilan la clase de trazo que tan en boga estuvo en la década en la que ambos eran de lo más relevante del panorama. Bueno, pues ha ocurrido. No conocía a Kenneth Rocafort y ahora que lo he descubierto, no me siento tentado a leer más cosas con su firma. Su estilo es acartonado, forzado, posturitas sin narrativa alguna y mucha raya, muchísima, que no añade detalle. Algunas viñetas de la ciudad cubierta de hielo pueden ser impresionantes, pero a la hora de la verdad -narración, personajes, perspectivas-, falla cosa mala. Los diseños son harina de otro costal. Starfire, como mencionaba, solo sabe hacer posados. El diseño de Míster Frío parece destinado a una inminente figura de acción -tal vez sea así- y por si fuera poco, en lo que imagino como un intento para atraer al público joven, tiene una cresta que le queda como a un Cristo dos pistolas, si me permitís la expresión.

Dos cosas: «Alberto, pero acabas de decir que Capullo mola, y Capullo es de la onda noventera; te estás contradiciendo, alcornoque«, estará pensando alguno de vosotros. Sí, Capullo cimentó su carrera en los años 90 pero Capullo ha mejorado una barbaridad, ha madurado, tiene una trayectoria, un estilo propio, un modo único de contribuir a la historia y progresa a marcha forzadas con cada ejemplar, además de haber demostrado que puede elevar un guión retorcido como solo Snyder sabe escribir a la octava potencia. Rocafort no solo no enriquece el guión: no aporta nada. Su dibujo es insípido, plano. Lo hemos visto ya mil veces, y mejor. Vamos a por lo segundo, que encima es lo más grave. Salta a la vista que una de las premisas clave del nuevo Universo DC era sacudirse de encima lo viejo para dar paso a lo nuevo. Tierra llamando a editores: los 90 fueron hace 20 años. Sí, chavales; sí, se acabó eso de pensar que los 90 fueron hace diez años (no os preocupéis, a mí también me pasa), fueron hace dos señoras décadas. Ese estilo que Lee y Harras reivindican, reclaman y promocionan es viejo. Además de pobre desde el punto de vista estético, no conecta con la nueva hornada de lectores -si es que tal hornada existe-. «Bueno, es tu opinión«. Mirad las cifras de ventas. Mirad cuántas series de DC rompen la barrera de los 100.000 ejemplares. Cuando al cabo de tan poco tiempo la gran mayoría de tu relanzamiento está en el limbo de las 50.000 copias, durmiendo el sueño de los justos, significa que tu relanzamiento se parece menos al lanzamiento de un cohete y más al salto del tipo que se arrojó desde la estratosfera: una subida muy rápida seguida de una bajada a velocidad vertiginosa.

¿Que por qué la tomo con este ejemplar? Para no tener que extenderme con el siguiente, Batman: The Dark Knight, que es más de lo mismo pero peor. Una idea escrita en la colección Batman se estira aquí hasta lo indescriptible de un modo tan aburrido que cuesta concluir el ejemplar. No, hablo en serio. ¿Sabéis esa sensación de apatía en la que sientes tan pocas ganas de hacer algo que cualquier otra actividad de repente te parece muy atractiva? Pues no es lo que quiero sentir cuando estoy leyendo un cómic, pero aquí me tenéis. Si consideramos que el cómic de texto anda muy justito, podemos concluir que la concentración de tedio se sale de los medidores. Un ejemplar irrelevante, que aporta entre poco y nada, prescindible y aburrido. Uno de esos cómics a evitar. Por si no fuese bastante, el dibujo es atroz. David Finch, chavales. Todos los personajes están descompuestos, la anatomía es una broma, las expresiones son ridículas, las más mínimas nociones de armonía y estilo son defenestradas sin miramientos, las proporciones son para echarse a temblar y hay escenas que deberían ser dramáticas y explosivas pero el bueno de Finch convierte en pura comedia. Hay una escena cerca del final que implica una caída libre desde una ventana: es la clase de escena que pide una carcajada. La onomatopeya, además, es impagable. Un desastre de dibujo para un desastre de guión. Se merecen el uno al otro.

El ejemplar de Batman es muy bueno, merced del muy buen trabajo que llevan a cabo Snyder y Capullo. Sin embargo, en esta ocasión a esta serie tan buena le ha tocado bailar con la más fea. O mejor dicho, con la más fea y su amiga aún más fea, que encima no deja de molestar y les impide besarse durante toda la noche. Batman ofrece un guión interesante y bien escrito que funciona como conclusión de una gran saga, acompañada de un dibujo sólido. Las otras dos colecciones ofrecen guiones aburridos e inanes, una pasmosa ausencia de contenido, un estilo pobre y la clase de dibujo que desprende retinas. Si impartiese notas, o un rating que es lo que se lleva ahora, Batman tendría una A con perspectiva positiva. Capucha Roja y los Forajidos y Batman: The Dark Night son bono basura con perspectiva a quedarse exactamente como están a menos que haya cambios radicales. ¿Cuatro euros con cincuenta por veinticuatro buenas páginas? No, gracias.