Análisis de la tercera temporada de Juego de Tronos

¿Qué decir de Juego de tronos que no se haya dicho a estas alturas? Es la serie más vista, la serie más descargada, la serie que está en boca de todos y que dejó huérfanos a 5’4 millones de espectadores al terminar su tercera temporada (o mitad de esta, según se mire) de manera apoteósica. Hemos sido testigos de la mejor temporada de una de las mejores series que se emiten en la actualidad sin lugar a dudas y me temo que los nueve meses que faltan para que empiece la cuarta (¿cuarta? ¿tercera segunda parte?) temporada se nos van a hacer muy pero que muy largos largos.

Seamos justos, con esta temporada los chicos de la HBO lo tenían realmente fácil. Tormenta de espadas es de lejos el mejor libro de toda la saga, y si la primera temporada tenía la muerte de Ned Stark como golpe de efecto demoledor en esta nuestra época, acostumbrados al triunfo tras el tormento, en esta tercera entrega el gran evento ha sido sin duda La Boda Roja, que será recordada como uno de los eventos más sanguinarios y descorazonadores de la historia de la televisión. Pero no nos engañemos, el éxito de la tercera temporada de Juego de Tronos no se basa en una masacre puntual, en una escena de escasos minutos, no. Se basa en un frágil equilibro. La serie está poco a poco buscando su lugar entre una adaptación fiel y una de las mejores series actuales, y no debe ser nada fácil. Como para volverse locos, vaya. Todo aquel que haya leído el libro sabe ya que ambas cosas son imposibles: la multitud de personajes, tramas y subtramas es insoportable para una serie de ficción ¡Es una cuestión de aritmética! Los números revientan cualquier formato posible (incluso el literario, dicen algunos), simple y llanamente. Por mucho que alargues ls temporadas y los capítulos la audiencia no va a soportar más escenas de gente hablando (que son el 90% de la serie), y eso cuando hablamos de las tramas principales… El showbussines no funciona así, y punto.

Esta temporada ha destacado porque sus creadores han decidido tomarse más libertades a la hora de llevar los libros a la pequeña pantalla. Algo que ha traído consigo aciertos y errores. Acierto es adelantar las tramas de Theon y Daenerys. Estamos viendo tramas que no ocurren hasta el quinto libro, ya que nuestro amado George RR Martin no duda en abandonar a un personaje durante uno o dos libros. Quizá se pierdan así la sorpresa y la intriga, pero un espectador no puede estar tres temporadas sin ver a un personaje, en la ficción televisiva sería una condena peor que la muerte. Acierto es darle más peso a Margaery Tyrell del que tiene en los libros. Acierto es cada minuto que vemos en pantalla a su abuela, Olenna Tyrell (uno de los personajes preferidos de la audiencia, sin duda), esa señora entrañable que consigue que sus escenas de gente hablando sean más emocionantes que la batalla del Aguasnegras. Acierto es incluir la subtrama tonta y baladí del pito de Podrick, que si bien es cierto que no aportaba nada a la serie, conseguía aligerar el ritmo y era todo un pequeño descanso en cada capítulo.

La peor adaptación, o la que quizás más me duele a mí, es la desvirtuación del personaje de Stannis Baratheon, uno de mis favoritos. Un personaje que estaba totalmente definido por su honor y rectitud, que no conoce vicio alguno y ve la vida en blanco y negro, hasta desentonar en el basto tapiz de grises que es el mundo de Poniente. Un personaje que se ha visto gravemente pertrechado por la imperiosa necesidad que tiene la HBO de sacar escenas de alto contenido sexual, o en su defecto, conversaciones sobre ello. Craso error fue también darle tanto protagonismo a un personaje que aporta más bien poco como es el de la esposa de Robb Stark, mientras que Catelyn Stark se iba convirtiendo poco a poco en parte del mobiliario y nos deleitaba con incongruencias de todo tipo (ahora quiero a John Nieve, ahora no), Talisa Maegyr tenía minutos y minutos de serie y quedaba embaraza sólo para que al espectador le hiciera más pupa su muerte. Recurso narrativo barato puro y duro. Como si matar a dos miembros de la familia Stark y un huargo no fuera suficiente dolor en esta vida.

En definitiva, distanciarse de los libros es un paso lógico que hasta ahora no se habían atrevido a dar y que resulta imprescindible cuando en la saga empiezan a aparecer personajes que no tienen demasiado peso en las tramas, ni razón de ser y cuya única misión parece ser entorpecer la lectura y diluir la acción, problema bien sabido por todos los lectores que sufre el afable RR Martin. Un paso inteligente, siempre y cuando el escritor se ponga las pilas y escriba un libro más en los próximos 3 años (lo cual sería todo un logro para él, prácticamente inviable). Esta ha sido también la temporada que ha confirmado a Juego de tronos como un fenómeno de masas definitivo, quizás el más importante tras Perdidos. Imaginad el boom de Los soprano y sumadle la facilidad con la que podemos ver ahora el capítulo que se emitió ayer en Estados Unidos. Y ver las reacciones de la gente en Youtube ante la Boda Roja. Y hartarnos a comprar camisetas. Y tazas. Y tonos de llamada con el opening. Y suma y sigue.

Obligad a vuestros amigos a ver Juego de tronos si no lo hacen ya, o, si no quieren, dejadlos atrás, porque no merecerán tanto la pena. Y recordad, hay vida más allá de la Boda Roja, no les cojáis demasiado cariño a las criaturas de George RR Martin porque como ya habréis aprendido aparecen y desaparecen personajes a un ritmo vertiginoso en este ajedrez de poder y engaño.