All-Star Comics #68 (¡Divididos permanecemos!)

Recordamos uno de los números más intensos de JSA con motivo del Paul Levitz Day.

1
1119
 

Edición original: All-Star Comics #68 USA, Oct. 1977.
Edición nacional: Incluido en La Sociedad de la Justicia vol. 2.
Guión: Paul Levitz.
Dibujo: Joe Staton.
Entintado: Bob Layton.
Color: Liz Berube.

 

El maestro Paul Levitz ha sido uno de los autores que mejor ha sabido trabajar con las series protagonizadas por equipos. Su extenso recorrido con la Legión de Superhéroes es el mejor ejemplo. También es, sin duda, uno de los que mejores historias ha creado para la Sociedad de la Justicia de América. Con un recorrido bastante menor, escribió una veintena de números entre 1976 y 1979, repartidos entre las cabeceras de Adventure Comics #461–466, All-Star Comics #59, 62-74 y DC Special #29. Esta etapa, recopilada en dos tomos que fueron publicados por Planeta DeAgostini en 2007, es una perfecta presentación y un disfrute de las aventuras de la JSA, ubicada perfectamente en Tierra 2.

Al inicio de su andadura, el equipo está formado principalmente por Flash (Jay Garrick), Green Lantern (Alan Scott), Hawkman, Dr. Fate, Wildcat y Dr. Mid-Nite (Charls McNider). Más adelante se les unen Star-Spangled Kid, Power Girl y La Cazadora (Helena Wayne), además de contar en momentos puntuales con Superman y Batman (en sus versiones mayores de Tierra 2), Hourman (Rex Tayler), Starman, Wonder Woman, Robin y, en el DC Special #29, número presentado como un origen secreto del equipo, diferente al de su debut en el All-Star Comics #3 de 1940, también luchan con la Sociedad el Espectro, Sandman de DC original (Wesley Dodds) y el Átomo (Al Pratt). Esta es una muestra del conocimiento de Levitz del Universo DC. No solo por el uso sin más de los personajes, sino porque en cada entrega sabía hacerlos interaccionar dándoles a cada uno su momento, su personalidad y haciendo brillar sus habilidades.

El número que he elegido reseñar para celebrar el Paul Levitz Day es el All-Star Comics #68, que representa uno de los momentos más tensos de la historia de la Sociedad de la Justicia. Su ebullición se fue gestando en los números anteriores, con pequeñas dosis en las que el lector descubre que los miembros del equipo se van comportando de manera diferente. Se enfrentan unos a otros, no comparten la misma opinión sobre el modo de hacer las cosas. Se pierde la armonía en el grupo, hecho que queda palpable durante una misión en el mundo subterráneo, en donde se ve a Wildcat y Star-Spangled Kid por un lado y a Flash y Power Girl por otro, estar en desacuerdo. Pero, el momento que realmente deja entrever la crisis interna que se avecina en la Sociedad de la Justicia es cuando Green Lantern se vuelve malvado, en un movimiento argumental muy original, magistralmente orquestado por Levitz y estupendamente dibujado por Joe Staton. Este dibujante fue reclutado por el propio Levitz, que se lo llevó a DC para trabajar codo con codo junto a él. Staton tuvo una gran trayectoria en la compañía y llegó a trabajar junto a otros grandes autores, como Gerry Conway en Wonder Woman, Marv Wolfman en Green Lantern (con quien creó a los Omega Men), Steve Englehart durante el evento Millennium y Joey Cavalieri en The Huntress.

El Green Lantern Alan Scott, destruyendo, malvado.

El primer Linterna Verde de la historia, Alan Scott, es el protagonista de este número. En los anteriores se ve cómo va preocupándose por los problemas económicos que atraviesa su empresa, la Gotham Broadcasting Company. Ha descontrolado sus inversiones por centrarse en la lucha contra el crimen. Al volver a su labor humana, se encuentra con que ha perdido la compañía y, después de treinta años al frente, el banco se la arrebata. Y, reflexionando mientras observa cómo la desalojan, una figura entre las sombras empieza a susurrarle. A decirle que no merece sufrir lo que ha pasado. Antes de que se dé cuenta, enloquece y para sorpresa del lector destruye las instalaciones del que había sido su negocio.

Tras este proceso, que se introduce en pequeñas tiras durante los números anteriores, llega a su punto álgido en la entrega que nos ocupa. En las primeras páginas el Dr. Fate alertaba al resto del equipo de que debían seguirle ante una gran amenaza. Al haber estado alejado de las misiones de la JSA, ninguno, a excepción de Power Girl, quiere escucharle. Nadie se toma en serio sus alertas, aunque al final consigue convencer a sus compañeros al avisar de que Green Lantern, quien hace tiempo que también está fuera del equipo, es el motivo de la llamada. Entonces, acuden al aeropuerto de Gotham, donde lo encuentran causando el caos, usando su anillo de poder para alejar a todos los aviones que intentan aterrizar, poniendo en riesgo la vida de los pasajeros. Además, usa sus poderes para crear un altavoz con el que reclama un millón de dólares en efectivo para que deje de destruir (una inmensa cantidad en octubre de 1977), amenazando que, de no recibir el dinero causará diez millones en daños.

La Sociedad de la Justicia no confiaba en Dr. Fate al inicio del All-Star Comics #68.

El Doctor Destino, con quien protagoniza un intenso combate de poder a poder, y Power Girl, tratan de frenarle sin éxito, mientras Flash, Hawkman y Star-Spangled Kid salvan a los civiles. Durante todo el tiempo Green Lantern y Dr. Fate discuten de acerca del sentido de proteger a los inocentes, de porqué usan sus poderes en beneficio de otros. Es muy interesante ese momento, pues Alan Scott transmite una enorme desesperación. Ha perdido aquello por lo que ha luchado durante tres décadas de su vida. Lo ha perdido porque está arruinado económicamente. Y ha llegado a esa situación al no tener ayudas, porque él ha estado invirtiendo el tiempo ayudando a otros. Pero nadie le ha ayudado a él. ¿Por qué va a querer seguir siendo un superhéroe?

Finalmente, aparece el responsable del cambio del héroe: el Psicopirata. Ha estado influyendo en la mente y los actos de Alan, dándole el empujón hacia mal en el momento más débil anímicamente de su vida. Huyen del lugar y en la inmediata reunión del equipo, donde se va a votar la lógica expulsión de Green Lantern, Flash explota y sale a supervelocidad, dejando al equipo en su debate. Entonces, acude al encuentro del Psicopirata y Green Lantern, donde les anuncia que se une a ellos en su cruzada «en pos de la justicia para los héroes», según las palabras del villano. Pero no todo acaba aquí, pues la JSA llega para hacerles frente y con suma facilidad, entre los tres, tumban a todo el equipo, gracias en gran parte a los poderes psíquicos del nuevo líder, que transmite un miedo atroz a los héroes haciéndoles caer al suelo, inmóviles. Pero Wildcat, usando su experiencia pugilística, no es afectado por el hechizo: «Lo siento, Pirata…pero siempre sigo un consejo que me dio mi entrenador hace años…no mires a tu contrincante si te asusta…¡limítate a aporrearle!.

Wildcat y su inmunidad a los ataques psíquicos.

Esta historia no acaba aquí. El arco se cerró después de pasar por Justice League of America #148, donde hicieron frente a los Tres Demonios (Abnegazar, Ghast, Rath) junto a la Liga y por el All-Star Comics #69, cuando Bruce Wayne (entonces convertido en el veterano comisario de la policía de su ciudad, que paralelamente ha estado investigando los acontecimientos que han ido rodeando a la Sociedad) formaba un equipo con Robin, Hourman, Dr. Mid-Nite, Wonder Woman y Starman para detener a la Sociedad, reunida de nuevo con Flash y Linterna Verde, a quienes quería encarcelar por los destrozos cometidos en el aeropuerto de Gotham y los alrededores. Tras una apasionante lucha Dr. Fate descubría que la insistencia del ex Batman por detener a sus antiguos compañeros venía porque él también había sido abducido por el poder del Psicopirata.

He elegido este número porque, dentro de esta maravillosa serie del primer equipo de superhéroes de la historia, recoge un momento emocionante, con los héroes discutiendo, debatiendo y enfrentándose entre ellos. Es la culminación, a expensas del estallido final del siguiente, de todo un argumento trabajo a fuego lento durante varios números. Paul Levitz supo reunir en pocas páginas una inmensa carga de emotividad, transmitiendo el sentimiento de malestar, desesperación, abatimiento, de uno de los grandes héroes de la Golden Age, que usaba su enorme poder para hacer el mal. ¿Quién no enloquecería ante un momento de tal desesperación? Además, demostraba que Alan Scott, gracias a su anillo, podía vencer a la Sociedad prácticamente él solo.

Muy grande Paul Levitz y sus dotes como escritor. Quiero aprovechar este día y rememorar, en voz alta, el momento en que pude saludarle, durante la Heroes Comic Con 2017 de Madrid. Él llegó a la zona de prensa solo, por su propio pie. Mirando a todas partes, observando el ambiente. Le dijimos, entre varios compañeros, que eramos fans de DC y de sus historias y, sonrojado, nos dio las gracias y nos atendió, humilde y sencillo como es, con una tierna sonrisa. Después, entró al backstage y esperó, mirando su móvil, a que llegara el compañero que iba a entrevistarlo.

Subscribe
Notifícame
1 Comment
Antiguos
Recientes
Inline Feedbacks
View all comments
Sergio Aguirre
24 junio, 2018 12:58

Me encanta esta etapa de la JSA. Yo la descubrí de pequeño, cuando Vértice la publicaba en banco y negro en la colección Super Stars, y si bien como dices este número es magnífico, quizás los que se quedaron grabados a fuego en mi mente y crearon esa fascinación que a día de hoy me dura para con los superhéroes de la Golden Age fueron los anteriores, los dibujados por Wally Wood.

El clasicismo de su trazo y su sentido del dinamismo le dieron la vuelta a esa percepción de que ese tipo de estilos eran rancios, y el guión de Levitz ayudaba, y mucho: Sentías el dolor de los protagonistas ante el coma en el que un herido Doctor Destino entraba por sus heridas al luchar contra un enemigo. Y la reacción de rabia de alguno de ellos, como Linterna Verde, al que además se le venía encima una injusta situación que acabaría desembocando en este número. Te encontrabas a enemigos que parecían realmente temibles, (sobrenaturales, poderosos, sádicos, lovecraftianos aunque entonces no conocía todavía al escritor de Rhode Island) como el Lemuriano Zanadu, ante el que habían bajas civiles que causaban auténtico dolor entre alguno de los protagonistas. Entendías la desesperación de Inza Nelson, ante la progresiva perdida de su marido, cada vez menos Kent, cada vez más Nabú. La atmósfera crepuscular de esos héroes entrados ya en años (que venía subrayada por la frescura de las nuevas incorporaciones Power Girl y Star Spangled Kid), la presencia sutil de la cercanía de la muerte que podías sentir a nivel inconsciente en sus páginas, y el desencuentro entre personajes (la dinámica entre Power Girl y Wildact resultaba magnífica) era para mi algo inédito en lo que había leído hasta entonces de DC. Creía que solo podía encontrarlo en las páginas de Marvel, pero aquí se me demostraba todo lo contrario.

Aquí fue la primera vez que me gustó realmente Superman en el cómic (Christopher Reeve, en el cine, por supuesto que tenía conquistado a aquel niño de siete años), con esa versión que (sin saberlo yo por aquel entonces, claro) era reminiscente del de la Golden Age y los cortos de animación de Dave y Max Fleischer: menos poderoso (ni siquiera volaba, saltaba!), pero nos resultaba —tanto a los miembros de las JSA como a los lectores— venerable, sabio; duro cuando debía en combates que se sentían mucho más desesperados que los de su contrapartida de Tierra-1, pero siempre tratando de ser justo. Fue la primera vez en que el Hombre de Acero me resultó un personaje próximo a pesar de no dar la espalda a ese concepto de ser «el héroe de tus padres».

Y Batman: Bruce Wayne jubilado de su carrera superheroica, enfrentado a sus antiguos compañeros en su cargo de comisionado de policía de Gotham, sustituyendo a un Jim Gordon que te golpeaba descubrir que había fallecido. Robin adulto, un héroe por derecho propio, con su propia carrera profesional de altos vuelos como Dick Grayson, con la que se aprovechaba en esos sugerentes textos de apoyo para lanzar un breve comentario sobre el apartheid sudafricano. Ahí descubrías que las vidas de los superhéroes podían crecer, cambiar, marchitarse, sus dramas ser más intensos, mas de adultos, pero no por ello menos emocionantes.

Y estaban esas extrañas versiones de héroes que ya conocías. Un Linterna verde con capa, un Hawkman que no era Thanagariano. Un Flash, que vaya, visualmente tiraba un poco para atrás con ese ridículo casco, sobre todo comparado con la elegancia del diseño del uniforme de Barry Allen,pero que te resultaba humano, alguien que podía caerte bien si le conocieses en persona.

Todo eso por no hablar de esa plétora de personajes de aspecto retro, como sacados de los tebeos viejos de tu padre, desconocidos hasta entonces, como Hourman, Wildcat o el Doctor Medianoche. Fascinantes, solo vislumbraba unas pinceladas de quienes eran, y quería con avidez saber más sobre ellos.

Con lo años, según fui creciendo, pude ir aprendiendo más sobre estos personajes. Me encontré de nuevo con ellos en la primera saga de Infinity Inc, Generaciones, y me los devolvió en todo su esplendor. Luego, aunque ya para siempre se habían ganado un lugar en mi corazón, los años subsiguientes me hicieron descubrir que no todas sus historias eran tan magníficas, y que había que seleccionar. Hasta que llegó James Robinson con su Golden Age, su Starman y finalmente su JSA, con Goyer y Johns, que renovaron mi interés por el grupo y ya lo elevaron a la categoría de mi favorito de entre los superhéroes. Como se suele decir, esa ya es otra historia, y lo que está claro es que no se hubiese producido sin ese primer paso que fue el descubrimiento de aquellos números de los años 70 de Levitz. De corazón, muchísimas gracias, maestro.