Los Nuevos Mutantes: La Niña Oscura

2
1811
 

Edición original: Magik#1-4, The New Mutants#14-17 (Marvel, 1983/84).
Edición nacional/ España: Los Nuevos Mutantes: La Niña Oscura (Panini, 2013).
Guión: Chris Claremont.
Dibujo: John Buscema, Ron Frenz, Sal Buscema.
Entintado: Tom Palmer, Tom Mandrake, Kim DeMulder.
Color: Glynis Wein, Ken Feduniewicz.
Formato: Tomo rústica 200 págs.
Precio: 19’95€.

 

Y en esto que llegó Magik para dar a los Nuevos Mutantes el empujoncito que necesitaban. La hermana pequeña de Coloso, Illyana Rasputin, había estado adquiriendo protagonismo casi inadvertidamente, en uno de esos planes maquiavélicos que daban fama al Chris Claremont de los buenos tiempos y que, en realidad, tenían un mucho de improvisación o, como dijo el mismo guionista, “lancemos conceptos al aire a ver que sale”. Pocos recuerdan que la futura hechicera demoníaca fue uno de los nuevos personajes presentados por Len Wein y Dave Cockrum en el Giant-Size X-Men#1, pues era sólo una excusa para el lucimiento de su hermano, que la rescataba de un tractor sin control. Peter Rasputin se fue a hacer las Américas con Charles Xavier y los parientes quedaron olvidados en la Madre Rusia; hasta Tormenta se acordaba más de sus padres muertos en el bombardeo que el bueno de Peter de sus familiares vivos en la granja comunista. La cosa siguió así durante bastantes años. Entonces, con la repentina marcha de John Byrne y el regreso de Dave Cockrum, Claremont -con el respaldo de Louise Jones (luego Simonson)- empezó a replantearse cosas: que si Spiderwoman, Ms Marvel, Ave de Muerte, Caliban, Dracula, El Nido, la vuelta de los Saqueadores, etc. Pero lo que aquí nos interesa es el enfrentamiento con el Dr. Muerte en Uncanny X-Men#145-147, que supuso la llegada a EE.UU. de la niña tras ser rescatada de los esbirros de Arcade. Discretamente, la pequeña Illyana pasó a ser parte del elenco de secundarios de la serie. Tal vez lo único que el lector recuerde sin esfuerzo de esta breve etapa es que a ella le contaba Kitty Pryde el famoso cuento de hadas de Uncanny X-Men#153.

El golpe de timón se produjo en el ya clásico Uncanny X-Men#160. Claremont, siempre al quite de lo que hacían sus compañeros de profesión, había reparado en la renovación que Bruce Jones y Brent Anderson venían haciendo de Ka-Zar, el sosias de Tarzan creado por Lee y Kirby en X-Men#10 (1965), una etapa -por cierto- que merecería ser más conocida. El patriarca mutante decidió coger prestado tanto al dibujante como a uno de los villanos allí presentados, Belasco, un demonio brujo que servía a extraños dioses y, aprovechando la isla de tótems lovecraftianos rescatada del mar por Magneto unos números antes, se marcó una historia de conjuros, maldades ancestrales y universos paralelos nefastos (le había cogido el gusto tras Uncanny X-Men#141-142) con final sorpresa: la chiquilla de seis años aparece, de pronto, convertida en una adolescente de trece años.

Claremont no desveló el misterio inmediatamente, concentrado como estaba en los múltiples frentes abiertos. Uno, en particular, le llevaría bastante tiempo en la ficción: había que hacer algo con esa colonia de bichejos que respondía al nombre de El Nido. Además, el Universo Mutante se expandía, como recordábamos aquí y aquí. Lo mismo tampoco tenía mucha idea de por dónde tirar con Copito de Nieve, si tenemos en cuenta el papel que le destinaba entonces: el rollo misterioso podía ir bien en Uncanny X-Men, con Xavier incapaz de leer en la mente de la arrapieza, pues era una situación de calma, pero su participación en la novela gráfica Dios Ama, el Hombre Mata resulta más cuestionable. Sea como fuere, cuando el escritor se decide a retomar la historia el marco ha cambiado enormemente. Kitty e Illyana no son ya las únicas adolescentes en la mansión de Graymalkin Lane. Un nuevo grupo había nacido para recordar a Xavier que era un profesor. Lo de pasar a Kitty a los bebés-X había sido una broma, pero Illyana, pese a sus fuertes lazos con el equipo senior, tenía todas las papeletas para acabar con los novatos. Y así fue. Pero antes había qué explicar quién era y en qué se había convertido.

¿Crees en la magia?



Una serie limitada de cuatro números titulada, precisamente, Magik vino a solventar el problema. Este es uno de los mejores guiones de Claremont en lo que le compete como escritor (o sea: en cuanto a trama y prosa) y también uno de sus proyectos más logrados, aún con el hándicap de contar con tres dibujantes en cuatro números: John Buscema (#1,#2), Ron Frenz (#3) y Sal Buscema (#4). A pesar de que las inspiradas tintas de Tom Palmer (en la época repasando los lápices de Big John en Los Vengadores que escribía Roger Stern) contribuían a homogeneizar el apartado gráfico, las diferencias de talento entre ellos son tan abisales que no podían menos que repercutir en el resultado final. John Buscema se dedica sólo a abocetar, pero su dominio anatómico y la potencia de su narrativa convierten los dos primeros episodios en ejercicios apasionantes, donde todo resulta bárbaro y amenazador. Ron Frenz trata de aguantar el tirón voluntariosamente, y lo cierto es que algunas de sus páginas no desmerecen, aunque el ritmo decae, se vuelve más reflexivo. Un anodino Sal Buscema poco aporta a la historia, que debe sustentarse más que nunca en los textos de Claremont para arribar a buen puerto. No llega a estropear el desenlace, pero ya dice mucho que resulte más épico y emocionante el arranque de John que la conclusión de Sal. Tampoco ayuda que el final ideado por Claremont sea poco menos que un remake de El retorno del Jedi (R. Marquand, 1983). La sombra de Star Wars en alargada y toda la miniserie da fe del atractivo del Lado Oscuro, pero en sus últimas páginas ya va un pelín demasiado lejos en el homenaje, me parece a mí.

Si la historia trasciende más allá de sus méritos artísticos mensurables se debe a una situación casi utópica en el mainstream: cuenta algo. Y ese algo no es sólo importante para el desarrollo del personaje (hasta el punto de que estos cuatro números son su verdadera concepción) sino que, por si fuera poco, representan una experiencia humana esencial, sin embargo, concienzudamente escamoteada en la ficción superheroica: la naturaleza dual del conocimiento. Porque lo que aprendemos añade, pero también quita. Elegir un camino es también renunciar a otro. La común batalla entre el Bien y el Mal, aquí rudimentariamente presentada como Corrupción frente a Inocencia, resulta que se ve matizada por este concepto: aprender (magia, en este caso, pero podría extrapolarse a otros órdenes de la vida) supone perder la inocencia, por lo que -teóricamente- nos acerca al Mal. Pero, al mismo tiempo, el saber es nuestra única defensa. La metáfora corre el riesgo de perderse entre tanta aventura y fantasía, pero el tono agridulce y, en cierta forma, definitivo (gracias a que el reino del villano -el Limbo- no está sujeto a la continuidad franquiciable) es suficiente para que el mensaje sobreviva.

Por lo demás, es un drama típico de Claremont, un viaje iniciático en forma de carrera de fondo plagado de pruebas de valor y constantes tentaciones donde la protagonista descubre al mismo tiempo sus habilidades hechiceras (incluida la creación de la emblemática Espada-Alma) y mutantes (teleportación en espacio y tiempo). El relato se beneficia de curiosas versiones de personajes como Tormenta, Gata Sombra o Rondador Nocturno. Claremont es cuidadosamente inespecífico en los significados de la corrupción, que comprendemos casi a un nivel subliminal, una corriente subterránea por debajo de los discursos de dominación mundial habituales que los vuelve menos risibles que de costumbre, casi como si los interpretásemos en clave de mitin político: “Esto es lo que dice, pero lo que quiere decir en realidad es…”

Con una ayudita de mis amigos

Definido el personaje, ya podemos integrarlo en el cosmos mutante con las suficientes garantías. Claremont lo tiene claro. Illyana puede haber nacido en la Patrulla-X, pero su destino será los Nuevos Mutantes. En la miniserie va dejando miguitas: tratando de huir del Limbo, un círculo de luz transporta a Illyana frente a los jóvenes pupilos (que, por eso de las paradojas temporales, ella aún no conoce), sorprendidos de verla más joven; en la última página, ya en el presente, Illyana los observa jugar con la nieve frente a la mansión. Este será el punto de partida de The New Mutants#14, que hace las veces de epílogo. La verdad es que los chavales están casi de comparsas. De nuevo, heredan las tramas de sus hermanos mayores. Illyana revalida el estatus conseguido al final de su miniserie, sojuzgando a S’Ym, el diablillo que nació como parodia del Cerebus de Dave Sim. Además, Kitty Pryde descubre que su amigo Doug Ramsey ha sido invitado por la Academia de Massachussets que regenta Emma Frost, punto de partida de la saga que se iniciará en el número siguiente.

En The New Mutants#15 al #17 los más jóvenes alumnos de la Escuela Xavier deberán enfrentarse a la Reina Blanca y sus correspondientes retoños del Club Fuego Infernal, llamados Los Infernales, para rescatar a Kitty Pryde. ¡Un momento!, diréis. ¿Kitty capturada? ¿Qué ha pasado aquí? Pues un lío importante que incluye el Uncanny X-Men#180, donde se muestran los planes de Kitty con Doug y su secuestro, y las Secret Wars de Jim Shooter, que explican por qué la Patrulla-X no acude al rescate de su integrante más joven. Estos cómics no están incluidos en el tomo de Panini, claro. En realidad la trama se entiende más o menos bien, gracias a un viaje astral de Illyana para averiguar el paradero de su amiga. Lo que no se entiende es la razón de Claremont para mezclar ambas series sin tener necesidad, máxime con el macroevento en curso. En este caso, la más perjudicada fue La Patrulla-X, donde pasamos de Kitty en poder del Club Fuego Infernal en un número para, sin solución de continuidad, verla recibiendo las aciagas nuevas de Peter Rasputin recién llegado del planeta del Todopoderoso.

La aventura sirve para establecer el papel de Magik en la formación, haciendo piña con la líder, Danielle Moonstar, tándem que se repetirá varias veces en el futuro, algo lógico si pensamos que la dura cheyenne es quien mejor aguanta el tipo ante la carismática rusa. Dejando de lado el recurso un tanto infantil del “enfrentamiento entre escuelas”, el rol secundario de Kitty demuestra que, por fin, los bebés-X gozan de autonomía frente a los veteranos, lo que se consolidará definitivamente con la llegada de Sienkiewicz. Lamentablemente, las ilustraciones de Sal Buscema y Tom Mandrake siguen su descenso a los infiernos, con planchas -como poco- difíciles de mirar, perdidas incluso las virtudes heredadas de McLeod. Ni los más entusiastas del dibujante podrán encontrar aquí motivo alguno de regocijo.

Arthur Adams ha sido uno de los dibujantes más acertados con la Niña Oscura


La Niña Oscura enlaza con Hijos de las Sombras, el primer Marvel Gold que Panini dedicó a Los Nuevos Mutantes, publicado en primer lugar gracias al salto de calidad que propició el talento de Sienkiewicz. Las mejores aventuras de los Bebés-X están incluidas ahí y en su secuela El origen de Legión. Queda por ver si la acogida de esta reedición permitirá ir más allá hasta completar, al menos, la etapa del patriarca mutante, que abarca hasta el #54, más el fill-in del #81. Sólo por ver el estupendo trabajo de Kyle Baker sobre los lápices de Jackson Guice ya merecería la pena.

Subscribe
Notifícame
2 Comments
Antiguos
Recientes
Inline Feedbacks
View all comments
manolin
manolin
Lector
23 julio, 2013 13:43

John Buscema es un maestro de maestros, de eso no hay duda, pero viendo la portada de Blevins , como este dibujante trató a MagiK y al resto de los Nuevos Mutantes después en dicha serie (uno de los pocos dibujantes que saben dibujar adolescentes), y lo bien que se le daba dibujar «monstruitos» y seres demoniacos n la serie «Razas de Noche» con Clive Barker, la verdad es que quizas hubiera sido él el adecuado para esta miniserie, que así hubiera parecido una serie de mutis adolescentes y no un «spin-off» de Conan el Bárbaro.
No sé, supongo que eligieron a Buscema porque se parecia más al primer dibujante d los Nuevos Mutantes, Bob McLeod, clasicote como él solo, pero es que , independientemente de la calidad de tal o cual dibujante, hay estilos que se adecuan más a determinado tipo de series, y a veces los editores yankis no cuidan estas cosas. ¿Era Bob McLeod un dibujante correcto? si ¿era el adecuado para abrir una nueva serie con personajes juveniles y novedosos? pues yo creo que no.
Sienkiewicz a mi me flipa, pero un estilo tan experimental y rupturista (sobre todo si lo comparamos con el de su clasicísimo predecesor), quizas hubiera encajado más en otra serie, ¿en Lobezno por ejemplo?, ¿en Daredevil?,…
Solo con la llegada de Blevins Los Nuevos Mutantes parecieron una serie de adolescentes, no solo por el tono de sus aventuras, sino por su aspecto gráfico. Pero para ese entonces ya las ventas flaqueaban, y se decidio hormonar a los tiernos adolescentes «blevinescos» y transformarlos en deformes criaturas «liefeldianas». La suerte estaba echada, pero quién sabe que hubiera pasado si desde el principio Los Nuevos Mutantes hubieran contado en sus páginas con un Blevins o, viendo la ilustración de arriba y soñando un poco, un Arthur Adams.

Alejandro Ugartondo
Autor
23 julio, 2013 17:32

A mi también me gustaría que siguieran con la recuperación de esta serie hasta la etapa de Blevins, aunque me conformaría que recuperaran toda la etapa de Claremont. Tampoco deben quedar tantos números por publicar y con un par de tomos más podrían conseguirlo