La importancia del final

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    Cuenta Herodoto que cuando el rey Creso mostró a su visitante, Solón de Atenas, su salud, su palacio, sus tesoros, su reino y su familia (en definitiva, todos los elementos que hacen de un hombre un ser dichoso), le preguntó a este último quién creía que era el hombre más feliz sobre la tierra, sabiéndose principal candidato. Habiéndosele negado por parte de su huésped tal distinción, y viendo que ante repetidas consultas los sucesivos puestos (el segundo, el tercero, etc.) también se le resistían, Creso cayó en la cuenta de que Solón sólo otorgaba ese estado a hombres que ya habían muerto. Solón explicó que, en efecto, sólo cuando la vida acaba, sólo cuando se muere, puede hacerse balance y saber si una existencia ha sido plena o se ha visto truncada. Sólo cuando nuestro final es dejado atrás, los demás poseerán todos los elementos para una valoración.

    ¿Por qué hablar de esto en una página de cómics? Como los lectores de los post más analíticos de Zona Negativa y otras weblogs habrán podido comprobar, últimamente abundan los artículos que pretenden reivindicar una más que justa posición del cómic como medio artístico socialmente reconocido, equiparable a la de cualquier otro. No es mi intención exponer una nueva hipótesis similar a las de Jordi Ballera, sino establecer una reflexión propia a partir de aquéllas.

    Bajo mi perspectiva, de entre todas las características que hacen del cómic un medio de expresión con recursos estéticos y formales propios, hay una que, sin estar siempre presente, es de las más definitorias y el principal obstáculo a la hora de alcanzar una posición adecuada: la serialización.

    La prolongación en el tiempo sin ningún tipo de límite o final es un arma de doble filo. Es cierto que es un recurso útil para la creación de franquicias comerciales estables, que estrechen lazos con unos seguidores que unirán a personajes icónicos de forma indisoluble con sus propias vidas. Pero también es igualmente cierto que es proclive a un grado tal de heterogeneidad formal y conceptual que proporciona, paradójicamente, un homogéneo desierto creativo; un terreno baldío sin principio y sin fin, sin límites que permitan establecer qué quiere decirse, cómo quiere expresarse y qué originalidad poseen ambos (el concepto y el medio expresivo usado para vehiculizarlo). Y eso es secuestrar una característica de la que ningún medio artístico debería carecer: límites aprehendibles que permitan establecer conclusiones acerca del objeto de consumo cultural.

    Por contra, en el cine, la literatura, la música o incluso la propia televisión los críticos y teóricos, e incluso el propio espectador, sí pueden aprehender los productos artísticos que consumen; pueden englobarlos en su totalidad y extraer de ellos mensajes y conclusiones. Son capaces de conocer su principio y su final para, como la mayor parte de las personas en la hora de su muerte, encontrar un sentido y un motivo por el que trascender.

    Los cuadros, las esculturas, los edificios… son obras autocontenidas; autolimitadas. El concepto de cuadro infinito, perennemente mutable para regresar siempre al mismo sitio no existe. Igualmente las películas no poseen (si es que poseen alguna) secuelas eternas: su discurso finaliza en algún momento de un metraje limitado, a partir del cual no cabe posibilidad de más. Ese límite, esa capacidad de síntesis de la peripecia vital de los protagonistas, es el que permite establecer las valoraciones holísticas que hacen posible la crítica razonada.

    De hecho, el cómic no es ajeno a ese corsé expositivo. Cuando se citan las obras maestras del medio, se recurre a novelas gráficas o series pequeñas y cerradas: Watchmen, Adolf, Ghost in the shell, Maus, El Incal, V de Vendetta, Ronin, etc. Se me puede achacar que Sandman, Y el último hombre, Monster, 100 balas o Los invisibles son series prolongadas y están absolutamente reconocidas. Y yo contestaría que, en primer lugar, cuentan con la unidad conceptual que les proporciona un solo guionista y que, por tanto, son obras en cierto modo de autor aunque estilísticamente (el caso de Sandman es especialmente relevante a este respecto) algunas no lo sean. Y en segundo lugar que todas ellas son series cerradas o bien, series que sabemos que se cerrarán. Y como tal son valorables. El lector sabe donde empieza la peripecia vital de sus personajes y sabe (o sabrá) donde acabará y entonces, sólo entonces, podrá decir que esa serie en cuestión es de excelencia. Como la propia vida en la anécdota de Herodoto, sólo al final podrá hacerse balance y entonces valorar.

    En el extremo opuesto se encuentra, por ejemplo, Hellblazer. Las aventuras de John Constantine han perdido toda estructura. Podemos hablar de etapas brillantes, correctas o deficientes en función del guionista y dibujante de turno, pero ya no ha lugar a decir, si algún día alguien se atreve a matar (de verdad) a John Constantine, que el balance crítico y artístico de la serie sea valorable. Cuando no hablamos de una serie, sino de personajes icónicos (los superhéroes), que han atravesado no ya etapas distintas, sino periodos socioculturales tan dispares como cada una de las décadas del siglo pasado y que tienen en la actualidad varias series regulares en activo, el fenómeno que quiero remarcar se magnifica: la imposibilidad de valorar crítica, formal y artísticamente una obra expresiva por informe, extensa y desigual.

    Sé lo que pueden estar pensando, pero no: los antiguos folletines no son equiparables al cómic (El Conde de Montecristo puede leerse hoy en día como un libro escrito de una vez y no nos daremos cuenta de su origen serializado; es más: la sensación de plenitud al finalizarlo es abrumadora). Ni siquiera las series de televisión lo son y nada me complace más que poder ponerles un ejemplo al respecto: la serie Yo, Claudio es indudablemente un obra televisiva de excelencia y nadie duda de su carácter artístico; sin embargo, y es tremendamente ilustrativo, a los seguidores de Star Trek se les llama trekkies, como si de una variedad específica de freak maniático se tratara.

    Hace tiempo, una campaña publicitaria usaba una sentencia de Antoine de Saint-Exupery: “El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe dónde va”. La cuestión es ¿pueden estar el mundo y el arte preparados para obras que no lo saben? ¿es la serialización un obstáculo para el reconocimiento social del cómic? El debate está servido.

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    John Schneider
    John Schneider
    15 febrero, 2007 12:20

    Ejemplo de serie de TV sin final: Doctor Who. De hecho se valora en etapas, según el actor que lo interpretaba. Y desde luego no es una serie de «freaks maniáticos» cuando la emiten en prime time en la BBC.

    José Torralba
    José Torralba
    15 febrero, 2007 12:53

    Bueno en primer lugar decir que cuando uso la expresión freak maniático me refiero a la consideración social de los trekkies, no a la consideración que yo les doy (soy más de la Guerra de las Galaxias, pero también soy trekkie moderado)

    Con respecto al Dr. Who. Por número de temporadas está en el Guinness de los records y creo que ganó el BAFTA a la mejor serie dramática este año, o el año pasado. Pero aparte de las curiosidades y de que es una serie muy ligada a la cultura británica también ejemplifica lo que quiero decir: nadie puede valorar a Doctor Who… se podrán valorar en etapas según el actor (también había arcos argumentales pero bueno), por años, por temporadas… pero me aventuro a decir que hacer una valoración crítica de la serie se antojaría complicado.

    Don Guri
    15 febrero, 2007 17:09

    Hmmm… Nunca lo habia pensado de este modo, pero estoy muy de acuerdo. No es que sea la unica causa, pero si que es una muy importante.

    Alguien se imagina si El Quijote hubiera seguido despues de Cervantes? Se hablaria ahora de «El nosecuantos aniversario de la «Etapa Saavedra» del Quijote», ignorando las posteriores etapas que «no eran tan buenas»?

    peube
    15 febrero, 2007 17:25

    bueno, poniendo un ejemplo fuera de los tebeos, hay quien opina que Sherlock Holmes es mas famoso que Hercules Poirot porque el primero tiene menos libros que el segundo. El hecho de tener pocas entregas y ser mismo autor ayuda a que algo tenga relevancia.

    José Torralba
    José Torralba
    15 febrero, 2007 17:40

    >>Hmmm… Nunca lo habia pensado de este modo

    Bueno espero que esto sirva como declaración de intenciones. Lo suyo habría sido escribirlo en el post de bienvenida, pero dado que mi verdadero debut es este, lo escribiré aquí.

    Zona Negativa me parece un muy buen weblog de cómics; desde que lo sigo (hace dos o tres años ya) el nivel de calidad se ha mantenido muy alto y en especial escribir en la sección analítica supone un reto por el listón que me ponen Toni Boix, Jordi Ballera y las firmas invitadas. En mis post espero poder cumplir tres objetivos primordiales:

    – Escribir los artículos que me hubiera gustado leer; los artículos que yo hubiera escrito de haber podido iniciar el tema en vez de seguir las siempre interesantes propuestas que hasta ahora los redactores han hecho.
    – Mantener el nivel de calidad de la página con artículos acordes.
    – Pero sobre todo, y es algo que me ha emocionado mucho viniendo de las primeras intervenciones a un artículo mío, obtener respuestas como las que encabeza este comentario. Me da igual si estáis de acuerdo o no conmigo, porque mi voluntad es la de crear debate, pero si además puedo hacer que os plantéeis cuestiones que siempre han estado ahí de una forma nueva, me sentiré enormemente recompensado. Abrir la mente de los lectores a nuevas interpretaciones es el sueño de todo analista.

    Espero conseguirlo (casi) siempre, y espero no decepcionaros. Ahora sigamos… que esto es un offtopic en mi propio post (tse… si es que soy un novato)

    Leonardo
    15 febrero, 2007 18:08

    Estoy muy de acuerdo con tus comentarios, pero hay algo que decir al respecto de las series. Alguno de ustedes se ha puesto a pensar qué sería de Botero si deja de pintar gorditos, de Martha Chapa si deja de pintar manzanas o de Christo si deja de «cubrir» cosas.
    La serialización de los comics también puede ser factor de cientos de halagos y de épocas de buena ventura entre los productores de las mismas, o acaso no adoran y conceden que Dark Night Returs se podría considerar una obra de arte en el mundo de los comics, comparable con Watchmen o Maus (y sin embargo pertenece a un personaje que tiene miles de series), o en el caso específico de Sandman, hay números que por si solos son una obra maestra, sin demeritar, por el contrario, fortalecen y le dan sentido a la obra en general, tomémoslo como una de las tantas aventuras de Sherlock Holmes, o acaso Conan Doyle no hizo eso, creo un universo lleno de pequeñas historias, con los mismos personajes, guiños entre uno y otro cuento, evolución de los personajes y un largo etcétera. El personaje ahí está, como siguen estando Sandaman, Death y el resto de los inmortales, pero al igual que Holmes, nadie se atreve a tocar el personaje, nadie excepto Gaiman.
    Por otro lado ejemplos como Bone, también son de resaltar, obras ejemplares que a pesar de ser series contemplan un arco histórico dentro de la trama, con un final, tal y como Sandman y como estoy seguro Y the last man lo hará, y como está acostumbrado Moore a hacerlo entre muchos otros autores. No podemos descartar ni mucho menos menospreciar el comic por ello.
    De la televisión, el cine, la literatura y demás expresiones no podemos hacer comparativas, porque simplemente no las hay, son medios de expresión diferentes, con una infraestructura, por así decirlo, diferente, y aún así, hay películas, series de televisión, libros y arte que se vuelve tan repetitivo que bien pudiera caer en la mediocridad, incluso siendo realizada por el mismo autor. Recordemos ejemplos literarios como las Sagas de Ender, Dunas, Harry Potter, Narnia y muchas otras más que entre altas y bajas han mantenido un estatus y una calidad a pesar de haber cantidad de obra alrededor de su microuniverso. No tiene porque ser mala la serialización, tal vez el manejo de los autores o el control corporativo de los mismos podría ser un ejemplo de cómo NO hacer ciertas cosas, pregunten por Superman, e incluso el propio Spiderman, y sus atroces capítulos que todos quisiéramos olvidar como la saga de los clones y uno que otro esperpento, y de igual manera quisiéramos revivir la vieja escuela de Stan Lee.
    En fin, es mi opinión, espero no haberme extendido en demasía.

    John Constantine
    16 febrero, 2007 10:30

    Muy razonado el artículo. Recuerdo en el prólogo de Alan Moore al «Dark Knight» de Miller que, para que una leyenda fuera consistente y definitiva, debía tener un final: el Ragnarok, la muerte de Arturo, le flecha al aire de Robin Hood buscando un lugar donde morir…

    Phantomas
    Phantomas
    Lector
    16 febrero, 2007 10:37

    Tremendo post.

    Yo cada día estoy más convencido de que, salvo excepciones (etapas claras de un guionista al frente de una franquicia), prefiero las obras finitas, aquellas en el que autor nos quiere contar UNA historia con un principio y un final, aunque haya varias etapas en el camino.

    Pero creo que esa preferencia no se ve entorpecida por el hecho de que sean obras seriadas. Es decir, no creo que el problema sea la serialización, sino la necesidad de conclusión de la obra. El ejemplo es claro, Sandman fue una serie prolongada en el tiempo, Watchmen o V de Vendeta también. De hecho esas grandes obras tienen la ventaja de que cuando se leen mensualmente te dejan con la necesidad de saber más, hasta el momento en que se leen de forma conjunta y completa en el cual se convierte en una sensación de plenitud y satisfacción.

    PD: Toni, yo después de esto me rajo, que el nivel es muy alto para mi…

    José Torralba
    José Torralba
    16 febrero, 2007 10:58

    Phantomas, con eso que dices estoy totalmente de acuerdo (y coincide un poco con lo dicho por Leonardo). Algo que se me ha pasado en el artículo es distinguir claramente una serialización que podríamos llamar positiva o constructiva y otra que no lo es.

    No obstante, hago referencia a eso en el cuarto párrafo antes del final. Hay un tipo de serialización, como la empleada en los cómics que comentáis (y que yo también cito), que es bien empleada pero que no va en detrimento de la obra, ya que ésta tiene unidad argumental y de guionista y además tiene un final.

    Cuando me refiero a la serialización como problema me refiero efectivamente a aquella que se emplea para aplazar sine die el final de una colección y, por consiguiente, para retorcer hasta el infinito la peripecia vital de los protagonistas.

    Phantomas
    Phantomas
    Lector
    16 febrero, 2007 11:31

    José, soy consciente de lo que quieres decir cuando hablas de la serialización, y los ejemplos que citas, que son los que yo utilizo después, lo demuestran.

    Pero como tú dices en el comment, el problema no sería la serialización en sí misma. Es decir, a tu pregunta, mi respuesta es que no, la serialización no es un obstáculo para el reconocimiento cómic. El posible obstaculo es la «avaricia» de las editoriales por rentabilizar hasta el infinito franquicias como Spiderman, Superman, Batman o los X-men (por otro lado perfectamente entendible en cierto modo).

    Phantomas
    Phantomas
    Lector
    16 febrero, 2007 11:36

    Y a mi modo de ver, el problema no es tanto el retorcer hasta el infinito la peripecia vital de los protagonistas, sino que esas experiencias vividas no tienen ningún valor en cuanto a la evolución personal del personaje.

    José Torralba
    16 febrero, 2007 12:38

    Con el primer comment estoy de acuerdo; el segundo lo matizaría mucho. Tú dices que las experiencias vividas no tienen ningún valor en cuanto a la evolución del personaje, pero yo te digo que eso es relativamente lógico si se quiere mantener un icono estable. Si te parece podemos reflexionar juntos:

    ¿La serialización indefinida pará qué se usa? para mantener viva una franquicia por esa avaricia de la que hablabas antes. Pero si lo que se busca es mantener viva una franquicia ¿tendría sentido cambiar perennemente el status quo de un personaje haciendo que las experiencias vividas lo forzaran a evolucionar? Creo que no, puesto que en cierta manera estarías cambiando características del mismo que agradaron a los «consumidores» (llamemos así a los coleccionista de cómics para realzar que están inmersos en una maquinaria comercial).

    Ahora bien… ¿es posible mantener comercialmente asociados a la franquicia a los «consumidores» sin ofrecerles cada vez más? La respuesta creo que también es no. Se precisan nuevas aventuras, nuevos retos y nuevas emociones para el lector de cómics. Pero hay personajes que llevan décadas en activo.

    ¿Puede resultar posible mantener fresco y creíble a un personaje durante más de 60 años? ¿Puede pensarse que a esta alturas va a algún lado? ¿Puede pensarse que en 60 años el personaje apenas evolucione? y por último ¿si efectivamente evolucionara, a estas alturas no tendría que ser ya absolutamente distinto al original?

    Es la pescadilla que se muerde la cola

    José Torralba
    16 febrero, 2007 12:43

    No obstante… la pregunta final planteaba un debate y no estaba preconcebida para ser una figura retórica ante la que la única respuesta fuera «sí» o «no», sino «depende».

    A mi manera de ver la serialización no resulta un problema cuando lo que haces es aportar un formato episódico (bien para mantener el interés, por cuestiones comerciales o porque un solo ejemplar no dé para contar todo lo que quieres) a una obra que ha sido previamente estructurada y esbozada; cuando se tiene un plan y se quiere contar algo.

    Pero sí resulta un problema cuando se pierde la perspectiva y se mantiene un personaje como franquicia, haciéndole pasar por clímax una y otra vez, durante años, con decenas de guionistas y dibujantes distintos hasta que sólo queda un cliché y buenas y malas etapas, pero con la estructura y lo que se quería contar totalmente perdidos.

    juan-man
    juan-man
    Lector
    17 febrero, 2007 3:02

    Bueno, en mi humilde opinión, el señor Torralba da en el clavo en gran medida. Las obras serializadas ad infinitum no se pueden juzgar en su conjunto, puesto que (perfectamente ilustrado con el ejemplo de Solón de Atenas) falta saber cómo cerrarán. Incluso etapas que hoy nos parecen malas, podrían demostrarse perfectamente necesarias y calculadas si el final así lo demostrase (ejemplo, opinión muy personal: sólo al ver La venganza de los Sith entendí por qué Lucas quiso que conociéramos a Anakin de niño en La Amenaza Fantasma, en lugar de empezar con un Anakin más mayor. Episodio III me demostró que muchos de los «defectos» de Episodio I no eran tales). Nadie puede decir que Daredevil es mejor o peor. Sólo que la «etapa Miller» es brillante (porque conocemos su final) o que la «etapa Bendis» está siéndolo (ya, sé que acabó, hagamos como que esto es hace un año), puesto que intuímos un plan maestro detrás de cada número; aunque no conozcamos su fin, sabemos que Bendis nos lleva a algún lado. Es, creo yo, la diferencia entre ver Perdidos (¿saben los guionistas adónde van?) y Heroes (lo saben, sin ninguna duda). Yo me siento más seguro cuando me llevan de la mano firmemente. Por no hablar de la coherencia estilística y argumental que todo ello otorga a una obra. Además, como no se cansó de repetir mi profesor y mentor de guión, «las historias se deben empezar a escribir desde el final». Por tanto, no es lo mismo juzgar a los X-Men de Morrison que a los X-Men a secas. En el primer caso, hay un plan maestro. En el segundo, una sucesión de muchos, que en muchas ocasiones son, incluso, contradictorios. No sé si me explico.

    José Torralba
    17 febrero, 2007 11:06

    Se ha explicado perfectamente, juan-man (le ruego por otra parte que no me hable de usted y yo haré lo propio, si le parece bien). No obstante, hay una cosa que me gustaría puntualizar. Cuando hablamos de cómic efectivamente podemos decir que una etapa es brillante, y los aficionados la reconocemos y (generalmente, aunque no siempre) estamos de acuerdo al respecto.

    Pero también es cierto que en realidad todas las etapas marcan al personaje y eso es tremendamente difícil de explicar a un no aficionado que no desee leer malas historias. A este respecto, no podrá sustraerse a la lectura de etapas anteriores si quiere entender al personaje, su contexto, las autorreferencias…

    Hay quien ve Apocalypse Now (y sobre todo la versión Redux), como una película enorme con marcado carácter episódico en la que no todas las escenas poseen la misma calidad y profundidad. Siguiendo el paralelismo, sería parecido a intentar ver sólo la escena del ataque de los helicópteros al alba (estéticamente posible, pero argumentalmente pobre de forma aislada, aunque en absoluto incomprensible).

    De hecho, si consideramos el tema desde este punto de vista (y me estoy metiendo en el post que empiezo a esbozar ahora mismo), a diferencia de lo que decía Phantomas, cuanto menos hayan marcado al personaje las etapas anteriores, más libertad posee el guionista que pretende iniciar una etapa brillante, pues más desligado se puede sentir de aquéllas.

    gorgas
    gorgas
    17 febrero, 2007 12:24

    me niego a poner limites al comic para que sea aceptable a todo el mundo como algo que se puede controlar; y si no se puede clasificar o trivalizar poniendoles notas o señalando que tebeos merecen la pena y cualoes no mejor ¿no?

    saludos